El biocontrol es un recurso ecosistémico clave para la producción sostenible de la agricultura, en el cual se aprovechan los enemigos naturales de las plagas y enfermedades para reducir poblaciones, suprimirlas o mitigar sus daños. En este artículo se analiza su evolución a lo largo de estas décadas, su éxito en el control de plagas y enfermedades de determinados cultivos y la problemática que sufre España para conseguir en tiempos razonables el registro de estos productos.
IBMA España.
En las últimas décadas, la sociedad se está concienciando del impacto que la actividad del hombre está generando en nuestro entorno. El cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales o los gases de efecto invernadero, están dando la voz de alarma para que revirtamos esta situación si queremos preservar nuestros ecosistemas y asegurar la capacidad de supervivencia de las generaciones futuras.
Según la FAO, “para ser sostenible, la agricultura debe satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras de sus productos y servicios, garantizando al mismo tiempo la rentabilidad, la salud del medio ambiente y la equidad social y económica”.
En este contexto, para poder producir de manera sostenible ajustándonos a las nuevas demandas de los consumidores, y siguiendo las directrices regulatorias en Europa, surge la necesidad imperiosa de acelerar el desarrollo de soluciones de protección de los cultivos contra plagas y enfermedades que cumplan con estos requisitos.
El biocontrol, o control biológico, se define como el uso de tecnologías naturales (o idénticas a las naturales si son sintéticas) incluyendo el uso consciente de organismos vivos para el control de plagas y enfermedades en cultivos agrícolas y ornamentales. Es un recurso ecosistémico clave para la producción sostenible de la agricultura, en el cual se aprovechan los enemigos naturales de las plagas y enfermedades para reducir poblaciones, suprimirlas o mitigar sus daños.
Las cuatro categorías técnicas de control biológico son: macroorganismos (invertebrados), microorganismos (virus, bacterias y hongos), semioquímicos (feromonas) y sustancias naturales.
Los diferentes agentes de biocontrol se encuentran disponibles desde hace más de treinta años, siendo el primero de los registrados en España el microorganismo Bacillus thuringiensis (con fecha de inscripción 1/03/93), y hoy son bien conocidos como los Bts de la agricultura, pudiendo encontrar más de cuarenta productos en el mercado. Las esporas y las proteínas insecticidas cristalinas producidas por B. thuringiensis se han utilizado para controlar plagas de insectos desde la década de 1920 en Asia y en Francia se comercializó como Sporeine desde 1938.
Según su naturaleza se encuadran, por una parte, como productos fitosanitarios (regulados bajo el Reglamento 1109/2009) y, por otra, los llamados Medios de Defensa Fitosanitaria (MDFs) que en España están regulados por el Real Decreto 951/2014. En los primeros encontramos a los microorganismos que actúan como insecticidas, fungicidas o nematicidas, además de las feromonas y sustancias naturales, todos para el control de plagas y enfermedades. Y entre los segundos, como MDFs tenemos a los macroorganismos de control biológico que son especies de insectos, ácaros y nematodos entomopatógenos, insectos polinizadores, así como las trampas y feromonas de monitoreo.
Hoy en día existen unos 1.200 productos dentro de los MDFs en el Registro Oficial del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, de los cuales la mayoría son insectos o ácaros, agentes de biocontrol, disponiendo de unas 110 especies diferentes que son las que usa el agricultor para combatir las plagas en cultivos protegidos o al aire libre dentro de programas de gestión integrada de plagas (GIP) o de agricultura ecológica.
Vencer a las resistencias
La gestión integrada de plagas, mediante el control biológico, desempeña un papel crucial en el manejo de las resistencias que muchas plagas han ido adquiriendo como consecuencia del uso habitual de plaguicidas químicos. El modo de acción de los macroorganismos y microorganismos beneficiosos, que son enemigos naturales de las plagas y enfermedades, vence esas resistencias adquiridas.
Al incorporar medidas de control no químicas, la lucha integrada logra que las plagas no puedan desarrollar resistencias. El manejo de la resistencia dentro de una estrategia GIP no solo salvaguarda la eficacia de las medidas de control, sino que también subraya la importancia de un enfoque sostenible y adaptable para el control de plagas, que aborde la naturaleza cambiante de las poblaciones de plagas en entornos agrícolas y urbanos.
En el registro nacional de productos fitosanitarios, de los productos registrados, solamente el 4,3% son productos a base de microorganismos. Dentro de este grupo se incluyen bacterias, virus y hongos, y que, además de las “veteranas” Bts, las especies de los hongos Trichoderma spp., Lecanicillium muscarium, Bauveria bassiana, o Paecilomyces sp, entre otros, actúan de forma eficaz como bioinsecticidas y como biofungicidas. No hay que olvidar el 2% al que pertenecen sustancias que actúan como feromonas o atrayentes, tan importantes en el control biológico de lepidópteros.
El modelo Almería
En menos de veinte años, Almería ha logrado convertirse en un referente mundial del control biológico de plagas y enfermedades. Actualmente, de las 37.000 hectáreas de invernaderos existentes en la provincia, unas 27.000 hectáreas utilizan técnicas de control biológico.
El uso de organismos beneficiosos y sustancias naturales crece al ritmo de un 2% anual desde que los primeros insectos auxiliares llegaron masivamente en 2007 (conocido como “la revolución verde”) para cambiar definitivamente el modelo agrícola almeriense y, además, demostrar que el control biológico (iniciado con el ácaro depredador Amblyseius swirskii y el chinche Orius laevigatus) es el aliado perfecto para una agricultura sostenible ambientalmente y rentable económicamente.
Es significativo, por ser un dato único en el mundo, que el 99% del pimiento que se produce en Almería emplea el control biológico y que en los últimos años está sirviendo como modelo para extrapolar las técnicas de control biológico hacia los cultivos al aire libre en toda España.
El control biológico en Almería ha llegado a una fase de madurez técnica, caracterizada por un enfoque integral que tiene muy en cuenta la biodiversidad existente dentro y fuera de las explotaciones agrícolas.
La experiencia en cítricos
La progresiva desaparición de materias activas y el desarrollo de protocolos eficaces para controlar las principales plagas que afectan a los cítricos son dos argumentos de peso a la hora de apostar por su control biológico. Y, de hecho, así lo han considerado muchos productores, ya que en los últimos años ha habido un crecimiento exponencial de la superficie de cítricos españoles donde se usan técnicas de control biológico. Esto es debido a que el biocontrol ha demostrado en tiempo récord tener la solidez y seguridad suficientes para convertirse en una alternativa real a determinadas materias activas que se han retirado del mercado.
Las principales plagas de los cítricos ya pueden ser controladas eficazmente con soluciones biológicas. Es el caso de Planococcus citri (el cotonet más común en las distintas zonas productoras) y Delottococcus aberiae (también conocido como cotonet de Sudáfrica), a los que puede hacerse frente mediante sueltas preventivas de Anagyrus vladimiri y sueltas de Cryptolaemus montrouzieri. Además, existen soluciones para las plagas de piojos rojo y blanco. Y no podemos olvidar el biocontrol de araña roja (Tetranychus urticae) mediante el enemigo natural Phytoseiulus persimilis, que es capaz de encontrar la plaga en los escondites más insospechados y romper la tela con la que protege sus nidos.
Freno burocrático a la competitividad
España enfrenta un notable agravio comparativo en cuanto al número de productos disponibles y el tiempo requerido para su registro, en comparación con otros países de fuera de Europa. Mientras que en España el proceso de registro puede llevar entre cinco y diez años, en países como Canadá, Estados Unidos, Brasil, China, India y Australia este plazo se reduce considerablemente a dos o tres años. Otros países como Sudáfrica tienen tiempos de registro de entre tres y cinco años, Kenia de uno a tres años y Nueva Zelanda de dos a cinco años. Esta disparidad en los plazos pone a España en una desventaja competitiva significativa.
Como ejemplo de las consecuencias de esta diferencia en los plazos, en Europa solo hay 57 microorganismos aprobados como sustancia activa, mientras que en Brasil hay 352, por lo que los agricultores brasileños tienen a su disposición muchas más herramientas de control biológico que los agricultores españoles. En Brasil en 2021 ya se trataban 23 millones de hectáreas con herramientas de biocontrol, lo que suponía el 40% de los nematicidas, el 30% de los insecticidas y el 10% de los fungicidas. Con este panorama las empresas globales de biocontrol ya no priorizan los registros en Europa, sino que acuden a otras geografías donde el registro de un producto de biocontrol es más corto y predecible.
Para acelerar la autorización de productos fitosanitarios en España, es necesario seguir tres pasos clave. En primer lugar, la UE debe definir claramente el concepto de biocontrol, lo que permitiría una evaluación más ágil y precisa de este tipo de productos. En segundo lugar, se debería implementar la autorización provisional de los productos cuando se haya demostrado la seguridad de la sustancia activa, facilitar y acelerar la extensión de etiquetas y alargar los plazos para la renovación, lo que permitiría una mayor flexibilidad en el proceso de registro. Por último, se requiere una nueva regulación de biocontrol para el año 2030, que establezca directrices claras y eficientes para la autorización de estos productos. En este sentido IBMA global ha publicado un arbol de decisión (Decission Tree) para ayudar a las autoridades europeas a evaluar de una manera más eficiente los dossieres de sustancias naturales.
Solo a través de estas medidas se podrá reducir la brecha existente y mejorar la competitividad de España en el mercado internacional de productos agrícolas.