En el presente artículo se repasan algunos de los principales retos fitosanitarios a los que se enfrenta el cultivo de la vid en la actualidad, caso de las restricciones crecientes en el empleo de productos fitosanitarios, lo que implica la necesidad de implementar herramientas alternativas para el control de las plagas y enfermedades.
Vicente Santiago Marco Mancebón1, José Luis Ramos Sáez de Ojer1,2, Ignacio Pérez Moreno1.
1 Unidad de Protección de Cultivos. Dpto. de Agricultura y Alimentación. Universidad de La Rioja. Logroño (España).
2 Sección de Protección de Cultivos. Consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural, Territorio y Población. Gob. de La Rioja.
Tal como comentábamos en la revista Vida Rural hace dos años, la problemática fitosanitaria de la vid en España está atravesando un momento complejo y difícil. Así, como consecuencia entre otros motivos de la actual situación de cambio climático, se está observando una mayor incidencia de plagas importantes como la polilla del racimo, los mosquitos verdes, diversas especies de ácaros o la cochinilla algodonosa o melazo.
Por otro lado, en lo que se refiere a patógenos, las enfermedades fúngicas tradicionales (mildiu, oídio y botritis) siguen requiriendo de intervenciones importantes para su manejo, lo que repercute de forma negativa sobre los costes de producción. Todo ello, en medio de importantes y crecientes restricciones en el empleo de productos fitosanitarios. A esta situación hay que añadir la gran preocupación que generan las enfermedades fúngicas de la madera de la vid y la seria amenaza que supone la bacteria Xylella fastidiosa, causante de la enfermedad de Pierce, y que ya está presente en viñedos de las Islas Baleares.
Restricciones en el empleo de fitosanitarios
Es una realidad que la lucha contra las plagas y enfermedades de la vid no se va a poder afrontar mediante el control fitosanitario tradicional, sino que hay que implementar nuevas técnicas más respetuosas con el medio ambiente (obsérvese la antes mencionada restricción en la disponibilidad de los productos fitosanitarios tradicionales, caso, por ejemplo, de los formulados a base de cobre para el control del mildiu, Plasmopara viticola). La protección de cultivos en la Unión Europea es parte integrante de un sistema alimentario que, de acuerdo con el Pacto Verde Europeo, pretende garantizar alimentos saludables, asequibles y sostenibles para los ciudadanos. Este sistema, a su vez, debe proteger al medio ambiente (combatir el cambio climático, preservar la biodiversidad, etc.), garantizar un rendimiento económico justo en la cadena alimentaria y reforzar la agricultura ecológica.
Concretamente, la estrategia europea “De la granja a la mesa” propone, entre otras cuestiones, que se adopten medidas relativas al uso de productos fitosanitarios, con objeto de reducir un 50% su empleo y riesgo para 2030, que se revisen los reglamentos de ejecución pertinentes en el marco de los productos fitosanitarios para facilitar la introducción en el mercado de productos que contengan sustancias activas biológicas, y que para esa fecha el 25% de todas las tierras agrícolas se dediquen a la agricultura ecológica. En esta línea, los ministros de agricultura de la UE acaban de pactar una nueva figura de la Política Agraria Común: los ecoesquemas. Según este acuerdo, un 20% de los pagos de la PAC van a ir destinados a prácticas que reduzcan los daños que el modelo actual infringe al medio ambiente o a realizar prácticas que lo beneficien.
Estos ecoesquemas se deben establecer para cada país y actualmente se están diseñando en España, encontrándose entre las propuestas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación el fomento de planes individuales de uso sostenible de productos fitosanitarios, con la utilización de un cuaderno de explotación on line que permita verificar la reducción del uso de los mismos.
Control biológico por conservación
Considerando esta situación compleja, no es exagerado afirmar que el manejo futuro de plagas y enfermedades llegará a depender, en buena medida, del control biológico, definido como el empleo de organismos vivos para controlar sus poblaciones. Se trata de un método respetuoso con el medio ambiente, socialmente aceptado por agricultores y consumidores y que, llevado a cabo adecuadamente, llega a ser económicamente viable. Dentro del control biológico tiene especial importancia la estrategia de conservación, cuyo objetivo es el fomento de la presencia del grupo funcional de los enemigos naturales de las plagas y los patógenos ya presentes en los paisajes vitícolas y en los propios viñedos, y que prestan el servicio ecosistémico de regulación de las poblaciones de fitófagos. Dicho objetivo se consigue manejando el entorno de modo que se genere un ambiente favorable para la actividad, supervivencia y reproducción de esos enemigos naturales.
Desde hace ya decenas de años, la generalización en viticultura de prácticas tales como el estableciendo de amplias zonas de monocultivo, el laboreo intensivo o la utilización de grandes cantidades de productos fitosanitarios persistentes y poco selectivos ha ido claramente en contra del control biológico por conservación (foto 1, arriba). Frente a ello, es importante revertir la situación a base de establecer infraestructuras ecológicas que contribuyan a incrementar la presencia de ricas y abundantes comunidades de enemigos naturales, al suministrarles recursos tan necesarios como huéspedes alternativos, otras fuentes de alimento (como polen y néctar), refugios o microclimas adecuados.
En esta línea, existen ya numerosos estudios que demuestran la importancia de la heterogeneidad de los paisajes agrícolas (y de los vitícolas en particular) en la conservación y fomento de la biodiversidad, y en concreto del grupo funcional de los enemigos naturales. Esta heterogeneidad se puede conseguir aumentando la proporción de hábitats de vegetación natural en el paisaje, implantando mosaicos de cultivos, permitiendo la presencia de vegetación en áreas de barbecho temporal y estableciendo infraestructuras ecológicas alrededor de los propios viñedos (por ejemplo, setos de especies vegetales bien adaptadas, pero poco invasivas, y con una floración considerable) (foto 2) y dentro de ellos (caso de cubiertas vegetales permanentes o temporales, espontáneas o sembradas) (foto 3).
Control biológico por inundación
Otra estrategia de control biológico es la denominada inundativa, que se basa en la liberación intencionada en los viñedos de grandes poblaciones de enemigos naturales para conseguir un control inmediato del agente perjudicial. Un caso particular de ella consiste en la aplicación de los denominados biopesticidas, que son formulaciones comerciales que incluyen, bien microorganismos entomopatógenos que provocan enfermedades letales en los artrópodos plaga de la vid, bien microorganismos antagonistas que tienen efectos negativos sobre los patógenos del cultivo.
Los organismos entomopatógenos autorizados actualmente en este cultivo son los siguientes:
1.- Microorganismos para el control de polilla del racimo, Lobesia botrana. Los únicos productos autorizados están formulados a base de toxinas y esporas de Bacillus thuringiensis (variedades aizawai y kurstaki), bacteria que se lleva utilizando desde hace décadas en todo el mundo. Estos productos actúan por vía oral y alteran la permeabilidad del intestino medio del insecto provocando una grave septicemia.
2.- Microorganismos para el control de ácaros tetraníquidos. Actualmente solo existe un producto de este tipo, formulado a base de esporas del hongo Beauveria bassiana (cepa ATCC 74040). Estas esporas germinan al entrar en contacto con la cutícula del ácaro y el hongo la atraviesa llegando al interior de su cuerpo. Una vez ahí, produce toxinas que provocan la muerte de la plaga y el micelio coloniza todos los órganos internos.
3.- Microorganismos para el control de trips. Para el control de estos insectos se encuentran productos a base de esporas del hongo Metarhizium anisopliae var. anisopliae (cepa F52), además del ya mencionado B. bassiana (cepa ATCC 74040). El modo de acción es similar al ya descrito en el punto anterior.
Con respecto al control de enfermedades de la vid, se dispone de diversos biofungicidas formulados a base de microrganismos antagonistas (hongos o bacterias) que pueden actuar contra los patógenos del cultivo mediante cuatro mecanismos: (i) antibiosis (inhibición o destrucción mediante la excreción de antibióticos o enzimas líticas con efecto tóxico); (ii) micoparasitismo (destrucción del hongo patógeno por efecto del parasitismo que lleva a cabo el hongo antagonista); (iii) competencia por los nutrientes o el espacio (el antagonista toma los nutrientes que requiere el patógeno para iniciar la infección u ocupa los lugares por los que el patógeno penetra en la planta); y (iv) resistencia sistémica inducida (el antagonista estimula los mecanismos de defensa de la planta frente a los patógenos).
Los antagonistas que actualmente están autorizados en vid son los siguientes:
1.- Microorganismos para el control de botritis (Botrytis cinerea):
1.1. Aureobasidium pullulans (cepa DSM 14940 + cepa DSM 14941). Es un hongo que compite con el patógeno por los nutrientes y el espacio, pero además produce compuestos antifúngicos y enzimas líticos.
1.2. Bacillus amyloliquefaciens (cepas FZB24 y MBI 600 y ssp. plantarum cepa D747). Esta bacteria actúa de la misma forma que el antagonista anterior, pero además induce la aparición de resistencia sistémica en la planta.
1.3. Bacillus subtilis (cepa QST 713). Se trata de otra bacteria productora de antifúngicos y que activa los mecanismos de defensa del cultivo.
1.4. Pythium oligandrum (cepa M1). Hongo micoparásito que, además, excreta enzimas líticos, compite por los nutrientes y estimula la defensa de la planta.
1.5. Saccharomyces cerevisiae (cepa LAS02). Esta levadura actúa contra botritis compitiendo por los nutrientes presentes en la superficie de las bayas y por los lugares de infección.
1.6. Trichoderma atroviride (cepa SC1). Al parecer, este hongo presenta buena persistencia sobre los órganos aéreos de la planta y actuaría contra el patógeno inhibiendo el crecimiento micelial y estimulando las defensas.
2.- Microorganismos para el control del oídio (Erysiphe necator):
2.1. Ampelomyces quisqualis. Se trata de un micoparásito específico de los oídios que destruye las colonias del patógeno en sus momentos iniciales.
2.2. Bacillus amyloliquefaciens (cepa FZB24). Como ya se ha comentado, esta bacteria también está autorizada para el control de botritis y su modo de acción se ha especificado en ese punto.
2.3. Bacillus pumilus (cepa QST 2808). Esta bacteria actúa produciendo aminoazúcares con efecto antifúngico y estimula los mecanismos de defensa de la planta.
3.- Microorganismos para el control de enfermedades de la madera:
3.1. Trichoderma asperellum (cepa ICC012) + Trichoderma gamsii (cepa ICC080). Estos hongos colonizan las heridas de poda y previenen la infección de los patógenos mediante varias estrategias: competencia por los nutrientes, excreción de antifúngicos y micoparasitismo. También están autorizados contra armillaria.
3.2. Trichoderma atroviride (cepas I-1237 y SC1). Actúa contra los patógenos responsables de las enfermedades de la madera de la misma forma que las dos especies anteriores.
Es necesario resaltar que todos estos biopesticidas deben usarse de forma preventiva y siguiendo rigurosamente las indicaciones que aparecen en la etiqueta del producto para que sean eficaces.
Utilización del ozono para el manejo de enfermedades
Otra herramienta alternativa al empleo de productos fitosanitarios que se está proponiendo en la actualidad consiste en la aplicación de ozono. Esta sustancia ya está siendo utilizada como germicida en la industria alimentaria, en el tratamiento de agua de uso urbano y en el control de agentes patógenos en productos vegetales en postcosecha.
En la actualidad, se está estudiando el uso del ozono en viñedo mediante pulverización del follaje con equipos generadores de esta sustancia instalados sobre los atomizadores (en este caso, sobre todo contra el oídio, foto 4), cuyo carácter ectopatógeno hace que esté más expuesto que otros hongos endopatógenos como el mildiu o la botritis) y a través de la aplicación de agua ozonizada mediante irrigación, como alternativa sostenible a la fumigación de suelo con productos fitosanitarios convencionales (por ejemplo, contra hongos fitopatógenos asociados al pie negro o a la enfermedad de Petri, o contra nematodos fitopatógenos como Xiphinema index, transmisor de la virosis del entrenudo corto).
Sin embargo, cuando se valora esta utilización del ozono hay que tener en consideración que esta sustancia no es selectiva, por lo que, además de afectar a los microrganismos fitopatógenos, puede romper el equilibrio de la microbiota del agroecosistema, tener efectos negativos directos sobre las plantas o influir indirectamente sobre las relaciones planta-patógeno.
Son diversos los estudios científicos que se han llevado a cabo sobre el efecto del ozono en el caso concreto del complejo planta-hongo fitopatógeno. Varios de ellos han demostrado, en situaciones concretas, que esta sustancia puede afectar a la formación, liberación y germinación de esporas, y al crecimiento de las hifas y colonización de los tejidos susceptibles del huésped. Por otro lado, también se ha demostrado que el ozono puede inducir cambios en el metabolismo de la planta, frecuentemente asociados con una reducción de su crecimiento y vigor y con un aumento de la susceptibilidad a hongos fitopatógenos facultativos.
Finalmente, también se ha comprobado que en plantas cultivadas sometidas a niveles elevados de ozono atmosférico se producen cambios bioquímicos, algunos asociados con los mecanismos generales de defensa de las plantas; a este respecto, se ha sugerido que existe una gran similitud entre las respuestas de defensa inducidas en las plantas por el ozono y las inducidas por los propios organismos fitopatógenos.
En definitiva, es necesaria la realización de un mayor número de investigaciones que corroboren los resultados que se van obteniendo con el ozono (muy variables hasta el momento) y que tengan en consideración evaluar su efecto tanto sobre las poblaciones de patógenos como en el equilibrio de la microbiota. Asimismo, estos estudios de eficacia debieran contemplar el efecto del tratamiento en los cultivos, pudiéndose producir tanto consecuencias positivas (como la estimulación vegetativa o la inducción de resistencia al estrés biótico o abiótico) como negativas (fitotoxicidades en el cultivo o disminución de la producción).
Implicaciones del cambio climático en el manejo de Lobesia botrana
Continuando con el análisis de algunos de los problemas fitosanitarios de la vid en la actualidad, merece la pena destacar el caso de la polilla del racimo, Lobesia botrana (foto 5), que sigue siendo considerada como la plaga más importante a nivel general en España y cuyo manejo se va a ver muy condicionado por el cambio climático. Este fenómeno ya está universalmente aceptado y supone que, como consecuencia del incremento de las emisiones a la atmósfera de gases con efecto invernadero, se están produciendo cambios estadísticamente relevantes respecto a los patrones climáticos existentes anteriormente.
Este cambio climático trae consigo, entre otras consecuencias, un incremento confirmado en la temperatura media global del aire, así como variaciones en otros factores abióticos. Estas modificaciones están afectando, a su vez, a aspectos importantes de la morfología, biología y ecología de especies plaga de los cultivos, tal como se está demostrando ya para muchas de ellas. En el caso de L. botrana, son varios los cambios que está experimentando y que van a tener una incidencia clave en su manejo y que, por tanto, es importante conocer.
En primer lugar, como organismo ectotermo que es, experimenta un aumento en su velocidad de desarrollo a medida que sube la temperatura, hasta que esta alcanza la denominada temperatura óptima. Como consecuencia de ello, se ha observado un adelanto significativo de su fenología y un aumento del número de generaciones por año en distintas zonas vitícolas españolas. Estas variaciones en el ciclo estacional de la polilla del racimo, junto con modificaciones también en el de la vid, pueden provocar una asincronía entre las fenologías de plaga y cultivo y traer importantes consecuencias en las interacciones entre ambos. Así, por ejemplo, se podría producir un cambio notable en los daños ejercidos por la última generación de la plaga, consecuencia de la aparición de generaciones más tardías y del adelanto de las fechas de vendimia.
Por otro lado, la llegada de inviernos más suaves y húmedos puede resultar perjudicial para las pupas hibernantes de L. botrana, estado de desarrollo que se vería afectado por un incremento de la patogenicidad y virulencia de bacterias y hongos entomopatógenos. Sin embargo, cuando se habla del efecto de enemigos naturales, dada la complejidad de las relaciones entre estos, las plagas y los cultivos, es necesaria una investigación detallada del impacto del cambio climático sobre las relaciones tritróficas, para poder determinar el efecto final sobre la eficacia del control biológico natural.
Por último, el cambio climático también afecta de modo significativo a las áreas de distribución geográfica de las plagas de los cultivos, y de L. botrana en particular. A este respecto, poco a poco se van encontrando estudios basados en diferentes escenarios de cambio climático que acaban planteando importantes modificaciones en el área de distribución futura de la polilla en España y en Europa (en todos los casos se prevé un avance muy significativo hacia zonas de mayor latitud). El conocimiento temprano de estos cambios resulta fundamental para prever importantes problemas futuros y organizar con tiempo sus posibles soluciones.
La amenaza de Xylella fastidiosa
En un recorrido sobre los problemas actuales del cultivo de la vid, no puede dejar de mencionarse la preocupación existente en la viticultura española por la posible llegada y expansión de la enfermedad de Pierce (foto 6). El patógeno que la causa es la bacteria X. fastidiosa, que se considera actualmente como la principal amenaza para el viñedo. En Europa, aunque se han detectado brotes de esta bacteria en otros cultivos (como olivo o almendro), en viñedo únicamente se ha detectado su presencia en las Islas Baleares, habiéndose corroborado que la causante de la enfermedad es la subespecie fastidiosa ST1.
A partir de esta detección, producida en 2017, se han acometido numerosos proyectos de investigación que han permitido tener un mayor conocimiento tanto de la enfermedad como de los insectos vectores que la transmiten. Entre otras cuestiones se está trabajando en la caracterización de las poblaciones de la bacteria, en su detección y efecto en diferentes especies vegetales, en sistemas de detección de la incidencia mediante imágenes aéreas, en el desarrollo y validación de modelos epidemiológicos, y en el conocimiento de las especies de insectos potencialmente vectores, así como su capacidad de transmisión a las plantas huésped.
Hay que destacar que el conocimiento generado es fundamental para afrontar el control de la misma en caso de producirse un brote de este organismo. Asimismo, también ha contribuido a adaptar las medidas para evitar la introducción y la propagación de X. fastidiosa dentro de la UE, contempladas en el recién publicado Reglamento de Ejecución (UE) 2020/1201, habiéndose establecido las mismas de acuerdo con el conocimiento científico generado y la experiencia adquirida en la gestión de los brotes europeos.
En relación con los insectos vectores, conviene señalar que se han realizado prospecciones en viñedo en diferentes lugares de España, habiéndose encontrado vectores tanto en la cubierta vegetal del suelo como en la superficie foliar del cultivo. En las prospecciones realizadas en viñedo en La Rioja se han encontrado tanto los insectos vectores confirmados (Philaenus spumarius y Neophilaenus sp.), como otros potenciales vectores (caso de Cicadella viridis, Cercopis intermedia y Lepyronia coleoptrata), siendo bajas las densidades de población observadas.
En cuanto a los estudios de tolerancia o resistencia varietal a la enfermedad de Pierce que se están realizando en las Islas Baleares, los resultados preliminares indican que las diferencias encontradas entre las variedades vitícolas estudiadas son muy inferiores a las observadas en otros cultivos como el almendro, en el que sí se han encontrado algunas variedades que presentan resistencia a X. fastidiosa.
A este respecto, merece la pena señalar que los investigadores de la Universidad de California en Davis han lanzado nuevas variedades de vid resistentes a la enfermedad de Pierce y con buenas aptitudes enológicas. Para ello, se cruzó Vitis vinifera con Vitis arizonica, ya que esta última porta un gen dominante para la resistencia a la enfermedad de Pierce. Su selección ha tardado unos veinte años, pero ha concluido favorablemente, con la comercialización de tres variedades tintas (Camminare Noir, Paseante Noir y Errante Noir) y dos blancas (Ambulo Blanc y Caminante Blanc), esperándose más selecciones para los próximos años.