En el término municipal de Villamanta, a unos 45 kilómetros de Madrid, se encuentra la Dehesa de Valquejigoso, un proyecto familiar iniciado por la familia Colomo Carmona con la finalidad de elaborar un gran vino en Madrid. Para ello, desde 1994 llevan trabajando el viñedo realizando una viticultura de precisión para producir vinos de máxima calidad que lleven el sello inimitable de su finca.
Carmen Sánchez. Periodista
“Cuando empezamos el proyecto de Valquejigoso, el vino de Madrid siempre había sido denostado y nunca había tenido una categoría importante”, explica Félix Colomo, el propietario de la bodega. Por ello, “el fin de Valquejigoso era sacar al mercado un producto de máxima expresión y máxima calidad en la Comunidad de Madrid”.
Este producto es posible gracias al emplazamiento y las características de la finca, situada íntegramente en la Comunidad de Madrid, en la parte más oeste de la misma, en el límite con la provincia de Toledo. “En esta ubicación tenemos bastante incidencia por la formación de la Sierra de Gredos, por lo que prácticamente todos los suelos que tenemos en Valquejigoso proceden de los plegamientos y formaciones de esta sierra, compuesta por roca granítica. Además, es una zona con bastantes ondulaciones, lo que repercute en la mayor complejidad de nuestros vinos. La Sierra de Gredos también condiciona las variables climáticas de nuestro viñedo, siendo la incidencia más significativa los diferenciales de temperaturas entre el día y la noche en época de maduración de la uva, lo que contribuye a una maduración más completa”, comenta Aurelio García, enólogo de Valquejigoso.
La finca tiene una superficie total de 970 hectáreas, en 50 de las cuales se concentra la plantación de viñedo, dispuesto en laderas con distintas exposiciones, donde cambia el tipo de suelo. “Esta es una de las virtudes de la finca, que en una extensión tan pequeña haya tanta variedad”, especifica el enólogo. Las variedades cultivadas con las que cuenta Valquejigoso son Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Petit Verdot, Syrah, Tempranillo, Ganacha, Graciano y Negral para tintos; y Sauvignon Blanc, Voignier, Albillo Real y Moscatel de Grano Menudo en blancos.
Estas variedades se sitúan en una altitud que oscila entre los 610 metros en su cota más alta y los 560 en la cota mínima, enmarcadas en un clima continental con temperaturas extremas en invierno y en verano, pero con una humedad relativa limitada y una pluviometría que fluctúa entre los 300 y los 350 milímetros anuales.
La edad de las plantaciones, seña de calidad
La edad de las vides, cuya densidad se encuentra en las 4.000 plantas por hectárea en un marco de 2,5 metros de anchura entre calles y un metro entre plantas, va desde los 6 a los 22 años. Esto es un punto muy importante a tener en cuenta en la calidad del producto final que Valquejigoso ofrece. “De hecho, nuestro viñedo más joven no entra a formar parte de nuestros vinos”, aclara el enólogo. “En las condiciones en que cultivamos, con una densidad de plantación alta, suelos muy pobres, viñedos cultivados bajo una climatología extrema, etc, estos viñedos con 15 años de edad, tienen un comportamiento similar al de viñedos de 60 años cultivados en otras zonas donde la planta no se cultiva en circunstancias tan limitantes”.
Las producciones que obtiene la finca están identificadas de manera que cada parcela conforma una unidad de manejo. “Para hacer esto hemos tenido que fragmentar mucho la superficie y tenemos las casi 50 ha divididas en 81 parcelas de trabajo”, cuenta García. Dependiendo de la zona del viñedo, la producción también es distinta. En las zonas valle alcanzan una cosecha de 3.000 a 4.000 kilos por hectárea y en las otras, la producción es inferior: entre 800 y 1.500 kg/ha.
El viñedo cuenta con un sistema de riego por goteo y su abonado se basa únicamente en la aplicación de estiércol. El tipo de poda básicamente es el Royat, aunque “luego, dependiendo de la parcela, jugamos con el número de yemas y con el tipo de formación de la planta”, manifiesta Aurelio García.
Toma de decisiones basada en la experiencia
Para la toma de decisiones se apoyan principalmente en la experiencia. “Llevamos cultivando la vid desde el año 1994, aunque las primeras cosechas que vinificamos tuvieron lugar en 1999”, apunta el enólogo. Otros medios que utilizan en esta toma de decisiones son los datos que recolectan a través de “sensores que miden la capacidad de agua en el suelo, los dendrómetros, los cuales aportan datos de cómo está trabajando la planta, datos de muestreo de maduración o proyectos que llevamos a cabo para saber las diferentes vías de trabajo que nos interesa conocer… Al final obtenemos un cúmulo de información que nos ayuda a conocer más profundamente nuestro terruño, el cual intentamos plasmar en los vinos de Valquejigoso”.
Todo ello, se traduce en una viticultura de precisión al servicio de la búsqueda de la máxima calidad del vino. “La primera vendimia la hicimos fue en 1999, pero hasta el año 2005 no elaboramos los vinos que 6 años después empezaríamos a comercializar, porque considerábamos que antes del año 2005 todavía no habíamos alcanzado en nuestros vinos el carácter que buscábamos”, cuenta el propietario, Félix Colomo.
En cuanto a la viticultura que practican, es una viticultura natural siendo muy respetuosos con el entorno del viñedo. Realizan las diferentes prácticas culturales sobre el viñedo, como la poda, eliminación de malas hierbas, poda en verde, conducción de la vegetación o aclareo de racimos de forma manual y siguiendo los criterios del ciclo biológico de cada variedad para practicar cada labor en el momento más oportuno.
Operación Polinizador contra las plagas de la vid
En Valquejigoso se dejan cubiertas vegetales naturales entre calles las cuales van manejando según interesa en los diferentes estados fenológicos de cada parcela, evitando así crear una gran competencia con la viña en los meses de mayo o junio. Esta cubierta sirve de refugio para los insectos y ácaros que pueden perjudicar a la vid, lo que “puede suponer un problema importante, como en la añada de 2009, cuando tuvimos una plaga de araña amarilla que llegó a provocar defoliaciones importantes en algunas parcelas”, cuenta Aurelio.
Ante este problema de la aparición de ácaros o arañas, en Valquejigoso empezaron a estudiar de qué forma combatir las plagas. “Hablamos con diferentes especialistas y con los técnicos de Syngenta surgió la idea de un proyecto en común donde buscábamos reforzar la estructura de la flora y conseguir una fauna depredadora de estos ácaros”, explica el enólogo.
Se trata de la Operación Polinizador, un proyecto liderado por Syngenta para fomentar la biodiversidad de cultivos. “Empezamos poniendo unos márgenes de cubiertas vegetales de especies de plantas que no se desarrollan en nuestro viñedo, y dichos márgenes los implantamos en aquellas zonas donde teníamos más conflictos”, detalla. “Se trata de una mezcla de 10 semillas entre las que se encuentran el cilantro, la vivovera y la manzanilla y que ha contribuido a un desarrollo significativo de los polinizadores y una fauna auxiliar importante con beneficios para el cultivo que estamos desarrollando”.
Aurelio García cuenta que en una primera medición en época de floración, se localizaron 73 especies de insectos distintos, de los cuales 18 eran depredadores de plagas perjudiciales para el viñedo.
“Es muy difícil poner un valor a la repercusión de este proyecto pero lo que sí hemos observado es que contribuye positivamente a nuestra agricultura de concepto natural. Nos es más fácil realizarla al poder combatir las plagas que nos afectan”, manifiesta.
Una bodega con sello propio
La bodega de Valquejigoso lleva la singularidad desde su misma construcción. Su diseño integrado y con las mejores tecnologías, contribuye al cuidado de todos los detalles para la elaboración de un vino singular. La bodega comenzó a construirse en el año 2001 y sus instalaciones están construidas subterráneamente.
Aunque en esa búsqueda incesante de la máxima calidad, Valquejigoso lleva a cabo elaboraciones básicas, “como se han hecho de toda la vida, porque al final, la calidad de la uva es la que transmite el carácter al vino”, argumenta García. Sin embargo, también tienen algunas técnicas diferenciadoras con otros productores, como la elaboración con uva y mosto en frío hasta pasar seis o siete días de maceración prefermentativa, o una precisa selección de racimos y de granos. “Todo el encubado de la uva y el remontado lo hacemos con gravedad y elaboramos en acero inoxidable y tinas de roble francés”, especifica. Además, en la bodega trabajan con levaduras autóctonas que consiguen de sus propias plantas.
La forma de hacer se transmite en los vinos. “Son vinos que tienen gran capacidad de envejecimiento y aromáticamente siguen recordando a los aromas de la finca, donde hay mucha jara y mucho sotobosque. Todo este entorno termina impregnando al vino y da peculiaridades al producto”, explican. Además, según apunta Colomo, la planta se ha manifestado de forma diferente en el terreno de Valquejigoso. “Por ejemplo, un Cabernet Suavignon se manifiesta distinto aquí que en La Rioja o en Francia por las características de la zona, pero lo importante, es que por los suelos de nuestro viñedo y la forma de cultivarlos, dentro de nuestro viñedo hay zonas donde cada variedad se comporta de un modo distinto. Esto, junto al uso de las levaduras autóctonas y al cuidado de muchos detalles, confiere un carácter único a nuestros vinos”, cuenta.
Aunque no pertenecen a ninguna Denominación de Origen, ya que consideran que “esto es una Denominación de Origen propia, aunque no esté registrada como tal”, sus vinos cotizan muy alto en el mercado, sobre todo el internacional, debido a su carácter elitista. “El consumidor cada vez busca productos más naturales”, apunta Aurelio García, “y buscan además un valor añadido. Por eso hay que seguir trabajando en todos los proyectos que nos permitan hacer vinos singulares trabajando de forma natural”.