No se descubre nada nuevo si afirmamos que el campo andaluz se encuentra en un momento de cambios en este 2017. El olivar no es ajeno a estas transformaciones, que dada la extensión del cultivo, pueden ser más relevantes. El objeto de este artículo es hacer un esbozo de los principales retos a los que se enfrentan los olivareros andaluces en cuanto a la sanidad vegetal del cultivo.
Manuel J. Ruiz Torres. Laboratorio de Producción y Sanidad Vegetal de Jaén.
Los cambios que se perciben son de dos naturalezas: unos son generales y están en relación al medio ambiente, y otros son particulares del cultivo. Ambos constituyen los retos para el olivarero (cuadro I).
Cuadro I. Retos en la sanidad vegetal del olivar andaluz.
Retos ambientales | Cambio climático |
Degradación ambiental | |
Retos vinculados al cultivo
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Nuevos patógenos – Xylella fastidiosa |
Escasez de métodos de control | |
Formación continua |
En relación al medio ambiente, la principal fuente de transformación viene del cambio climático que está empezando a producirse, y que incide de manera directa en la presencia de plagas y enfermedades. Pero también hay impactos ambientales provenientes de una concepción insostenible de la agricultura, que afectan negativamente al cultivo.
Los retos específicos del olivar están en relación con los nuevos patógenos potenciales (especialmente Xylella fastidiosa), con la escasez de los métodos de control que han quedado disponibles para garantizar la sanidad vegetal y con la necesaria formación del olivarero.
Retos ambientales
Cambio climático
Las evidencias con las que se trabaja en la comunidad científica son que se va produciendo paulatinamente un cambio climático, consistente en un incremento de la temperatura1. Esto incide directamente en los ciclos vitales de todos los seres vivos, y por tanto, también en los de los agentes patógenos del olivar. Todavía es muy pronto para asegurar qué cambios van a ocurrir, pero hay observaciones que ofrecen indicios.
En nuestro clima, el cambio climático está haciendo más calurosa y prolongada la época estival, que comienza desde el último tercio de la primavera y se prolonga hasta bien avanzado el otoño. El clima benigno llega hasta casi el final del otoño, y los rigores del frío invernal se producen en menos días del invierno.
Con este escenario, pueden aparecer cambios en la abundancia y dinámica de poblaciones de insectos, con modificaciones en el desarrollo de los ciclos vitales e incluso incremento del número de generaciones anuales. Por ejemplo, en los últimos años se ha observado que la generación estival de la mosca del olivo (Bactrocera oleae) se reduce mucho, pasando casi inadvertida en la mayoría de las comarcas olivareras, debido a las altas temperaturas2. Sin embargo, en otoño ha sido frecuente tener dos generaciones (en zonas en las que el frío permitía sólo una), de tal manera que en fechas en las que se inicia la recolección temprana, se han alcanzado los picos máximos de población.
Esta circunstancia ha modificado sensiblemente la estrategia de lucha, porque los umbrales de decisión se han acercado a los momentos de recolección, con todo lo que implica en la elección del insecticida adecuado según los plazos de seguridad.
También se han tenido observaciones puntuales del inicio de una generación otoñal de barrenillo del olivo (Phloeotribus scarabaeoides), circunstancia totalmente inusual (observación personal). Y es posible que, en una zona del sur de Córdoba, que ha sufrido importantes daños a causa del algodoncillo3 (Euphyllura olivina), también se hayan desarrollado cuatro generaciones de esta plaga (una más de lo común en Andalucía), aunque este punto está todavía por confirmar.
En relación a las enfermedades, también se están observando algunos hechos que pueden dar pistas sobre el nuevo escenario. Así, en otoño, en amplias zonas de Andalucía, en los dos últimos años han coincidido días de temperaturas muy benignas (superiores a 15oC) con fuertes rociadas que dejaban la masa foliar con agua libre durante las primeras horas de la mañana. En estas circunstancias, el desarrollo de muchos hongos se ve favorecido.
Sin poder atribuir todavía una clara relación de causa y efecto, no sería descabellado pensar que estas circunstancias meteorológicas puedan estar detrás del incremento puntual de daños producidos por hongos no habituales, como lepra (Neofabraea vagabunda), o el incremento de daños4 en aceituna de repilo plomizo (Pseudocercospora cladosporioides), que tampoco suelen ser frecuentes.
En definitiva, esta situación paulatina de cambio climático también va a traer modificaciones en la sanidad vegetal del olivar: cambios en los ciclos biológicos, agentes que incrementan su presencia y otros que disminuyen5.
Impacto y degradación ambiental
La implantación de un modelo intensivo de agricultura, desde mitad del siglo XX, llegando a la máxima simplificación de los agroecosistemas, ha dado lugar a unos campos insostenibles, desde el punto de vista ecológico y económico. En el olivar, esta degradación ambiental también está teniendo efectos acumulados en la sanidad vegetal6.
En general, cuando un sistema natural se simplifica al máximo (en el caso del olivar, ha quedado reducido a la mínima expresión en amplias zonas: olivo y suelo, únicamente), se vuelve más frágil frente a las perturbaciones.
La pérdida de diversidad biológica en el olivar ha puesto de manifiesto que se incrementan las probabilidades de que aparezcan daños puntuales de insectos, que hasta ese momento habían pasado desapercibidos. Son numerosos los ejemplos que ilustran este fenómeno, y se basan en la pérdida de depredadores y parasitoides a causa de tratamientos insecticidas frecuentes e indiscriminados o la simplificación de hábitats del agroecosistema.
Hay muchos estudios que ponen de manifiesto la importancia de los servicios ecosistémicos de la biodiversidad, es decir, la utilidad que tienen para el cultivo la presencia de determinadas especies vegetales y animales no productivas, pero que incrementan la rentabilidad de la explotación al reducir los inputs.
Esto está llevando al nacimiento de una nueva tecnología, basada en el manejo de la biodiversidad beneficiosa para el cultivo, dando lugar a un auténtico diseño de la finca, implantando cubiertas vegetales específicas y diferentes estructuras ecológicas que consigan incrementar la fortaleza del agroecosistema frente a las perturbaciones7.
En otras palabras, el incremento de la biodiversidad y de la sostenibilidad ecológica del cultivo, proporcionan mayor rentabilidad que la ausencia de ambas.
Retos vinculados al cultivo
Al principio de este artículo se han identificado los más importantes, a saber:
1. La posibilidad de que aparezca Xylella fastidiosa en el olivar andaluz. En el momento de escribir estas líneas, en septiembre de 2017, no hay ningún indicio de la presencia de esta bacteria en Andalucía, pero no es imposible que aparezca, dado que ya está presente en la Península Ibérica. Lo más importante a tener en cuenta ante este reto fitosanitario es:
- Hacer caso de las indicaciones de la normativa y de los especialistas. Es imprescindible no repetir los errores que se tuvieron por parte de todos con otra enfermedad contagiosa, incurable y mortal (la verticilosis), que ya se halla repartida por todo el olivar andaluz. Y esto pasa por una disciplina en el seguimiento de las indicaciones de los especialistas.
- Si no se tiene la enfermedad (que es la situación actual) es inútil hacer tratamientos insecticidas contra los posibles vectores, porque no llevan la bacteria, ni desaparecerán por completo sus poblaciones. Con ello, lo único que se consigue es incrementar sin necesidad los gastos de explotación y perder los beneficios de los depredadores y parasitoides.
2. Escasez de métodos de control. Durante los últimos años, a raíz de la legislación de la Unión Europea, se han reducido considerablemente la cantidad de materias activas fitosanitarias para uso agrícola, y el olivar no ha sido una excepción, con el agravante de que en este cultivo la proporción de otros métodos de control (físicos, biológicos y biotecnológicos) es muy pequeña aún.
Esta situación supone un auténtico reto, porque a causa de los cambios ambientales, van a cobrar más importancia plagas y enfermedades que ahora no lo son, o son minoritarias, y para las cuales no hay registros fitosanitarios en la actualidad.
A esto se suma el hecho de que existen soluciones de eficacia contrastada, pero que no son producidas comercialmente por el sector privado como, por ejemplo, el hongo entomopatógeno Metarhizium brunneum contra la mosca del olivo (Yousef et al. 2016), o las semillas de mostazo blanco (Sinapis alba var. mairei) para crear cubiertas vegetales con esta crucífera, que permitan la biofumigación contra la verticilosis (Alcántara et al. 2008; Cabeza y Bejarano, 2008).
Para abordar este reto es importante seguir los siguientes puntos:
- Restringir los tratamientos fitosanitarios sólo cuando sea estrictamente necesario, y si es posible, por indicación de un asesor/ra técnico/a.
- Seguir los criterios de la Gestión Integrada de Plagas (GIP), en especial, aquellos relativos a la toma de decisiones para con los tratamientos fitosanitarios (Martin-Gil y Ruiz-Torres, 2014). Lo ideal sería estar dentro de una Agrupación de Producción Integrada (API).
- Utilizar los servicios ecosistémicos del cultivo para fortalecerlo frente a la acción de plagas y enfermedades. En este sentido, se está generando mucho conocimiento sobre lo necesario para asentar e incrementar las poblaciones de depredadores y parasitoides.
Por poner algunos ejemplos, Nave et al. (2017) han descubierto las especies idóneas de la cubierta vegetal para mantener poblaciones de Chelonus eleaphilus, importante parasitoide de la polilla del olivo (Prays oleae); también se conoce que colocando una determinada cantidad por hectárea de plantas de Dittrichia viscosa, se consolidan las poblaciones de Eupelmus urozonus, parasitoide de la mosca del olivo (Warlop, 2006); o las pequeñas estructuras que colocadas en la parcela, ayudan a mantener las poblaciones invernales de Chrysoperla carnea, importante depredador de varias plagas.
El uso de los servicios ecosistémicos requiere de una formación por parte de asesores técnicos, porque son tecnologías novedosas que implican un auténtico diseño del agroecosistema.
3. Por último, la formación continua de todo el sector sigue siendo una materia pendiente, que constituye un auténtico reto. Hay varias necesidades de formación:
- Formación básica del agricultor. Todavía se mantienen muchos criterios obsoletos frente a las plagas y enfermedades y sus métodos de control. Todo esfuerzo que se haga en este sentido es poco, y la GIP no podrá implementarse adecuadamente hasta que se supere de manera mayoritaria este obstáculo.
- Formación básica de asesores técnicos. No faltan los asesores que no han sabido reciclarse en los criterios de la GIP.
- Formación continua de los asesores técnicos. Este ámbito de formación incluye los programas de estudio que permitan el acceso a las novedades en la sanidad vegetal del olivar. Lo recomendable sería que cada vez mayor número de explotaciones se organizaran en torno a APIs.
Y por último, desterrar la mentalidad que hay tras la expresión “Toda la vida de Dios se ha hecho así”, que encierra un conocimiento muchas veces obsoleto, que dificulta acoger las medidas necesarias para una sanidad vegetal que está cambiando profundamente.
Notas del autor
1 En la página de la Agencia Estatal de Meteorología pueden consultarse resúmenes climáticos que ponen de manifiesto cómo las temperaturas medias de los últimos años son superiores a la media del período 1971-2000.
2 Con temperaturas superiores a 36oC y baja humedad relativa, hay mortalidad de huevos y larvas, e incluso adultos, si persisten o se elevan estas condiciones (De Andrés, 1997).
3 Generalmente, este insecto no produce daños apreciables en el olivar, y en el caso de esta zona situada entre los municipios de Cabra, Rute y Lucena, todavía no están claras las causas de este importante ataque (observación personal).
4 Según datos del Laboratorio de Producción y Sanidad Vegetal de Jaén.
5 Ponti et al. (2014) han realizado un modelo sobre la futura incidencia de la mosca del olivo (Bactrocera oleae) en función de las previsiones de cambio de clima, llegando a establecer cambios significativos en la importancia regional de esta plaga a causa del cambio climático.
6 Por poner sólo dos ejemplos, de los muchos que pueden encontrarse en la bibliografía sobre este punto, Duarte et al. (2008) hacen una buena síntesis sobre la biodiversidad en el olivar andaluz; y Ruiz-Torres (2012) ofrece una reflexión sobre la biodiversidad y la sanidad vegetal del olivar.
7 Por ejemplo, Paredes et al. (2013) ponen de manifiesto la sinergia entre la vegetación natural y las cubiertas vegetales y los enemigos naturales de las plagas del olivar, y Porcel et al. (2016) describen el efecto de la vegetación en las poblaciones de crisópidos.