Cinco generaciones, más de 120 años, avalan la tradición de la familia Martínez Bujanda en la elaboración de sus vinos. Más de un siglo de experiencia en viticultura que les permiten elaborar unos vinos de calidad y de renombre nacional e internacional. Actualmente cuentan con cinco bodegas repartidas por diferentes DO de nuestro país. Bodegas muy diferentes entre sí pero con un denominador común: una férrea apuesta por la innovación con implantaciones como la tecnología de Nanolabs, que les ha permitido ahorrar hasta un 50% de agua.
Corría el año 1999 cuando la familia Martínez Bujanda adquirió Finca Antigua. Como en sus otras cuatro bodegas, “buscaban una bodega que estuviera estrechamente ligada al campo y que éste tuviera algo especial”, comenta Rosa Martín, responsable de Relaciones Públicas de Finca Antigua. En este caso, una elevada altitud –hasta los 900 m en su punto más elevado– y un monte que rodea al viñedo y que otorga a los vinos un carácter especial. Viñedo y monte conviven en la finca y proporcionan a la bodega, construida en 2003 en el punto más alto de la explotación, unas vistas únicas.
Finca Antigua suma en torno a 1.000 ha distribuidas entre los términos municipales de Los Hinojosos y Villamayor de Santiago, en Cuenca; y Villanueva de Alcardete, en Toledo. Cuando la adquirieron contaba con 210 hectáreas de viñedo. Con el tiempo esa superficie se ha duplicado alcanzándose las 420 ha, todas ellas en espaldera y distribuidas en más de 40 parcelas diferenciadas según la variedad. Hoy cultivan 18 variedades distintas entre las que destacan Merlot, Petit Verdot, Moscatel, Chardonnay, Syrah, y, sobre todo, Tempranillo y Cabernet Sauvignon, que predominan sobre el resto. Las 86 ha de Cabernet Sauvignon de la parcela Pedazo Chicote fue una de las primeras plantaciones de esta variedad cultivadas en espaldera y en La Mancha; fueron unos pioneros.
Su catálogo incluye doce vinos entre los que encontramos dos blancos, seis monovarietales con toque de barrica –desde vinos más potentes a partir de Petit Verdot hasta vinos más sedosos elaborados con Tempranillo–, un crianza de cuatro variedades y catorce meses de barrica, y un reserva trivarietal y dieciocho meses de barrica. Hablan con especial orgullo de su vino Clavis, la “joya de la corona” elaborado con la uva procedente de las 4 ha de la parcela Pico Garbanzo; y de Selección LR –las iniciales de su enólogo, Lauren Rosillo–, su vino más exclusivo.
Su larga experiencia en viticultura, las condiciones climáticas óptimas de la zona y las diferentes variedades producidas se unen a otros aspectos como el suelo calizo que soporta los viñedos y la altitud -entre 800 y 900 metros sobre el nivel del mar- y son claves para la obtención de una calidad óptima, que ha sido reconocida y premiada dentro y fuera de nuestras fronteras. Actualmente exportan, en torno al 80% de la producción, a más de 57 países, principalmente norte de Europa, EE.UU. y Canadá. Este reconocimiento y expansión internacional ha jugado un papel importante a la hora de posicionar La Mancha como una DO productora de unos vinos de calidad a la altura de los producidos en La Rioja o Ribera de Duero, comentan.
Elaborar los vinos desde el campo
Junto a las condiciones edafoclimáticas que les vienen dadas, la clave para la obtención de unos vinos de calidad radica en la estrecha vinculación de bodega y campo –Lauren Rosillo, su enólogo, es también viticultor y encargado del manejo del viñedo– y en una buena gestión del cultivo. Hasta 60 personas –40 en campo y 20 en bodega y laboratorio– se encargan de que así sea. “El vino se comienza a elaborar en el campo”, señala Rosa.
En cuanto a la fertilización, comenta Rosillo que apostaron por abonados orgánicos a base a estiércol de oveja que compran a explotaciones ganaderas cercanas y compostan en sus instalaciones. Tienen la explotación dividida en dos partes y aportan en años alternos en cada una de las dos divisiones en torno a 5 toneladas/ha.
En cuanto a tratamientos frente a plagas y enfermedades, el oídio, endémica de la zona, es la principal enfermedad a la que tienen que hacer frente. “Si no hay tormentas veraniegas, con un tratamiento de azufre es más que suficiente para poder controlarlo”, afirma el enólogo y viticultor.
Ahorro del consumo del agua de hasta un 50%
Aunque alguna parcela continua en secano, prácticamente la totalidad de la explotación se encuentra en regadío. Éste es superficial con tuberías portagoteros con, dependiendo de las parcelas y del marco de plantación de cada una, goteros de entre 2,2 y 3,6 litros/hora.
La pluviometría, que se sitúa en torno a los 400 litros/m2 de media, es algo superior que en otros pueblos de la zona. Sin embargo, los últimos cuatro últimos años esta cifra se encuentra rozando los 300 litros/m2, un 25% menos. En este contexto, el ahorro de agua se convierte en un aspecto fundamental y, su afán por mejorar y por optimizar los procesos, les llevó hace tres años a probar la tecnología desarrollada por Nanolabs.
Esta tecnología consiste en la utilización de nano frecuencias para aumentar el quantum del agua. Este quantum de energía emitido interactúa con los enlaces del hidrógeno, modificando las propiedades físicas de las moléculas de agua, haciéndolas más “pequeñas” y mejorando así su asimilación por parte de la planta. Aunque el ahorro del consumo de agua es el principal beneficio asociado al uso de esta tecnología, también puede aplicarse para la eliminación de incrustaciones calcáreas en los sistemas de riego y para la limpieza de balsas. En este último caso, en Finca Antigua ya han observado cómo se ha reducido sustancialmente la cantidad de lodos recogidos en la última limpieza realizada que, además, se retrasó un año más de lo habitual, con el ahorro económico que eso conlleva.
Fue en 2015, un año especialmente caluroso y seco, cuando instalaron equipos injertados en seis ramales portagoteros de una parcela seleccionada. Aquel año se realizó un estudio que desprendía datos muy significativos. Se concluía que el riego con agua tratada con nano frecuencias proporcionaba al medio acuoso mayor fluidez y ligereza y que, de esta forma, el agua era más eficiente en la planta. Como consecuencia, se obtenían uvas con mejores propiedades físico-químicas y se reducía la dotación de agua por hectárea ya que ésta era más accesible a la planta y la planta podía usarla de forma más eficiente. “Al ser un agua más dúctil y más fácil de asimilar, se mejora la eficiencia fotosintética en la planta”, comenta Rosillo.
Actualmente, toda la finca tiene instalada esta tecnología y los resultados cosechados están siendo muy positivos. Este año están trabajando con una dosis que supone un 50% menos que lo que venía consumiendo antes de la instalación. Esta campaña, como en años anteriores, han realizado entre tres y cuatro riegos entre julio y agosto, de 12 horas de duración cada uno y, a pesar de la reducción de la dosis –que se sitúan en los 300 m3/ha–, “las cepas presentan un aspecto muy bueno y con unas producciones contenidas”, apunta Rosillo. “Este aporte es suficiente para llevar adelante una producción de 7.000 kg/ha”, añade.
Con los 2,8 millones de kilos de uva recolectados elaboran en torno a 2 millones de botellas de un vino que, como aseguran con orgullo, cuando son descorchadas por los consumidores de todo el mundo se convierten en una elección segura.
Su apuesta por la innovación se manifiesta también en algunos proyectos en los que se encuentran inmersos. Entre ellos, un trabajo conjunto con la Universidad de Castilla-La Mancha para la obtención de una materia activa ecológica para combatir de manera efectiva a los hongos de la madera y otras enfermedades que afectan al viñedo, y que podría tener además un efecto positivo sobre la calidad de la uva y, por tanto, del vino.