En una zona como La Mancha, donde la trilogía mediterránea (vid, olivo y cereales) domina el paisaje desde tiempos inmemoriales, el pistacho se ha ido haciendo hueco en los últimos años. Y lo ha hecho por varias razones: su elevada rentabilidad; su perfecta adaptación al clima de La Mancha, la experimentación previa desarrollada por el centro de investigación El Chaparrillo y el espíritu emprendedor de unos cuantos agricultores. Uno de ellos es José Miguel Salcedo, ingeniero industrial que ha encontrado en este novedoso cultivo la forma ideal de rentabilizar las tierras de su familia.
J. E. Chao. Periodista.
En el municipio de Malagón (Ciudad Real), José Miguel Salcedo está recogiendo ya los frutos de una apuesta valiente que realizó hace diez años, transformando las tierras de viñedo de su familia al cultivo del pistacho, un producto de gran demanda internacional y que requiere de unas características de clima y suelo muy concretas.
De hecho, según Salcedo, en Europa solo pueden cultivarse las variedades de mayor calidad en determinadas partes de España, Sicilia y una zona pequeña de Grecia. Eso hace que su precio de mercado crezca año tras año. Y no hay visos de que la tendencia pueda cambiar a medio y largo plazo, pues, tanto en España como en Europa, la demanda supera con creces a la oferta.
Salcedo nos cuenta que comenzó su plantación hace diez años y que a los ocho años los árboles ya estaban en producción. De momento, solo han llegado a esta fase productiva 10 hectáreas, 3 de regadío y 7 de secano; el grueso de la producción está por llegar, teniendo en cuenta que tiene un total de 85 hectáreas que ha ido plantando poco a poco. Previamente, aprovechó los trabajos que el centro de investigación de la Junta de Castilla-La Mancha, El Chaparillo, había realizado sobre cultivos alternativos. Una labor fundamental que ha sentado las bases y ha servido de guía a los agricultores que se decidieron a introducir este frutal.
No obstante, ante la falta de experiencia previa por parte de la industria especializada en el sector, léase viveros, proveedores de maquinaria, etc., a José Miguel le ha tocado hacer un intenso trabajo, a base de la técnica de ensayo-error, para encontrar las mejores soluciones.
Selección de variedades según el terreno
Uno de esos retos ha sido el de encontrar las variedades que mejor se adaptaran a cada una de sus parcelas. En las de regadío no tuvo muchas dudas, pues funciona perfectamente la variedad más estudiada por El Chaparrillo, llamada Kerman, de mucha calidad y gran calibre, que se adapta como pocas al clima manchego, pues requiere de un mínimo de 1.400 horas de frío al año para rendir adecuadamente. Eso hace que esta cotizada variedad solo se produzca en óptimas condiciones en regiones muy concretas del mundo.
Otro asunto fueron las tierras de secano, pues la falta de agua hace que esta variedad, tenga un exceso de pistachos que no llegan a abrir, circunstancia que devalúa enormemente el producto. Así, tras diversas pruebas, se decantó por Sirora, cuya ventaja principal es que, sin riego, “da un porcentaje de pistachos abiertos del 90%, mientras que Kerman en secano tiene una tasa de cerrados de entre el 50 y el 60%, con lo que la rentabilidad media de Sirora acaba siendo mayor”, señala Salcedo.
Otro de los dilemas que ha resuelto tras años de experimentación en su finca es la selección del pie que mejor se comporte en esta zona. Finalmente ha elegido la variedad autóctona Cornicabra (del mismo nombre que la variedad de olivo), injertándola en campo. Sin embargo, lamenta que todavía quede por hacer una selección genética adecuada, pues el comportamiento es muy heterogéneo y no todos los pies se desarrollan bien, por lo que un 30%, aproximadamente, hay que ir replantándolo.
Afirma que la tarea más complicada es la de injertar, porque, por la experiencia de Salcedo, “tiene un índice de prendimiento muy bajo, a veces se queda en el 30%; se necesita que la planta tenga mucho vigor, por lo que hasta el segundo o tercer año no se puede, y aun así hay que estar constantemente reinjertando; existe la posibilidad de comprar plantas injertadas, pero actualmente son muy caras y no funcionan demasiado bien, porque vienen con el sistema radicular muy enredado y les cuesta adaptarse al terreno, de forma que, aun teniendo dos años, tardan lo mismo que las injertadas en campo en entrar en producción”.
En las parcelas de regadío tienen instalado sistema de riego por goteo, pero, de acuerdo con las recomendaciones de El Chaparrillo, ha comprobado que conviene someter al pistachero a un estrés hídrico en una determinada época: “Si dejamos de regar en primavera y no volvemos a regar a hasta el mes de julio, conseguimos aumentar el porcentaje de pistachos abiertos; pero no es algo podemos controlar siempre, porque hay años con primaveras muy lluviosas. También seguimos regando un tiempo después de la cosecha para que el árbol acumule reservas para la floración del año siguiente”.
La recolección se realiza mediante vibradores con paraguas y, una vez más, ha visto cómo la falta de experiencia en este cultivo complicaba su trabajo. Al principio, la maquinaria disponible en el mercado estaba preparada para otros usos y, al utilizarla con los pistacheros, descortezaban los árboles y se acababan secando. Finalmente, con modificaciones en los mecanismos de fijación, han conseguido solucionar el problema.
Tránsito sencillo al cultivo ecológico
Aún no se ha lanzado a producir en ecológico, pero sostiene que, cuando se decida, el paso será sumamente sencillo, pues “en esta zona prácticamente no tenemos problemas de plagas, hasta el momento solo le ha afectado un coleóptero desfoliador llamado clytra, pero únicamente cuando el árbol está en crecimiento y hemos descubierto que, si mantenemos la cubierta vegetal, se reducen mucho sus efectos”.
Teniendo en cuenta la demanda de producto ecológico que existe en importantes mercados europeos, Salcedo dará el paso a ecológico, al menos en una parte de su producción. No obstante, recomienda hacerlo una vez que los árboles ya se han desarrollado lo suficiente, porque hacerlo en su fase inicial de crecimiento retrasaría su entrada en producción.
Futura planta de procesado
Uno de sus proyectos para el futuro es crear una planta procesadora. Para ello, primero quiere contar con suficiente masa crítica; cifra que alcanzará una vez vayan entrando en producción las plantaciones más jóvenes. Su objetivo no es comprar pistacho para procesarlo, sino trabajar con los suyos para obtener un producto de máxima calidad. Y es que, apunta José Miguel Salcedo, “el pistacho tiene un problema importante: que la cosecha hay que hacerla muy bien y pelar el pistacho en seguida, de lo contrario aparecen aflatoxinas, nocivas para la salud, y la cáscara se degrada. Esto obliga a controlar muy bien el manejo y procesar rápido el fruto. De ahí que nuestra idea sea contar con una procesadora propia, pero cuando tengamos ya en producción al menos 30 o 40 hectáreas; esto será dentro de 3 o 4 años”.
Reconoce que el coste de la inversión en este proyecto para dentro de unos años es difícil de calcular hoy, porque va apareciendo nueva maquinaria y los costes van bajando, pero estima que, incluyendo la construcción de la nave, la inversión puede rondar los 500.000 euros. Un presupuesto que, dadas las excelentes perspectivas de rentabilidad del pistacho a medio y largo plazo, podría amortizarse en muy pocos años.