El cultivo de los cereales está en proceso de transformación. La constante innovación en la tecnología del cultivo, con maquinaria más eficiente, junto a la incorporación de variedades de alto rendimiento tienen como consecuencia la aportación de altas producciones, pero conllevan asociados también otros problemas que se deben gestionar, sobre todo respecto a los nuevos o renovados problemas fitosanitarios cuyo impacto económico en los cultivos de cereales puede ser significativo. Después de una temporada de producciones excelentes, en este artículo se revisan las incidencias fitosanitarias recientes de los cultivos cereales de invierno y se propone poner el énfasis en su gestión para incluso mejorar el rendimiento final.
Jaume Almacellas Gort. Servicio de Sanidad Vegetal. DARP. Generalitat de Cataluña.
La producción de cereal de invierno en España para la campaña 2017/18 podría calificarse de excelente, casi excepcional, puesto que se sitúa en el ranking como una de las mejores cosechas desde el año 1990, junto a las de los años 2016, 2013 y 2000. La producción de la presente campaña se acerca a los 20,5 millones de toneladas (concretamente 20.433.858 t), muy superior a la media de este período. Lógicamente el rendimiento medio de la cosecha de 2018 ha sido de 4,08 t/ha, muy por encima de la media de 3,22 t/ha.
Ante un escenario de cosecha excelente solemos olvidar los problemas fitosanitarios que pueden o han podido dar al traste esta cosecha en situaciones concretas. En este sentido, durante la primavera de 2018 y debido a lluvias frecuentes y continuas en muchas zonas de cultivo de cebada, se han producido epidemias graves de rincosporiosis que, si no han sido manejadas adecuadamente, han tenido como consecuencia descensos en los rendimientos y producciones finales de estas parcelas.
Así mismo, también a causa de los episodios lluviosos, las epidemias de septoriosis en trigos han sido lo suficientemente significativas como para provocar descensos en los rendimientos de muchas parcelas y zonas productoras en su conjunto. Por otra parte no podemos aún olvidar los episodios recientes y muy graves provocados por la roya amarilla en trigo, que han supuesto un antes y un después en el manejo de este cultivo. Sin embargo en las producciones de este año el impacto de la roya amarilla ha sido muy bajo, debido principalmente a consecuencias epidémicas y climáticas de años anteriores que se deben tener en cuenta para próximas campañas.
Principales incidencias en la campaña 2017/18
Hemos mencionado reiteradamente en artículos anteriores que trataban sobre cereales de invierno las incidencias fitosanitarias más habituales de estos cultivos, tanto a nivel mundial como en la geografía española los cuales, aunque con ciertas particularidades, no difieren mucho de las de otras zonas geográficas, sobre todo de clima parecido al nuestro.
Así, podríamos decir que las enfermedades más importantes en trigo en las zonas productoras cerealistas españolas son las septoriosis, las royas y el oídio en la parte aérea y las fusariosis, la rizoctoniosis y otras patologías que conforman el complejo del mal del pie. Así mismo, en cebada las enfermedades más importantes suelen ser las helmintosporiosis (foto 1), el oídio y la rincosporiosis en la parte aérea y las fusariosis en el pie. De todas las anteriores las que más han preocupado estos últimos años son la roya amarilla en trigos y la rincosporiosis en cebadas, si bien otras enfermedades pueden causar pérdidas graves en años concretos, bajo condiciones climáticas favorables, como es el caso de las septoriosis en trigos.
Respecto a las incidencias fitosanitarias más importantes de la campaña 2017/18, para mencionarlas nos hemos basado en la propia experiencia y de forma importante en la red española de ensayos agronómicos Genvce. Esta red recoge datos del comportamiento de las variedades de las especies de cereales de invierno respecto a parámetros agronómicos, de calidad y de comportamiento fitosanitario ante las principales enfermedades. Así, en la última campaña se ha recabado información de 139 ensayos sobre 107 variedades en total, 20 de cebada, 28 de trigo blando, 17 de trigo duro, 7 de triticale, 3 de avena y 7 de centeno. Los ensayos se han desarrollado en diferentes áreas productoras de cereal de la geografía española y se clasifican según tres zonas climáticas: fría, templada y cálida (figura 1). Dentro de cada zona climática, estas se pueden clasificar a su vez entre húmedas, subhúmedas y semiáridas.
Otras fuentes de las que se puedan recoger datos, como las publicaciones técnicas oficiales de las comunidades autónomas, son muy escasas o ausentes, hecho que tiene las causas en una falta de recogida y coordinación de datos de este tipo.
Los datos de Genvce tienen la cualidad de que en sus ensayos no se aplican productos fitosanitarios, por lo que este factor no interfiere en la expresión de las enfermedades según las condiciones climáticas de cada campaña y por lo tanto manifiestan el potencial de éstas en las diferentes variedades ensayadas. El inconveniente es quizás que no siempre se pueden comparar entre ellos para todas las campañas, puesto que no se muestran datos suficientes para el conjunto de ensayos que se expresan ya en los informes de las dos últimas campañas.
Otra complicación que dificulta la comparación es que se ha producido un cambio progresivo de escala de evaluación de enfermedades en los últimos años, conduciendo a que tampoco sean comparables todos los datos de enfermedades. En las últimas campañas se ha optado definitivamente por evaluar el porcentaje de área foliar afectada, lo que se denomina “severidad” de los síntomas de la enfermedad evaluada.
Anteriormente se utilizaba a menudo una escala de 0 a 9, muy válida pero menos precisa y que hace que los datos sean menos manejables y comparables con publicaciones de zonas productoras y de otros países.
En el cuadro I expresamos los datos medios que hemos podido extraer de severidad de enfermedades foliares obtenidos en el conjunto de ensayos de Genvce para las últimas cuatro campañas, con objeto de comparación de las incidencias respecto a la campaña 2017/18. Se han obviado los datos que no estaban homogeneizados por ser parciales de otras zonas y no del conjunto o bien debidos a que eran obtenidos en otra escala diferente a la severidad de los síntomas.
Comparando los datos de la campaña 2017/18 con las tres anteriores podemos decir que estos no difieren significativamente respecto a los de otros años excepto para la campaña 2015/16, lo cual parece evidente puesto que las severidades medias fueron normalmente más altas. Así pues la última campaña se puede considerar de incidencia media respecto a enfermedades, con algunas salvedades que ahora comentamos.
En primer lugar, la incidencia de roya amarilla en trigos y triticales se mantiene de baja a muy baja en las parcelas, casi de la misma forma que durante la campaña 2016/17 aunque con ligeros incrementos medios que se han traducido en algunas epidemias tardías en las parcelas de producción. Este efecto lo pasaremos a comentar en el apartado específico de roya amarilla, puesto que es muy relevante.
En segundo lugar debemos comentar la incidencia elevada de las septoriasis en trigos, especialmente en los trigos duros. Seguramente las lluvias frecuentes, más o menos abundantes en muchas zonas, han favorecido estas epidemias.
En tercer lugar destacamos la incidencia media de rincosporiosis en cebadas de ciclo largo y baja en las de ciclo corto. De hecho esta última campaña se han registrado episodios de epidemias graves en algunas parcelas, eso sí, de forma puntual puesto que en general el comportamiento ha sido bueno.
Por otra parte, aunque no datadas por Genvce podemos mencionar que se han registrado infecciones de diversas enfermedades del pie en parcelas de trigo y cebada, siendo más importantes en trigos. La rizoctoniosis ha sido la más frecuente y las fusariosis en general, subiendo incluso a las espigas, han podido provocar el síntoma denominado fusarium head blight, cuyas infecciones pueden generar micotoxinas en el grano almacenado.
Para acabar este apartado, esta campaña también se han registrado infecciones de pie negro, causado por el hongo Gaeumannomyces graminis. Estas infecciones se suelen desarrollar en suelos pesados, de naturaleza arcillosa o limosa, bajo condiciones lluviosas en las que el agua se acumula en ciertas zonas de las parcelas, donde se mostrarán más evidentes los síntomas en sus espigas.
Por su importancia, comentaremos con más detalle las tres enfermedades que han sido más importantes: la roya amarilla, la septoriosis y la rincosporiosis.
Roya amarilla
Puccinia striiformis Westend causa una enfermedad que se puede considerar conocida en las parcelas de producción, aunque registraba históricamente intensidades muy bajas o nulas. De hecho, hasta el año 2012/13 no empezó a preocupar como problema fitosanitario de primera magnitud. Se conoce que durante la campaña 2011/12 se iniciaron epidemias con nueva virulencia en la zona productora de Navarra y a partir de ahí se extendieron por el resto del país. Así, desde la campaña 2011/12 y durante cinco años las epidemias de roya amarilla (foto 2) han sido severas en una amplia parte del territorio, más acentuadas en zonas templadas y cálidas que en frías, aunque también en estas últimas. La preocupación por su control efectivo provocó el estudio de productos fitosanitarios específicos y eficaces para controlar esta enfermedad por lo que a partir de esta campaña se iniciaron tratamientos que han sido habituales en las parcelas. Se ha pasado de hacer un tratamiento o normalmente ninguno a tener que hacer uno, dos y hasta tres tratamientos para controlar la roya amarilla.
La explicación de esta nueva situación se debe a la aparición de una nueva raza de roya amarilla, denominada Warrior, procedente del centro de Asia, respecto a la que la mayor parte de las variedades cultivadas en España se mostraron susceptibles y eran virulentamente afectadas. Esta situación no es reversible si no se obtienen y cultivan variedades resistentes ante la nueva raza, objetivo al que se dedican muchos centros de investigación y experimentación.
Hasta la campaña 2015/16 las epidemias de roya amarilla fueron muy frecuentes y era necesario asumir el control químico para conseguir unas buenas cosechas en trigos blandos y duros. Sin embargo se produjo un cambio de paradigma que cambió la situación en la siguiente campaña, la 2016/17. Durante enero de 2017 se produjeron descensos de temperatura por debajo de los -5oC en la mayor parte de la geografía productora de trigos. Los descensos fueron en muchas zonas incluso por debajo de los -10oC. Los períodos de bajas temperaturas fueron largos y persistentes, de entre 10 y 20 días. Según citan algunas investigaciones sobre la supervivencia del inóculo de P. striiformis, las esporas de este hongo se ven afectadas por debajo de 0oC y mueren por debajo de -5oC o -6oC.
Podemos suponer por tanto que la mayor parte del inóculo de roya amarilla que sobrevivía de campaña a campaña se eliminó en la penúltima campaña de tal forma que en la primavera del año 2017 no había prácticamente inóculo disponible, con la consecuencia de que en este año no se registraron epidemias de roya amarilla, ni de carácter leve. Esta situación se ha mantenido en la campaña 2017/18 puesto que, aunque menos severo, el invierno de 2017/18 también registró temperaturas por debajo de los -5oC o -6oC, aunque durante períodos más cortos.
¿Qué debemos esperar de esta enfermedad en el futuro de nuestros trigos? Pues en nuestra opinión la nueva raza de roya amarilla está más que establecida y conviviendo con las razas preexistentes. Por tanto se impone una nueva gestión del cultivo de los trigos que tenga en siempre cuenta esta enfermedad hasta, al menos, el momento en que se obtengan variedades resistentes a este patógeno que estén adaptadas a diversas situaciones climáticas y que permitan el cultivo manteniendo los potenciales de producción de las variedades actuales.
Hasta este momento se deberá prever la posibilidad de situaciones epidémicas graves, según la evolución climática de cada año, en la que influirán las temperaturas invernales y las lluvias primaverales persistentes. De esta manera, para la campaña 2018/19 que empieza se pueden prever ya incrementos epidémicos frente a la 2017/18, aunque aún no extendidos por toda la geografía y seguramente más importantes en zonas templadas y cálidas de producción. Eso sí, con permiso de las temperaturas invernales del próximo invierno, ya inminente, siendo estas las que puedan condicionar el inóculo disponible en primavera.
Septoriosis
Bajo este nombre genérico denominamos las enfermedades en trigo y triticale provocadas por diversos hongos, si bien los principales son Zymoseptoria tritici (Desmazières) Quaedvlieg & Crous, cuyo estado anamorfo o asexual es Septoria tritici Roberge, que suele ser la septoriosis más importante en el cultivo de trigo y triticale, y también, aunque menos frecuente, Parastagonospora nodorum (Berkeley) Quaedvlieg, Verkley & Crous, cuyo estado anamorfo es Septoria nodorum (Berk.) Berk. Cebada y avena también pueden ser susceptibles de ser afectadas por septoriosis (foto 3), aunque las especies fúngicas que las afectan son diferentes y las epidemias suelen ser de baja intensidad.
Las epidemias de septoriosis precisan de presencia de inóculo suficiente, de condiciones climáticas lluviosas en primavera y disponer de variedades suficientemente susceptibles de ser infectadas por el hongo. El componente de la disponibilidad de inóculo, aunque no banal como hemos visto en las epidemias de roya amarilla, se supone siempre presente, es decir, que si existen condiciones climáticas adecuadas y variedades cultivadas susceptibles, pensaremos que siempre se producirán epidemias de cierta intensidad. Si bien el ritmo de destrucción del inóculo de los hongos causantes de septoriosis es variable en los restos de cosecha y rastrojos, se establece que al menos uno o mejor dos años sin presencia de trigo serían recomendables después de una epidemia moderada o severa.
Las septoriosis tienen un ciclo muy conocido y estudiado, aunque no por ello fácil de controlar bajo condiciones climáticas favorables a la enfermedad, que se basan fundamentalmente en lluvias persistentes en primavera, de intensidades superiores a los 5 mm/m2. También los riegos basados en la aspersión por encima de las hojas pueden favorecer esta enfermedad de forma muy significativa.
El otro componente de las epidemias de septoriosis son las variedades cultivadas de trigo, las cuales pueden mostrarse de resistentes a susceptibles o muy susceptibles frente a esta enfermedad. El dato de comportamiento de las variedades frente a septoriosis es objeto de estudio a nivel mundial. El Centro Internacional para la Mejora del Maíz y del Trigo, denominado Cimmyt, tiene establecida una red de ensayos de producción en muchos países productores del planeta, en los que se estudia la reacción de muchas variedades frente a septoriosis en colecciones específicas para esta enfermedad y que no se ha desplegado para el resto de enfermedades.
Esto muestra que el Cimmyt considera la septoriosis como la enfermedad del trigo más importante a tener en cuenta a nivel mundial. Por otra parte la red española Genvce estudia el comportamiento frente a septoriosis de todas las variedades de trigos y triticale de sus ensayos. Con ello queremos significar que se dispone cada año y antes de la siembra, de la información suficiente sobre cómo se puede comportar frente a esta enfermedad una determinada variedad que queramos cultivar en nuestras parcelas. Si la respuesta es que es susceptible o moderadamente susceptible, tendremos que asumir el gasto de aplicaciones fungicidas si suceden epidemias que sobrepasen los umbrales. Si, en cambio, la respuesta es que nuestra variedad elegida es resistente, no será necesario tener en cuenta los tratamientos fitosanitarios. La diferencia entre las producciones potenciales de las variedades y el riesgo que queremos asumir supone la elección de una variedad concreta para nuestra explotación.
Después del breve análisis anterior podemos deducir que el control de la septoriosis es asignatura obligada sobre todo en las parcelas de trigo. Este control pasa por conocer el comportamiento ante la enfermedad de nuestra variedad sembrada y de detectar y evaluar en primavera las primeras infecciones. Si se sobrepasan los umbrales y bajo expectativas de tiempo lluvioso serán necesarios tratamientos fungicidas adecuados. Si se hacen estas tareas la septoriosis no debe ser un problema en la mayoría de las situaciones.
Rincosporiosis
Esta enfermedad es causada por el hongo Rhynchosporium commune Zaffarano, McDonald and Linde, aunque comparte actualmente nombre con el hasta hace poco conocido de Rhynchosporium secalis (Oudem.) J. J. Davis (foto 4). Es también muy conocida entre los productores de cebada y la consideramos redescubierta porque estos últimos años se ha mostrado con una fuerza y una virulencia inusuales en las parcelas, debido, sobre todo, al uso de nuevas y más productivas variedades que han salido al mercado. Se da la circunstancia que la mejora para las variedades de cebada se desarrolla principalmente en países del centro y norte de Europa, donde los ciclos del cultivo son muy diferentes a los nuestros y con la mayor parte de las siembras en primavera. Ello ha conducido a que en estos países se desarrollen variedades con esta aptitud de siembra en primavera pero desconociendo cómo se comportarían si se utilizaran en siembra de invierno.
Muchas de las nuevas variedades existentes actualmente en el mercado español tienen una aptitud “alternativa” o “semialternativa” que les permite ser usadas en siembra de otoño y conseguir elevadas producciones. El inconveniente que tiene este material vegetal es que si las variedades de aptitud alternativa se usan como una variedad típica de otoño-invierno, en siembras tempranas, casi siempre se producen infecciones muy importantes de rincosporiosis, y también de otras enfermedades como las helmintosporiosis, que derivan en unas producciones finales muy bajas debido a las enfermedades.
La rincosporiosis es, entre las enfermedades foliares de la cebada, la más agresiva con diferencia, lo que significa que se producen mayores pérdidas a igual cantidad de enfermedad en hoja. Esta característica le proporciona un comportamiento parecido al de la roya amarilla del trigo, bastante explosivo, por lo que recomendamos hacer seguimientos de la enfermedad en las parcelas y detectar los primeros síntomas.
La enfermedad va desarrollándose desde estados fenológicos iniciales del cultivo, y cuando alcanza las hojas superiores de la cebada, la bandera y la hoja-2, la repercusión en la cosecha es ya muy importante. Este efecto de la presencia de rincosporiosis en hojas superiores explica que algunos autores indiquen que la pérdida de cosecha en porcentaje es equivalente a los dos tercios de la severidad de la infección en la hoja bandera, o también la mitad de la severidad de la hoja segunda (hoja-2), por debajo de la bandera.
La dispersión de este hongo se suele producir a corta distancia, con una repercusión muy significativa del inóculo que se arrastra de epidemias anteriores en la misma parcela. En este sentido, el monocultivo de cebada favorecerá la enfermedad y toda práctica de incorporar material vegetal infectado o dejarlo en el suelo va en este sentido. Esta es quizás una de las enfermedades en que influye más el manejo del suelo, ya que el hongo sobrevive en los restos vegetales, al menos, de una campaña a la siguiente.
Para un adecuado control, el manejo adecuado de las variedades es la primera opción y, quizás, la más decisiva. La red Genvce proporciona una vez más suficiente información sobre el comportamiento de cada variedad ante la enfermedad, siendo una opción del agricultor el cómo quiere manejar este tema en su parcela.
Si se escoge una variedad resistente, se eliminará la necesidad de tratamientos químicos, pero si la variedad es susceptible o de tipo alternativo, habrá que tener en cuenta hacer seguimientos de la enfermedad y posibles tratamientos fungicidas. Los potenciales de cosecha de la variedad escogida determinarán el comportamiento final.
En cuanto a medidas agronómicas, lo más recomendable para evitar situaciones de riesgo sería la retirada de la paja en el momento de la recolección, evitar el monocultivo de la cebada mediante rotaciones, utilizar una semilla con garantías fitosanitarias, a poder ser certificada, eliminar los rebrotes o ricios antes de la siembra y, sobre todo, retrasar la fecha de siembra, principalmente cuando se escojan para la siembra variedades de cebada alternativas o semialternativas.
Respecto a los tratamientos fungicidas, última opción en Gestión integrada de Plagas (GIP), estos seguramente serán necesarios si la variedad es susceptible. El momento adecuado para el primer tratamiento en el cultivo y a veces el único en cebada, será a la salida de invierno, durante el mes de marzo y principios de abril, siempre y cuando se produzcan severidades por encima del 1% al 5% según situaciones de riesgo (lluvias o riego por aspersión). Normalmente los tratamientos ya no serán viables hacia el mes de mayo, cuando la producción ya no pueda ser susceptible de mejora.
Repercusión de las enfermedades foliares
Existe un aspecto muy interesante y aún insuficientemente conocido que consiste en la contribución de las hojas de las plantas de trigo y cebada al rendimiento y producción final de grano. Este parámetro es muy importante en cuanto a la gestión de la protección de estos cultivos frente a enfermedades foliares, puesto que la incidencia de estas influye a su vez en la producción. Explicamos este hecho para entender y mejorar, si cabe, el manejo del cultivo y el control de las enfermedades foliares en los momentos adecuados.
Con los argumentos que explicamos a continuación se entenderá mejor el porqué del conocimiento popular que las cebadas se deben tratar cronológicamente antes que los trigos, y no solamente por su momento de maduración sino por las particularidades de su comportamiento fisiológico y agronómico.
Rendimiento final en trigo
La contribución de las diferentes hojas emergidas en trigo al rendimiento final es función de la posición de cada hoja en la planta de trigo y la reflejamos en la figura 2. En esta figura podemos observar que la mayor contribución a la producción la ostenta la hoja bandera, con un 43%, que es seguida por la hoja inferior a esta y que denominamos hoja 2, con un 23% de contribución. La hoja 3 tiene ya una contribución mucho menor, del 7% y la hoja 4 alrededor de un 2%. A la hoja 5 e inferiores, si las hubiera, no se les atribuye contribución alguna a la producción.
Por otra parte, la contribución de la espiga y del tallo de la planta, mientras estos se mantienen verdes, es de un 22% conjuntamente, proporción no desdeñable. De esta manera podemos decir que solamente la hoja bandera y la espiga (más el tallo) contribuyen ya al 65% de la producción final.
A la vista de las aportaciones de cada hoja de la planta de trigo al rendimiento final de esta, se deduce que cualquier estrategia de protección fitosanitaria debe pasar por mantener libre de enfermedad, al menos, la hoja bandera y, de ser posible, las tres hojas superiores. Con ello contamos con que los tejidos verdes de espiga y tallo también quedan protegidos.
Rendimiento final en cebada
El caso de la cebada es diferente al del trigo y no está establecida o determinada la contribución de cada hoja a la producción del grano, pero si se conoce que cada hoja emergida contribuye menos que la anterior, aspecto que también consideramos trascendental. Por otra parte el rendimiento final es función del número de espigas y de granos por espiga, teniendo como consecuencia que el número de espigas es variable y no directamente función de la densidad de siembra sino de la salud de la planta en el momento del ahijado.
En la figura 3 podemos observar la distribución de área verde según la posición de las hojas de la planta de cebada. Aquí se da la circunstancia inversa al trigo en que la hoja bandera es la que menos área verde dispone, aumentando conforme desciende su posición en la planta. Así, la hoja bandera supone un 4% del área verde, la hoja 2 un 7%, la hoja 3 un 11%, la hoja 4 un 15% y la hoja 5 un 16%. En esta ocasión también se deduce que la contribución a la producción final es proporcional al área verde si bien en la cebada se da la circunstancia que cada planta puede tener varios hijuelos, pero que mantendrán esta proporción igualmente.
Debido a que la contribución del área verde de las hojas es descendiente con su posición en la planta y a que el momento de aparición de hijuelos y su número es muy importante en el cultivo de la cebada de cara a la producción final, deberemos tener en cuenta estos factores en las tareas de protección del cultivo. Así, en cultivo de cebada, la protección de la planta es crítica antes del ahijado y hasta el encañado, siendo la aparición de la hoja bandera un aspecto mucho más secundario que en trigo, casi irrelevante. La protección fitosanitaria en cebada es, pues, diferente y previa en el tiempo a la del trigo porque sus etapas claves para la producción, ahijado y producción de hojas inferiores, se producen antes que la aparición de la hoja bandera.