En este artículo se exponen los conocimientos actuales sobre el control integrado de la antracnosis, aunque conviene destacar que en años con condiciones climáticas excepcionalmente buenas para el desarrollo de la enfermedad como las acaecidas durante el otoño de 2012, es decir lluvias continuadas y temperaturas suaves, evitar el desarrollo epidémico de esta enfermedad es enormemente complicado si el cultivar de olivo es susceptible o muy susceptible a la enfermedad.
J. Moral (1,2), L.F. Roca (2), J. Romero (2), M. Pérez (2),J. Jurado (3), C.J. Xaviér (2), D. Cabello (2) y A. Trapero (2).
1 Instituto de Agricultura Sostenible, CSIC. Córdoba.
2 Departamento de Agronomía, ETSIAM, Universidad de Córdoba, Campus de Rabanales. Córdoba.
3 IFAPA-Centro Alameda del Obispo. Córdoba.
La antracnosis o aceituna jabonosa es la enfermedad más importante del fruto del olivo y origina unas pérdidas anuales de unos 75 millones de euros en España. La antracnosis está causada por varias especies de hongos pertenecientes a los complejos Colletotrichum acutatum sensu lato (s.l.) y C. gloeosporioides s.l.
En Andalucía, las especies más frecuentemente asociadas con la antracnosis pertenecen al complejo C. acutatum s.l. La enfermedad muestra dos síndromes diferenciados, el primero de ellos es una podredumbre de aspecto jabonoso de la aceituna que puede avanzar hasta afectar al fruto completo que termina por momificarse. El segundo de ellos es la muerte y desecación de ramas. Este segundo síndrome no es causado por la infección directa del hongo en las ramas, sino por toxinas que produce el patógeno en las aceitunas afectadas y que se movilizan a las ramas. De ahí, que la muerte de ramas sea más intensa cuanto mayor es el número de aceitunas afectadas por el patógeno. Además, los aceites obtenidos de aceitunas afectadas muestran pésimas características químicas y sensoriales siendo, en muchos casos, no aptos para el consumo.
La principal fuente de inóculo de la antracnosis la constituyen las aceitunas momificadas que quedan en la copa de los olivos donde el hongo puede producir esporas asexuales (conidios) a lo largo de todo el año. Las aceitunas afectadas que caen al suelo también pueden constituir una fuente de inóculo, pero la capacidad de producir conidios y que éstos se dispersen hasta la copa del árbol es mucho más limitada. El ciclo biológico se inicia con la infección de las aceitunas en desarrollo al final de la primavera, en éstas el patógeno sobrevive de forma latente (asintomática) hasta el otoño siguiente. Cuando las aceitunas terminan su desarrollo y empiezan a cambiar de color (envero), se reinicia la actividad del patógeno y se desarrolla la podredumbre de las aceitunas con la producción de nuevos conidios. Éstos son dispersados por la lluvia y causan infecciones en aceitunas sanas que, si las condiciones ambientales son adecuadas, desarrollan en pocos días nuevos síntomas, pudiendo dar lugar a varios ciclos secundarios de infección y al desarrollo explosivo de la enfermedad (figura 1).
El desarrollo de la enfermedad está enormemente condicionado por la resistencia del cultivar, la cual es muy variable, habiéndose establecido varias categorías de cultivares por su resistencia/susceptibilidad, incluyendo muy resistentes, prácticamente “inmunes”, al patógeno como Frantoio, resistentes como Picual, moderadamente susceptibles como Arbequina y susceptibles o muy susceptibles, donde se agrupan la mayoría de los cultivares españoles, como Hojiblanca, Lechín de Sevilla, Ocal, Picudo o Verdial de Huévar. Contrariamente, la inmensa mayoría de los genotipos de acebuche evaluados han resultado resistentes a la antracnosis.
Gestión integrada de la antracnosis
La gestión integrada de la antracnosis del olivo requiere la integración racional de todos los medios y estrategias disponibles para conseguir un control satisfactorio que permita obtener una cosecha elevada y de calidad con el mínimo impacto ambiental. Entre las medidas de control disponibles destacan algunas prácticas culturales y los métodos químicos. La resistencia genética y los métodos biológicos, aunque de uso todavía muy limitado, deben constituir también pilares básicos para el control integrado de esta enfermedad.
Métodos culturales
La estrategia de control de esta enfermedad presenta aspectos comunes con otras micosis aéreas del olivo, como el repilo, causado por Spilocaea oleagina, y el emplomado, causado por Pseudocercospora cladosporioides, debido a la importancia que tienen la elevada humedad ambiental y el agua libre para la infección, multiplicación y dispersión del patógeno. En las tres enfermedades, son recomendables las medidas culturales que favorezcan la ventilación de los árboles y disminuyan el tiempo de humectación foliar, tales como podas selectivas y la elección de marcos de plantación que eviten copas densas o muy juntas.
Igualmente, es aconsejable la eliminación de las fuentes de inóculo, como las hojas y las aceitunas infectadas caídas al suelo. En los países como Australia e Italia, donde el patógeno se multiplica en las ramas afectadas, se recomienda su eliminación para reducir el inóculo.
En nuestro país, aunque las ramas afectadas no constituyen una fuente de inóculo importante, es aconsejable su eliminación ya que no tienen capacidad de rebrote a diferencia de las ramas severamente afectadas por repilo y emplomado.
Adelantar la recolección es la estrategia de control más efectiva, ya que la susceptibilidad de la aceituna aumenta con su estado de madurez. Por ejemplo, en un cultivar susceptible como Hojiblanca las aceitunas verdes son resistentes al desarrollo de la enfermedad, las que están en envero son susceptibles y la maduras (negras) altamente susceptibles. Por lo tanto, en el caso de cultivares de doble aptitud (mesa y aceite), los olivicultores pueden optar por la recolección en verde en zonas o años que se sospechen epidémicos.
Debido al incremento de susceptibilidad de la aceituna con la madurez, en algunos casos se recomienda la utilización de cultivares de maduración tardía como una medida de escape a la enfermedad. En estos cultivares la madurez de la aceituna coincide con temperaturas más bajas y, por tanto, menos favorables para las epidemias de la enfermedad, las cuales se detienen al final del otoño o principios del invierno cuando la temperatura media es inferior a 10ºC. No obstante, hay que tener en cuenta que cuando en condiciones de campo el porcentaje de aceitunas con podredumbre visible es del 15-20%, un elevado porcentaje (60-75%) de aceitunas aparentemente sanas muestran infecciones latentes. Por lo tanto, es recomendable adelantar la recolección cuando se observen las primeras aceitunas afectadas. Este punto es especialmente crítico en las nuevas plantaciones en seto donde el desarrollo de la enfermedad puede ser explosivo.
Como en otros cultivos y enfermedades similares, el estado nutritivo del fruto puede influir en el desarrollo de la antracnosis. En este sentido, los compuestos de calcio se están utilizando para control de la antracnosis del manzano debido a que inhiben la actividad de enzimas y toxinas excretadas por los patógenos y refuerzan la estructura de la pared celular de los tejidos del fruto. En el caso del olivar, no hemos observado efecto de la aplicación foliar en campo de tratamientos reiterados con distintos compuesto de calcio, debido a la inmovilidad de este elemento. A pesar de ello, existe una relación lineal entre el contenido en calcio de las aceitunas y su resistencia a la antracnosis, lo que explica que la enfermedad sea endémica en áreas de suelos ácidos como la Sierra Norte de Sevilla y algunas comarcas de Huelva y sur de Portugal.
Métodos biológicos
Los métodos de control biológico no han sido empleados contra esta enfermedad en olivo de forma comercial, aunque sería un objetivo deseable a medio plazo. En inoculaciones artificiales sobre frutos, donde se han evaluado numerosas especies de hongos y bacterias, se ha observado que algunos hongos (ej. Aureobasidium pullulans) y bacterias (ej. Curtobacterium flaccumfaciens y Paenibacillus polymyxa) muestran una elevada capacidad de control de esta enfermedad. La menor eficacia de algunos de estos productos en condiciones de infección natural en campo, resalta la necesidad de continuar con estas investigaciones antes de que estos productos se puedan considerar como una alternativa válida para el control de la antracnosis.
Resistencia genética
Aunque la gran mayoría de los cultivares españoles de olivo son susceptibles a la antracnosis, se han identificado varios cultivares con un nivel muy elevado de resistencia, lo que los convierte en una estrategia recomendable para plantaciones en zonas favorables para la enfermedad. Algunos de estos cultivares presentan también una resistencia combinada a varias enfermedades, como repilo y verticilosis (ej. Frantoio), lo que aumenta su interés para nuevas plantaciones en zonas de riesgo de estas enfermedades. Asimismo, algunos de los nuevos genotipos obtenidos en el programa de mejora de olivo que se desarrolla en Córdoba presentan también un nivel elevado de resistencia a la antracnosis debido a que varios de los parentales utilizados en los cruzamientos son resistentes (ej. Frantoio, Koroneiki y Picual).
Métodos químicos
Los métodos de control químico, siguiendo las recomendaciones actuales del uso sostenible de productos fitosanitarios, deben utilizarse cuando las medidas alternativas de control resulten insuficientes. Desgraciadamente, en cultivares susceptibles a la antracnosis, cuando no se recogen en verde, el control efectivo de la enfermedad requiere el empleo de fungicidas. A pesar de que se ha producido un descenso acusado del consumo de fungicidas cúpricos a nivel europeo, la aplicación de fungicidas cúpricos sigue siendo la medida de control más utilizada para las enfermedades del olivo y en particular para la antracnosis. Tal es su importancia que se ha calculado un gasto anual de unos 200 millones de euros en el sector oleícola español. La dependencia de los fungicidas cúpricos para del control de la antracnosis del olivo se agudiza ya que el uso de los fungicidas orgánicos está muy limitado durante el otoño, debido a que pueden ser liposolubles existiendo la posibilidad de que se absorban en el aceite durante el otoño cuando la aceituna está finalizando su lipogénesis.
Los compuestos cúpricos además poseen numerosas características beneficiosas que han motivado su utilización, como resistencia al lavado, amplio espectro de acción contra hongos y bacterias, capacidad de interferir con las toxinas del patógeno y precio bajo, aunque en los últimos años se ha incrementado el precio del cobre sustancialmente. Asimismo, no se han detectado poblaciones de hongos tolerantes al cobre a pesar de que los compuestos cúpricos se han utilizado en la agricultura durante más de cien años. Ello se debe a que el cobre afecta a la viabilidad de las esporas de los patógenos en multitud de puntos, membrana, enzimas, respiración, etc. Para su utilización hay que tener en cuenta que el principal efecto de los fungicidas cúpricos es preventivo siendo necesario aplicar el caldo fungicida antes de los periodos de infección (lluvias otoñales) y mojar muy bien las aceitunas. Además, es necesario que la maquinaria de tratamientos esté adecuadamente calibrada para que el producto penetre dentro de las copa de los olivos, evitando zonas internas del árbol sin tratar.
En general, los compuestos cúpricos que hemos evaluado (hidróxidos, óxidos, oxicloruros y sulfatos) han mostrado un eficacia alta contra el patógeno a excepción del sulfato tribásico de cobre. A nivel experimental, también hemos observado una elevada eficacia del tebuconazol, aunque su uso está limitado a prefloración. En Italia, se ha observado que el sulfato cuprocálcico permite un control más adecuado de la enfermedad que el bitertanol, hexaconazol, miclobutanil metiram y ziram. En el caso de las estrobilurinas, familia de fungicidas de más reciente incorporación al olivar, existen resultados preliminares que demuestran la eficacia de azoxistrobin y trifloxistrobin. Cabe destacar que también se han observado buena eficacia de la mezclas de compuestos cúpricos y orgánicos, como en el caso de oxicloruro de cobre y propineb o trifloxistrobin, o hidróxido cúprico y folpet. El estudio de mezclas de ambos tipos de fungicidas, o la utilización de nuevos compuestos con baja concentración de cobre, son de especial interés ya que se espera una reducción importante de la cantidad de cobre permitida que actualmente es de 6 kg/ha al año en la Unión Europea.
Momentos de aplicación de los fungicidas
La frecuencia y momento de las aplicaciones varía considerablemente con la persistencia del fungicida, el ambiente, la susceptibilidad del cultivar y el nivel de infección existente. En el caso de la antracnosis, el otoño es el periodo esencial de control debido a que las epidemias de la enfermedad se producen durante esta estación.
En general, se recomienda la aplicación de compuestos cúpricos durante el otoño antes de que se observe el primer fruto con síntomas (aceituna jabonosa) en campo debido a la enorme capacidad de dispersión y multiplicación del hongo. En años con abundantes lluvias otoñales que laven los compuestos fungidas y con cultivares de maduración tardía podría ser necesario repetir los tratamientos una o dos veces más.
A pesar de que el patógeno puede infectar a las aceitunas desde sus primeras etapas de desarrollo, los tratamientos primaverales muestran cierta efectividad únicamente los años de primavera lluviosa y otoño seco, de ahí que no se considere como un momento fundamental para realizar los tratamientos. No obstante, la validez de las aplicaciones fungicidas al final de la primavera para el control de la antracnosis está siendo evaluada actualmente en ensayos específicos de campo.
Por último, nos gustaría destacar que el actual reglamento de Producción Integrada del olivar (PI) únicamente permite la aplicación otoñal de productos cúpricos, difeconazol, ditiocarbamatos (maneb, mancozeb y propineb), dodina y trifloxistrobin. Estando registrados específicamente para el control de la antracnosis únicamente la mezcla oxicloruro de cobre + propineb y trifloxistrobin. La correcta utilización de los productos fitosanitarios por parte del sector es esencial y permite que los consumidores sigan apreciando las bondades del aceite de oliva.
En base a los conocimientos actuales y a falta de investigaciones más precisas sobre el control de esta enfermedad del olivar, es necesario resaltar que las medidas de control deben considerarse en su conjunto, integrándolas como un componente más del cultivo sostenible del olivo, con vistas a lograr una producción elevada y de calidad, con el mínimo impacto ambiental.