Los problemas fitosanitarios más inminentes e importantes que tendrán que valorar los olivareros dentro de un plazo más o menos breve de tiempo son el repilo del olivo (Fusicladium oleaginum = Spilocaea oleagina, Hughes) y la polilla del olivo o prais (Prays oleae, Bern) por este orden de aparición. En este artículo se detallan las propuestas para una gestión integrada de ambos problemas en el marco del Real Decreto 1311/2012 de 14 de septiembre por el que se establece el marco de actuación para conseguir un uso sostenible de fitosanitarios.
Manuel José Ruiz Torres.
Laboratorio de Producción y Sanidad Vegetal de Jaén.
Ya está en vigor la gestión integrada de plagas, a la que, como toda norma que introduce cambios importantes, hay que ir acostumbrándose rápidamente. Ya se han tratado en otros números de Vida Rural los aspectos generales y los principios de la GIP, por lo que no vamos a desarrollarlos ahora, siendo el objetivo de este artículo exponer criterios para esta GIP de estos dos problemas fitosanitarios, que están en la línea de los sistemas de Producción Integrada, con un nivel menor de exigencia, y que bien podrían aparecer en la guía de cultivo correspondiente. La intención del autor no es adelantar ningún contenido de esta guía, sino dar a conocer cómo podría ser un modo de GIP del repilo y el prais.
Polilla del olivo o prais
La polilla del olivo o prais (Prays oleae) es un lepidóptero del olivar que tiene tres generaciones, cuyas larvas producen el daño al cultivo en diferente grado: la generación filófaga es muy poco dañina, seguida de la generación antófaga que destruye cosecha potencial y de la generación carpófaga que produce daño en cosecha real. Es la plaga del cultivo del olivo a la que seguramente se le dedique más esfuerzo y control por parte del agricultor, en amplias comarcas olivareras de España. Por lo tanto, ha sido una de las plagas a las que se ha dedicado más atención cuando empezaron a ponerse en marcha los programas de manejo integrado de plagas.
De manera resumida, el ciclo anual es el siguiente. En otoño los adultos depositan sus huevos en las hojas, dando lugar a la generación filófaga y las larvas nacidas se mantienen durante el invierno en galerías interiores que realizan en las hojas nada más nacer. Al final de esta estación, las larvas cavan galerías y cambian varias veces de hoja. En la última fase de larva ya no caben en el interior de la hoja y se alimentan exteriormente de yemas y hojas. Forman la crisálida generalmente en el envés de las hojas.
En abril y mayo, los adultos de la generación filófaga depositan los huevos en los botones florales, con marcada preferencia por el cáliz, dando lugar a la generación antófaga. Las larvas neonatas penetran dentro del botón y se alimentan fundamentalmente de las anteras y el estigma. Esta generación es la de evolución más rápida completándose en un mes y medio.
Los adultos de la generación antófaga, que aparecen de mayo a junio, realizan la puesta preferentemente en los restos del cáliz, situados cerca del pedúnculo del fruto, iniciando la generación carpófaga. Cuando nacen las larvas perforan directamente el fruto y entran en el endocarpo antes de que se endurezca el hueso. Se alimentan de la semilla hasta que a mediados de septiembre inician la salida de la aceituna para transformarse en crisálida en el suelo, periodo que dura hasta finales de octubre, cerrando el ciclo.
En los actuales criterios de gestión integrada de plagas se evalúa la presencia de Prays oleae a lo largo de las tres generaciones, con un procedimiento de monitorización que incluye el muestreo de las partes del árbol sensibles al lepidóptero en cada momento (hojas, flores o frutos). Para ello se selecciona una parcela de muestreo en el cultivo, que comprende veinte olivos similares, y se hacen en ellos los sucesivos muestreos cuando corresponda. La información obtenida podría ser válida para 300 hectáreas en torno a esta estación de control, siempre y cuando se trate de cultivos con características ambientales y agronómicas similares a la estación de control.
Este seguimiento de la plaga permite tomar las decisiones de tratamiento fitosanitario de una manera precisa en función de parámetros ambientales (clima, producción) y de la propia biología de la especie (tamaño de la población, momento en el ciclo biológico).
Para la generación filófaga el momento de muestreo para valorar las poblaciones es el estado fenológico B, de yema movida. De cada árbol de la estación de control se cogen diez brotes por árbol, al azar y en todas las orientaciones, y después de su observación se anotará el número de brotes atacados, con la siguiente operación: porcentaje de brotes atacados = (nº de brotes atacados / nº de brotes observados) x 100. En el caso de la generación filófaga, dada su escasa repercusión, sólo se aconsejan llevar a cabo tratamientos cuando la planta es muy pequeña y hay más de un 20% de brotes atacados.
Para la generación antófaga hay que hacer el muestreo entre el estado fenológico E (se aprecian los estambres) y el F (inicio de floración). En estos momentos se recogen diez inflorescencias de cada árbol de la estación de control, al azar y en todas las orientaciones, y diez brotes por árbol; se observan y se anotan el número de inflorescencias con formas vivas (huevo, larva o crisálida) y el número de inflorescencias por brote, y con esta información hay que calcular: porcentaje de inflorescencias con formas vivas = (nº de inflorescencias atacadas con formas vivas / nº de inflorescencias observadas) x 100 y nº de inflorescencias por brote = nº de inflorescencias / nº de brotes observados.
Se toma la decisión de poner en marcha una medida de control directo cuando a la vez hay más del 5% de flores con formas vivas de prais y además menos de 10 flores por inflorescencia. Si hay que hacer un tratamiento, el momento más adecuado es con un 20% de inflorescencias abiertas (estado fenológico F1).
Por último, en el caso de la generación carpófaga se cogen diez frutos por árbol, al azar y en todas las orientaciones, en el estado fenológico G, fruto cuajado. Se anota el número de frutos con formas vivas (huevos vivos o huevos avivados), y se calcula: porcentaje de huevos con formas vivas = (nº de frutos con formas vivas / nº de frutos observados) x 100, decidiendo el tratamiento con más de un 20% de frutos con formas vivas. El momento más adecuado para hacer un tratamiento es con el 20% de huevos eclosionados.
En la entomofauna del olivar existen numerosas especies de depredadores y parasitoides que, con una adecuada gestión del agrosistema, ayudan a controlar las poblaciones del prais. El establecimiento de zonas de compensación ecológica, es decir, zonas que no son tratadas con los métodos de control, permite un incremento notable del control biológico de la polilla del olivo por parte de depredadores y parasitoides autóctonos.
En este sentido, se considera una medida de prevención, previa a cualquier otra medida de control, el mantenimiento de cubiertas vegetales entre las hileras de olivos, las franjas de vegetación natural en las lindes, o las manchas de vegetación natural o introducida intercaladas entre el cultivo.
En caso de realizar un tratamiento fitosanitario hay que usar en primer lugar los autorizados en producción ecológica, y si no fuese posible, utilizar las materias activas autorizadas en producción integrada y, en último lugar, hacer el tratamiento con el resto de materias activas registradas.
Si fuese necesario hacer más de un tratamiento químico, se alternarán materias activas de diferentes grupos de insecticidas, por ejemplo, piretroides y organofosforados.
Como métodos de control biológico, se realizará el tratamiento con suspensión de Bacillus thuringiensis, siguiendo las dosis y recomendaciones del fabricante. Las variedades registradas son muy selectivas. También existe la posibilidad de liberar larvas de crisopa (Chrysoperla carnea) en el estado fenológico D1-D3 (para la generación antófaga) o G (para la generación carpófaga), como forma de reforzar las poblaciones naturales de este neuróptero, siguiendo las dosis e indicaciones del fabricante.
Además, para la generación carpófaga existe el tratamiento con caolín, siguiendo las dosis y recomendaciones del fabricante. El caolín crea una película de partículas minerales inocuas sobre el fruto, que lo hacen poco atractivo para que la hembra haga la puesta.
Repilo
Los síntomas más característicos de esta enfermedad, producida por un hongo, consisten en manchas circulares de color oscuro, rodeadas en ocasiones por una franja amarillenta que se desarrollan en el haz de las hojas. En el envés pueden aparecer manchas difusas a lo largo del nervio central que son menos distintivas. Antes de que aparezcan estos síntomas, la enfermedad puede encontrarse como repilo latente, momento en que el hongo ha invadido la hoja, pero todavía no ha dado lugar a los síntomas visibles. Para detectarlo hay que sumergir las hojas en una solución de sosa caústica al 5% durante 20 minutos. Si existe repilo latente aparecerán unos puntos negros, como hechos con rotulador, en el haz de la hoja.
Las esporas del repilo necesitan temperaturas entre 15-20ºC y lluvia o una humedad muy elevada (por encima del 98%) sobre los órganos susceptibles (las hojas) durante uno o dos días para dispersarse, causar infecciones en otras hojas y extender la enfermedad en la parcela. Por esto, el repilo es especialmente importante en los periodos húmedos del otoño-invierno y en primaveras lluviosas y frescas, periodos clave que deben ser considerados para prevenir el desarrollo de la enfermedad. Teniendo en cuenta esta información, el olivarero debe conocer en qué momento se dan juntas estas circunstancias favorables para el repilo: temperatura entre 15-20ºC y hojas mojadas durante uno o dos días. Hay muchas zonas en las que habitualmente no se dan estas condiciones climáticas (por lo que es rara la enfermedad) y sin embargo se trata por costumbre.
El daño que produce esta enfermedad es una defoliación y la consiguiente pérdida de productividad. Es muy rara la infestación del fruto, y cuando se produce hay una pérdida en la calidad del aceite.
Antes de hacer un tratamiento hay que hacer una valoración de la enfermedad, y para ello sirve la misma parcela de control del prais. La época de muestreo puede ser al final de verano, antes de las primeras lluvias, y al final del invierno, antes de que se den las condiciones ambientales favorables. En primaveras muy lluviosas, y dado que las hojas nuevas son más sensibles al ataque del hongo, es recomendable hacer otra evaluación del grado de ataque en la segunda mitad de la primavera. Se recogen 20 hojas seleccionadas en todas las direcciones, y se anota el número de hojas con manchas de repilo visible y/o repilo latente, para calcular porcentaje de hojas con síntomas = (nº de hojas con síntomas / nº de hojas observadas) x 100. Se recomienda hacer un tratamiento fungicida cuando hay más de 1% de hojas con repilo visible y/o latente.
Como medidas de prevención es necesario llevar a cabo podas que favorezcan la aireación del interior del árbol, y de este modo, que las hojas mojadas se sequen más rápido. Además, en aquellas zonas que tengan unas características ambientales propicias para este hongo es necesario no excederse en el abono nitrogenado. Igualmente, en nuevas plantaciones en zonas que tengan condiciones ambientales muy favorables para el desarrollo de la enfermedad, pueden utilizarse variedades resistentes al repilo, como Lechín de Sevilla, Manzanilla de Hellín o Picudo de Montoro, y si es posible, disponer las hileras de tal manera que disminuya las horas de sombra en los árboles.
Cuando hay que realizar un tratamiento fungicida, escoger el tipo de materia activa en función del grado de infestación: si es incipiente, formulados que tienen una función preventiva (compuestos cúpricos), y si está más desarrollada, fungicidas orgánicos con acción traslaminar. Hay que tener en cuenta los plazos de seguridad, cuando proceda.
En el caso de los métodos de control químicos, tanto para prais como repilo, Se podrán utilizar los productos fitosanitarios autorizados en el Registro de Productos Fitosanitarios del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, teniendo en cuenta la generación para la que se utiliza cada materia activa, y siguiendo las indicaciones y dosis que el fabricante incluye en la correspondiente Ficha del Registro de Productos Fitosanitarios.
Tal y como aparece en los artículos 31 y 33 del Real Decreto 1311/2012 de 14 de septiembre por el que se establece el marco de actuación para conseguir un uso sostenible de fitosanitarios, es necesario dejar una banda de seguridad de 5 metros respecto de las masas de agua superficial (ríos, arroyos, lagos, lagunas, embalses, etc.) y de 50 metros respecto de puntos de extracción de agua para consumo humano.