Seguridad y soberanía alimentaria se pueden poner en peligro si no se dispone de las herramientas necesarias para garantizar la sostenibilidad de las producciones agrarias, siendo las plagas uno de los elementos que mayores riesgos implica a los cultivos hortícolas y cuyo manejo ha de realizarse obligatoriamente mediante estrategias de Gestión Integrada de Plagas. Para ello, en la horticultura profesional de la Región de Murcia se da prioridad a las medidas de prevención y a las técnicas de control biológico y tecnológico de plagas, recurriendo a los productos fitosanitarios cuando su uso representa la única o mejor opción y está técnicamente justificado.
A. Monserrat Delgado, Mª. M. Guerrero Díaz, V. Martínez Alarcón, C.Mª. Lacasa Martínez, S. Alcázar Carrasco, M. Durán Sánchez. IMIDA. Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental.
Conceptos tan cotidianos como sostenibilidad y agricultura están en la mente de todo ciudadano, aunque hay matices que pueden no tenerse en cuenta y que son la base para que las estrategias fitosanitarias, y de la producción agraria en general, sean realmente sostenibles.
La sostenibilidad en agricultura implica la capacidad de producir alimentos seguros y accesibles, capaces de cubrir las necesidades de los consumidores y de una forma competitiva y rentable. De lo contrario, dejaran de producirse para ser importados de otras regiones del mundo con menos costes de producción y, posiblemente, menores requerimientos tanto de seguridad como medioambientales.
Además, la sostenibilidad implica utilizar técnicas y condiciones de cultivo con las que seamos capaces de seguir produciendo en el futuro, manteniendo recursos y capacidades productivas (y con la capacidad de adaptación a nuevos escenarios de cambio climático, globalización y poblaciones crecientes y mayoritariamente urbanas).
A diferencia de la vegetación de los ecosistemas naturales, compleja y fruto de la selección natural de las plantas mejor adaptadas, la agricultura, de la que se obtiene la mayor parte de alimentos que cubren las necesidades de la población, constituyen ecosistemas simples, desequilibrados y artificiales (con independencia de algunos apelativos que adquieren cuando se realiza bajo determinadas prácticas).
Las plantas que se cultivan, que difícilmente se encuentran en la naturaleza, proceden de procesos de selección de miles de años, en los que el hombre ha ido adaptándolas a sus necesidades. En este proceso de selección se ha ido ganando en capacidades productivas y alimenticias en detrimento de los mecanismos naturales de defensa que tenían sus ancestros, como toxinas, astringencias o textura. Ello implica también una mayor sensibilidad a las plagas, organismos oportunistas de los que hay una gran variedad, capaces de adaptarse y de evolucionar en función de las condiciones o medidas adoptadas para su control.
De hecho, las plagas constituyen una de las mayores amenazas para los cultivos, y así lo ha sido desde el nacimiento de la agricultura, hace unos 10.000 años, y con ella la búsqueda de soluciones para su manejo. Productos como el azufre, arsénico y algunas cenizas ya eran utilizados antes del siglo XV. Posteriormente se fueron introduciendo otros, como la rotenona, nicotina, pelitre, cobres, aceites, derivados del mercurio o el p-diclorobenceno. A partir de los años 40 del siglo XX comienza el desarrollo de los fitosanitarios de síntesis, con clorados, fosforados y carbamatos, económicos, eficaces y al alcance de cualquier agricultor, lo que lleva a un uso masivo y descontrolado, sin tener en cuenta los riesgos que implicaban, tanto medioambientales como para consumidores y, especialmente, para los propios agricultores.
Hacia finales del siglo XX, la preocupación generada en los países más desarrollados por este abuso de productos, da lugar a un control cada vez más exhaustivo, profesional y seguro de los mismos, y a un proceso de eliminación de los que generan mayor riesgo. Paralelamente se intensifica el desarrollo de otras herramientas de manejo de plagas, como son las de control biológico y tecnológico.
En la actualidad, en la UE el manejo de plagas se realiza “obligatoriamente” mediante lo que se denomina la Gestión Integrada de Plagas, en busca de esa sostenibilidad a la que hacíamos referencia en los primeros párrafos.
Estrategias fitosanitarias sostenibles
La Gestión Integrada de Plagas (GIP) se define como “el examen cuidadoso de todos los métodos de protección vegetal disponibles y posterior integración de medidas adecuadas para evitar el desarrollo de poblaciones de organismos nocivos y mantener el uso de productos fitosanitarios y otras formas de intervención en niveles que estén económica y ecológicamente justificados y que reduzcan o minimicen los riesgos para la salud humana y el medio ambiente” (Real Decreto 1311/2012).
Para explicar cómo se traslada esta definición a las prácticas fitosanitarias aplicadas a una horticultura tan de vanguardia y tecnificada como la que se realiza en el sureste español, vamos a describir cuáles son las principales herramientas fitosanitarias que se integran en estas producciones agrarias.
Técnicas preventivas
La prevención incluye establecer las plantaciones en condiciones de mínima presión de plagas. Para ello pueden integrarse varias técnicas, que incluyen una adecuada rotación de cultivos que, además de reducir problemas de fatiga del suelo, evite la selección de especies plaga especialmente adaptadas a un cultivo, como Heterodera en brócoli, Senecio y fusariosis en lechuga o Phytophtora en pimiento.
La solarización y biosolarización son prácticas cada vez más utilizadas en invernaderos de tomate y de pimiento de la Región de Murcia, y que se están extendiendo a otros cultivos al aire libre. Consisten en cubrir el suelo con un plástico transparente, aportarles humedad y, en el caso de la biosolarización con la incorporación previa de una materia orgánica, manteniéndolo así durante varias semanas en verano. Las temperaturas alcanzadas, junto a la humedad, la acumulación de determinados gases de fermentación de la materia orgánica y un tiempo lo suficientemente prolongado, consiguen un efecto biocida muy importante sobre insectos plagas que permanecen en algún estadio en el suelo, como trips y Tuta, malas hierbas, hongos e incluso virus que podrían persistir en restos vegetales.
Las técnicas de biosolarización y las barreras físicas son medidas básicas a integrar en la IGP.
Las medidas de higiene en la preparación de las parcelas, y la antelación con las que se realizan, son básicas para evitar poblaciones de plagas que pueden permanecer sobre la vegetación, estructuras o suelo en la parcela, y que afectarían inmediatamente a las nuevas plantaciones. Estas medidas son especialmente importantes para plagas como trips y Tuta, que pueden permanecer durante varias semanas en estadío de pupa en el suelo, ácaros, moscas blancas o importantes virosis sobre hierbas y restos del cultivo anterior y otros materiales.
La adecuada elección del material vegetal, con variedades y patrones adaptados a las fechas y condiciones de cultivo, con resistencias a problemas fitosanitarios relevantes en la zona, en el caso de haberlas, y con buenas garantías de procedencia, tanto de las semillas como de los semilleros, se encuentra entre las medidas de prevención fundamentales.
Las barreras físicas, con mallas adecuadas en las estructuras y zonas de ventilación, es otra de las herramientas a integrar en la GIP, aunque su utilización y manejo puede estar muy condicionado por factores climatológicos.
La utilización de placas cromotrópicas adhesivas constituye un método tecnológico que podemos incluir entre las técnicas de prevención, habitual en cultivos bajo invernadero y mallas. Su adecuado uso implica colocarlas antes de los trasplantes, como complemento a las medidas de higiene y barreras físicas, y teniendo en cuenta que su efecto sobre las plagas se mantiene durante unas semanas, mientras las plantas tienen todavía poco desarrollo. Además, una adecuada fertirrigación y la mejora microbiológica de los suelos, con aportaciones de materia orgánica y formulados específicos, pueden favorecer un crecimiento de las plantas más equilibrado y tolerante al desarrollo de plagas.
Evaluación de riesgos y toma de decisiones
Uno de los objetivos básicos de la GIP es el establecimiento de niveles de intervención que estén económica y ecológicamente justificados para los que, con frecuencia, se intenta fijar técnicas de muestreo y umbrales de intervención para las diferentes plagas y cultivos. En horticultura, protocolizar estos parámetros suele ser difícil por la gran variabilidad de parámetros que determinan los riesgos en cada plantación. Factores como la sensibilidad de la variedad, el ciclo de plantación, las características de la estructura de protección, los factores ambientales, el destino de la producción o posibles repercusiones para otras plantaciones, son algunos de ellos. A esto hay que sumar las técnicas de control biológico y tecnológico de plagas, muy habituales en cultivos hortícolas del sureste español, que complican, todavía más, el establecimiento de muestreos estandarizados y umbrales de intervención que sean realmente útiles.
Por ello, los criterios de intervención deben ser establecidos por técnicos con suficiente formación, experiencia y conocimientos de la zona y explotación, capaces de valorar las diversas variables en su conjunto y que se ayudan de otros datos complementarios, como condiciones climatológicas acaecidas y previstas, y los proporcionados por trampas indicadoras. Es precisamente la alta cualificación de sus técnicos uno de los pilares de la horticultura más profesional y sostenible que se realiza en la Región de Murcia.
Herramientas para el control de plagas
Siendo las medidas de prevención fundamentales para reducir los riesgos fitosanitarios, habitualmente algunas plagas prosperarán y con ellas la necesidad de intervenir para proteger la calidad y productividad de las plantaciones, para lo que pueden utilizarse herramientas biológicas, tecnológicas y químicas.
Control biológico
Los formulados microbiológicos, a base de hongos, bacterias y virus antagonistas de plaga, pueden incluirse entre las herramientas de control biológico. Junto a estos, los insectos y ácaros beneficiosos adquieren una especial relevancia en la agricultura murciana y de otras zonas productoras en España.
La instalación de esos auxiliares en las parcelas de cultivo se consigue a través de diferentes sistemas, que pueden ser complementarios. Las introducciones estratégicas de individuos multiplicados por empresas especializadas, son ya un clásico en los invernaderos de pimiento del Campo de Cartagena, en donde prácticamente en su totalidad se liberan Amblyseius swirskii y Orius laevigatus, junto a otros auxiliares, que son comercializados en diferentes formatos. En el caso del tomate son también habituales las liberaciones de Nesidiocoris sobre las plantas de semillero, poco antes de su trasplante, a los que se les adiciona alimento específico para facilitar su instalación, o su alternativa durante las primeras semanas de la plantación.
Otras técnicas de instalación de artrópodos beneficiosos utilizadas en cultivos de solanáceas y cucurbitáceas, consisten en intercalar plantas de otras especies, sobre las que se crían determinados insectos que sirven de alimentación a los beneficiosos, consiguiendo elevadas poblaciones en los momentos en que son más necesarios. Así, en pimiento, melón o sandía, pueden instalarse líneas de cereal, habitualmente trigo, que se inoculan con un pulgón que no ataca a hortalizas, como Rhopalosiphum, y sobre cuyos individuos se multiplicarán Aphidius y otros insectos beneficiosos.
Esos parasitoides se irán desplazando al cultivo para controlar los pulgones que sí les afectan, como Myzus persicae y Aphis gossypii. Algo similar se realiza en plantaciones de sandía, en las que se intercalan plantas de berenjena que, con antelación al cultivo, son colonizadas por la mosca blanca Bemisia tabaci sobre la que puede multiplicarse Eretmocerus mundus, que incrementará sus niveles poblacionales para desplazarse a las plantas de sandía sobre las que interferirá con la plaga. En otros casos, lo que se busca es la conservación de las poblaciones de auxiliares, mediante la plantación de especies reservorio en el interior de las parcelas de cultivo o su entorno.
Dado que los artrópodos beneficiosos son muy sensibles a numerosos productos fitosanitarios, es necesario realizar un manejo muy específico de los mismos, evitando unos y posicionando otros solo en determinados momentos y condiciones de uso, lo que complica el control de algunas plagas. Sin embargo, cuando se evitan las aplicaciones incompatibles con los auxiliares liberados, se favorece también la colonización de las plantaciones por otros beneficiosos presentes en su entorno.
A veces, aun sin realizar introducciones específicas de auxiliares, la lucha biológica se consigue facilitando la colonización de la plantación por artrópodos beneficiosos que encuentran de manera natural en la zona, lo que con frecuencia se logra simplemente evitando los tratamientos incompatibles con los mismos. En el caso del tomate, favorecer la instalación natural de Necremnus y míridos, son objetivos clave para controlar Tuta, mientras en pimiento al aire libre tienen un especial interés Orius y los fitoseidos.
Control tecnológico
Además de las trampas cromotrópicas adhesivas, ya citadas como complemento a las medidas de higiene y cerramientos, hay estrategias tecnológicas que adquieren una especial relevancia en cultivos hortícolas de la Región de Murcia. Tal es el caso de las técnicas de “confusión sexual” para Tuta absoluta en tomate y de Ostrinia nubilalis en pimiento. Estas técnicas consisten en la colocación de dispositivos que difunden de manera continua la feromona sexual de las hembras, de tal manera que saturan los receptores de los machos, que no serán capaces de localizar y fecundar a las hembras que emiten su feromona de atracción sexual.
Distintas estrategias de lucha biológica y tecnológica son utilizadas, con prioridad, en la horticultura profesional de la Región de Murcia.
Spodoptera exigua y Plutella xylostella son otros lepidópteros plaga sobre los que se han probado técnicas de confusión sexual con buenos resultados, pero con escaso interés por otras alternativas más económicas y de más fácil manejo.
Otras herramientas tecnológicas las constituyen diversos dispositivos de captura masiva, cuyo objetivo es reducir la presión de la plaga mediante la captura del máximo número de individuos, antes de que sean capaces de multiplicarse. Como atrayente pueden utilizarse feromonas sexuales, de agregación, sustancias alimenticias o señales luminosas o cromatrópicas, combinando con frecuencia más de uno.
Control químico
Estas estrategias de prevención y herramientas de control biológico y tecnológico son las utilizadas con prioridad en la agricultura profesional que se realiza en la Región de Murcia. Desafortunadamente no todas las plagas se pueden controlar con estos métodos, incluso hay cultivos y condiciones donde sería contraproducente introducir algunas de ellas. Así, mientras en hortalizas de fruto, como pimiento, tomate, berenjena o cucurbitáceas, la presencia de auxiliares en las plantaciones va a ser un objetivo general, en el caso de hortalizas de hoja, como lechuga o apio, su presencia llega a generar problemas por el riesgo de que aparezcan especímenes en los productos comercializados.
Por ello, como sucede en sanidad humana con los medicamentos, en sanidad vegetal los productos fitosanitarios constituyen herramientas fundamentales y son la opción más conveniente en muchos casos, dentro de un sistema de producción agraria sostenible. Su registro requiere de exhaustivos estudios de seguridad, evaluados por organismos europeos y nacionales responsables en seguridad alimentaria, medioambiental y laboral, con una vigilancia de uso cada vez más rigurosa.
A pesar de que muchos productos fitosanitarios son potencialmente muy peligrosos, puede realizarse un uso seguro que minimice sus riesgos, y así se hace en la actualidad en la agricultura profesional, tecnificada y controlada en la Región de Murcia. La indicación de una intervención tiene que ser realizada, de manera justificada, por un técnico. La adquisición y uso solo puede ser efectuado por personal con formación y cualificación específica. Los equipos de aplicación están sometidos a inspecciones técnicas periódicas y los locales en los que se almacenan tienen que cumplir unas estrictas medidas de seguridad. Además, los envases vacíos son obligatoriamente devueltos para que un gestor especializado se haga cargo de ellos.
A todo esto hay que sumar las especificaciones de cada producto sobre las características de los EPIs a utilizar, plazos de reentrada, plazos de seguridad, distancias mínimas a puntos de agua, limitaciones en las cantidades o número máximo de usos, entre otras.
A pesar de la seguridad con la que se utilizan los productos fitosanitarios en la agricultura más profesional, existe una preocupación creciente en la opinión pública por ellos, a la que le llega con gran facilidad los riesgos, pero difícilmente la necesidad y ventajas que implica su uso.
Para que una agricultura sea sostenible, además de otras herramientas fitosanitarias, necesita disponer de productos fitosanitarios lo suficientemente eficaces y con diferentes modos de acción (MoA) para minimizar los riesgos de resistencias y poder ser adecuadamente integrados en las estrategias de GIP, de acuerdo a los problemas y situaciones particulares.