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I+D+i

Mejora de la sostenibilidad ambiental y económica de la producción de trigo en España

Mejora de la sostenibilidad ambiental y económica de la producción de trigo en España

El Grupo Operativo supra-autonómico Innovatrigo surge para dar respuesta a los desafíos a los que se enfrentan las explotaciones cerealistas por la pérdida de su rentabilidad. Entre los objetivos del GO se busca integrar a todos los actores de la cadena de producción del trigo como medio para favorecer la innovación enfocada a una agricultura sostenible, mediante el uso más eficiente de los recursos naturales.

Francisco Márquez García1, Jesús A. Gil Ribes1, 3, Jose María Basanta Reyes2, Gregorio L. Blanco Roldán1. 1GI AGR 126 Mecanización y Tecnología Rural. Departamento de Ingeniería Rural. ETSI. Agronómica y de Montes. Universidad de Córdoba. 2Asociación Española de Técnicos Cerealistas. 3Asociación Española de Agricultura de Conservación-Suelos Vivos.

La superficie cultivada de trigo en España se ha mantenido estable desde 2011, con un incremento cercano al 4% alcanzando los 2 mi­llones de hectáreas en los últimos años. Esta situación se debe principalmente a tres razones: la pérdida de rentabilidad económica de las explotaciones cerealistas, la falta de relevo generacional y la es­casa sostenibilidad ambiental, como consecuencia de que en más del 89% de la superficie española el método mayoritario de manejo de suelo es el laboreo.

El Grupo Operativo supra-autonómico Innovatrigo surge para dar respuesta a es­tos desafíos, centrándose en la realización y fomento de acciones innovadoras para la mejora de la sostenibilidad ambiental y económica de la producción de trigo en Es­paña a través de actuaciones en todos los eslabones de la cadena, promoviendo etiquetados de calidad ambiental baja en emisiones que proporcionen mayor valor añadido al producto.

Innovatrigo cuenta con nueve socios: la Asociación Española de Técnicos Ce­rea­listas como representante, la Univer­si­dad de Córdoba con el Grupo de In­ves­ti­ga­ción AGR-126: Mecanización y Tec­no­logía Rural de la ETSI Agronómica y de Montes como coordinador técnico, la agencia especializada en el sector agroali­men­tario Agrifood Comunicación, la em­pre­sa de fertilizantes Antonio Tarazona y la Asociación Española Agricultura de Conservación Suelos Vivos como socios be­neficiarios, y Carrefour, Sociedad Coo­pe­rativa Dcoop, Grupo AN y Transfer Con­sultancy como colaboradores.

Entre los objetivos del GO se busca in­tegrar a todos los actores de la cadena de producción de trigo: agricultores, técnicos, industria transformadora y distribución, como medio para favorecer la innovación enfocada a una agricultura sostenible, me­diante el uso más eficiente de los recursos naturales. Así como adaptar y promover tecnologías innovadoras entre los agricultores y la sociedad en general, que fomenten una producción de trigo rentable y sostenible con retorno para los agricultores y todos los componentes de la cadena, y que reduzcan su impacto sobre el cambio cli­mático.

Foto 1. Nascencia de trigo blando en siembra directa en la parcela de la UCO en Córdoba.

Todo ello, mediante la promoción e im­plantación de Buenas Prácticas Agrícolas innovadoras (BPAs) que fomenten el desarrollo de una agricultura sostenible y que re­duzca la emisión de gases de efecto invernadero:
– Rotación de cultivos.
– Buenas prácticas en el uso de fitosanitarios.
– Sistemas de ayuda al guiado.
– Semilla certificada.
– Siembra directa.
– Abonado de fondo incorporado en la línea de siembra.
– Distribución variable de fertilizante.
– Fertilizantes con sistemas de control de liberación en suelo.
– Productos bioestimulantes mezclados con los fitosanitarios.
– Recolección de cosecha con monitor de rendimiento.
– Utilización de cadenas de aprovisionamiento de proximidad.

Entre las BPAs a fomentar destacan las enfocadas a reducir el uso de combustible como la siembra directa, que al suprimir el laboreo, reducen en más de un 60% las emisiones directas relativas a las operaciones agrícolas (foto 1).

Foto 2. Muestreo con sensor de medición de la conductividad eléctrica del suelo para poder realizar mapas que permiten aplicar fertilizante de manera variable.

Otro de los pilares del proyecto es el fomento del uso de las nuevas tecnologías que, basadas en la utilización de satélites y otras tecnologías para el estudio de la variabilidad de las explotaciones como los monitores de cosecha o los sensores de conductibilidad eléctrica (foto 2), permiten elaborar mapas de prescripciones y conocer de manera más exhaustiva el estado y las necesidades de los cultivos y así, poder aplicarles los insumos cuando y como los necesitan.

Con esta información se pueden controlar las máquinas que trabajan en el campo y distribuir de manera variable, por ejemplo, el fertilizante, que es de todos los insumos utilizados en la producción trigo el que más energía consume, casi el 60% de la total utilizada en su producción. También se fomenta dentro del GO el uso de sistemas de ayuda al guia­do para reducir los solapes de las ope­­raciones y, por tanto, no malgastar ma­­terias primas.

Dada la importancia que tienen los fertilizantes en cuanto a las emisiones GEI de la producción de cereal, se han fomentado como BPAs la incorporación de abo­no de fondo en la línea de siembra, el uso de bioestimulantes y la aplicación de fertilizantes con inhibidores de la volatilización y/o liberación en el suelo en la cobertera

Por último, también se fomentará otra se­rie de BPAs que no solo reducen el im­pacto sobre el cambio climático, sino que también mejorarán la sostenibilidad am­bien­tal de las explotaciones de manera general, como la rotación de cultivos, las buenas prácticas en el manejo de fitosanitarios y el uso de semilla certificada.

Resultados

Figura 1. Número de espigas cosechadas por metro cuadrado.

Se dispusieron dos campos demostrativos de gran tamaño, en Córdoba y en Na­va­rra, comparando las prácticas convencionales de la zona con las BPAs propuestas. Los resultados de la campaña 2018/19, solo se obtuvieron en la finca de la UCO, al no dar tiempo tras la concesión del proyecto a sembrar en Navarra. En el campo demostrativo de Córdoba para el número de espigas las BPAs incrementaron la cantidad frente a las prácticas convencionales, mostrando representación es­tadística como se muestra en la figura 1.

De media las BPAs propuestas obtuvieron un total de 438 espigas/m2 frente a las 416 espigas/m2 de los sistemas convencionales.

El manejo con BPAs también aumentó de media la producción frente a los sistemas convencionales, aunque sin resultados estadísticamente significativos (figura 2). Este incremento no fue elevado, 4.687 kg/ha frente a 4.598 kg/ha (89 kg/ha), pero teniendo en cuenta que en estos sistemas el agricultor ha de gastar menos dinero, tal y como se mostrará a continuación, lo que favorece que el beneficio aumente. En la campaña actual, recién cosechada en la UCO, el aumentó de producción fue de un 12,5%. En Navarra aún no se ha recolectado.

Figura 2. Cosecha obtenida (kg/ha).

Realizando un balance económico de las operaciones llevadas a cabo en cada ma­nejo y de los insumos utilizados se ob­tuvieron los gastos de cultivo. Como se muestra en el cuadro I, las BPAs redujeron de manera muy importante los costes de las operaciones de cultivo al suprimir el laboreo.

Los sistemas de ayuda al guiado disminuyeron los solapes y por tanto el gas­to en semilla. También redujeron el con­sumo total de abono. Sin embargo, en las BPAs se utilizaron abonos con más tec­nología que resultan algo más caros, de ahí el leve aumento de precio en la fertilización de los cultivos con respecto a las prácticas convencionales (17,5%). Final­men­te aumentó ligeramente el gasto en productos fitosanitarios al sustituir las la­bran­zas por una aplicación más de glifosato.

 

Cuadro I. Distribución de costes de cultivo.

Costes (€/ha) Buenas prácticas Prácticas convencionales
Operaciones de cultivo 143 229
Semilla 68,4 70,2
Fitosanitarios 82 70,8
Fertilizante 187,2 159,3

 

Atendiendo al coste total de cada ma­nejo evaluado (cuadro II), se aprecia cómo las BPAs redujeron estos en 42,7 €/ha. Como se mostró en figura 2 la producción de trigo aumentó y, por tanto, el ingreso bruto pasó de 862,4 €/ha en las BPAs respecto a 846 €/ha en las prácticas convencionales. Estas dos situaciones ocasionaron que el beneficio bruto fuera de 316,7 €/ha en las prácticas convencionales y de 375,8 €/ha en las BPAS, lo que su­puso un incremento del 18,7%

 

Cuadro II. Costes de cultivo totales, ingresos y beneficio bruto.

  Buenas Prácticas Prácticas convencionales
Coste total 486,6 529,3
Ingreso bruto 862,4 846
Beneficio bruto 375,8 316,7

Figura 3. Consumo de combustible de cada manejo evaluado.

 

Junto con la evaluación económica también se llevó a cabo un análisis energético que se pasó a cantidad de emisiones de CO2 equivalente. En la figura 3 se muestra el consumo total por hectárea de gasoil tanto para las BPAs propuestas como para el manejo convencional evaluado. Este se redujo en un 61,8%, pasando de 63,4 l/ha en el sistema convencional a 24,2 l/ha en el sostenible. Una reducción si­milar se dio en el número de horas por ha que se emplean en completar los sistemas de cultivo del trigo.

Al calcular las emisiones de CO2 equivalente de todas las tareas necesarias para cultivar el trigo en los dos manejos evaluados (cuadro III) se aprecia cómo las emisiones se redujeron de manera muy importante en prácticamente todos los indicadores estudiados, salvo en el uso de fitosanitarios, aunque el valor de este indicador con respecto al cómputo total de emisiones fue muy pequeño.

Con las BPAs se consiguió reducir las emisiones de CO2 equivalente en las operaciones de cultivo y el mantenimiento de ma­qui­naria en un 61,7%. Las emisiones en el uso de semillas se incrementaron muy le­vemente con los manejos convencionales, menos de un 2%. Por último, con el fertilizante que representa en ambos manejos más del 65% del total de emisiones se consiguió reducir las emisiones en un 25,4%.

 

Cuadro III. Emisiones de CO2 equivalente de cada uno de los manejos y tareas evaluadas.

Emisiones CO2 Buenas prácticas Prácticas convencionales
Operaciones cultivo 69,4 181,1
Mantenimiento maquinaria 21,4 56,1
Semillas 177,1 180,8
Fitosanitarios 86,9 39,7
Fertilizante 698,5 935,9

 

Estas circunstancias ocasionaron que las emisiones totales de CO2 equivalente fueran muy superiores en los manejos con­vencionales respecto a las BPAs propuestas (figura 4) pasando de 1.393,6 kg/ha a 1.053,1 kg/ha, que supuso una dis­minución de las emisiones totales en un 24,4%.

Por tanto, con las BPAs propuestas se consiguió producir más y de manera más económica y, además, emitiendo menos carbono. Estos hechos ocasionaron que se mejorara tanto la eficiencia en el uso del carbono (EC), como la productividad en el uso del carbono (PC), entendiéndose estos índices como:
– EC se define como la cantidad de CO2 equivalente contenida en el grano co­sechada dividida por la cantidad de CO2 equivalente gastado en la producción del trigo.
– PC se define como los kg de cosecha que se obtienen por cada kg de CO2 equivalente que se emite.

Figura 4. Emisiones de CO2 equivalente de cada manejo evaluado.

Los resultados obtenidos en ambos casos fueron positivos, se fijó más carbono en los cultivos que el que se emitió para su producción. Con la aplicación de las BPAs la EC fue del 4,15 respecto a los 3,08 de los manejos convencionales. Por tanto, este indicador se incrementó aplicando los sistemas sostenibles en un 34,7%. Igualmente, las BPAs consiguieron producir 4,45 kg de trigo por cada kg de CO2 equivalente que se emitió, frente a los 3,30 kg de trigo de las prácticas convencionales. Por tanto, este indicador se vio in­crementado con los sistemas sostenibles en un 34,8%, mostrándose este tipo de agricultura especialmente baja en carbono.

Se ha desarrollado un manual de las BPAs aplicadas y un sistema de certificación para su cumplimiento para los agricultores y para los demás componentes de la cadena. Siguiendo dicho manual, se permite usar un sello que reconoce el producto como bajo en emisiones y favorecer el posicionamiento del trigo. Estas prácticas además hacen que toda la cadena de valor, y especialmente los agricultores, pue­dan obtener un retorno económico.

Conclusiones

Con el GO Innovatrigo se ha conseguido demostrar cómo con la aplicación de BPAs enfocadas a promover una agricultura más sostenible e innovadora no solo se puede mejorar la sostenibilidad am­biental del cultivo, reduciendo de manera muy importante su impacto sobre el cambio climático, sino que también se mejora la rentabilidad ambiental de las explotaciones al reducir sus costes. Además influye sobre la capacidad de posicionar mejor la cosecha en los mercados a través de un proceso de certificación que garantiza la trazabilidad y calidad ambiental del grano producido.