En el año 2005, en pleno auge del olivar superintensivo en la zona de Navarra, se fundó el Trujal Hacienda Ortigosa, una empresa olivarera que busca conjugar la naturaleza, el factor humano y la tecnología para elaborar un aceite inconfundible de la variedad Arbequina.
Por Carmen Sánchez. Periodista.
Para llevar a cabo este proyecto, la familia Ortigosa contaba inicialmente con 100 hectáreas de terreno situadas en las inmediaciones de Calahorra (La Rioja), que dedicaban originalmente a cereales y otros cultivos. “Pensamos en un principio en dedicar ese espacio a la viña”, explica Javier Ortigosa, “pero los costes eran muy elevados. Sin embargo, en ese momento el olivar en superintensivo estaba en pleno apogeo, por lo que nos decidimos por este cultivo”.
Adquirieron otras 100 hectáreas más, conformando así las 220 ha del terreno que dedicarían a la implantación del olivar en superintensivo, asentado en suelos arcillosos y arenosos, y donde plantaron más de 350.000 olivos de la variedad Arbequina, con más de 1.500 árboles por hectárea. Para estos olivos se usó un marco de plantación de 4 x 1,70 m e instalaron un sistema de riego por goteo que permite el control electrónico de todos los sectores de riego, así como abonar por fertirrigación.
Un retorno mayor que el olivar tradicional
Con toda la preparación que requiere este tipo de cultivo, la inversión a realizar cuando se opta por un olivar en superintensivo es superior a la de un olivar tradicional, aunque según Javier Ortigosa, la recuperación de esta inversión llega antes en este tipo de formación, comparándolo con un olivar convencional o intensivo que se encuentre en las mismas condiciones en cuanto a aspectos de terreno, riego, etc. “Sí que necesitas más plantas por hectárea, hacer un emparrado, ponerles tutores a los olivos, instalar el goteo. Pero luego el retorno llega mucho más temprano y es mayor”, afirma.
Esto se debe a que, al tener más árboles por hectárea el olivar en superintensivo consigue altos rendimientos en los primeros años aunque la producción de cada árbol individual sea pequeña (igual la de un árbol plantado en sistema intensivo). En plena producción, cuando la plantación tiene entre 10 y 12 años de edad, este tipo de olivar se sitúa en torno a los 10.000 y 12.000 kg/ha.
En el caso de Hacienda Ortigosa, once años después de comenzar su andadura olivarera, su producción anual está en unos 300.000 litros de aceite, lo que equivale a 2 millones de kilos de aceituna en total, unos 9.500 kg/ha.
Sin embargo, para algunos expertos el problema del olivar en superintensivo llega justo a esa edad, ya que el árbol continúa desarrollándose y ganando en vigor y la proximidad entre olivos podría suponer una dificultad. Por tanto, hay que tener muy en cuenta la poda del olivo en este tipo de cultivo.
“Nosotros hemos probado muchas formas de poda, con maquinaria más o menos automatizada para, por ejemplo, cortar la parte alta del olivo. Cortábamos a 2,80 metros con cuchillas, pero se quedaban ramas secas en la parte de arriba, con lo que disminuía la vegetación y, por tanto, no producía. Era un trabajo rápido pero no era la forma adecuada de hacerlo. Ahora todos los años podamos en todo el olivar con motosierra. Cortamos una rama, más o menos la más grande del olivo, para obligar al árbol a crear nueva vegetación y que así pueda airearse por dentro y pueda entrar más luz”, explica Ortigosa.
Para que los olivos puedan llegar a su plena producción con un fruto sano y de calidad, recurren a un abonado orgánico adicional de gallinaza, paja y orujo de oliva. Este compost lo aplican en el pie del árbol, donde extienden una capa de entre 20 y 30 centímetros a cada lado y unos 10 centímetros de alto.
Entre las calles del olivar utilizan cubierta vegetal controlada a través de la siega con desbrozadoras en el centro de la calle y aplicando herbicidas al pie del olivo. En cuanto a las enfermedades, la que principalmente afecta a este olivar en superintensivo es la negrilla del olivo, debido a la humedad de la zona, especialmente en los terrenos más arcillosos. Para controlar a la negrilla, en este caso, recurren a tratamientos fitosanitarios.
Recolección mecánica
La recolección es una de las fases más importantes en la elaboración del aceite. En el caso de Ortigosa optan por una recolección temprana, iniciada a principios de noviembre, que sacrifica un mayor rendimiento de las aceitunas por una mayor calidad del aceite que se extrae de ella.
Para realizar este proceso utilizan trece máquinas New Holland Braud 9090X Olivar, diseñadas específicamente para olivares formados en seto, y que permiten una recolección sin daños. Estas vendimiadoras montan un motor Common Rail de FPT Industrial de seis cilindros con 175 CV de potencia, diseñados para funcionar con biodiesel. Cuenta, además, con un sistema que controla automáticamente la altura y la nivelación de la cosechadora y un radio de giro de 900.
Estas cosechadoras incorporan un sistema superior de ventilador de limpia que confiere un producto final más limpio, y permite una recolección ininterrumpida con la posibilidad de descargar en marcha con la cinta de descarga lateral, así como un transportador de gran capacidad y el sistema de sacudida Braud SDC con sacudidores independientes montados en la parte trasera sobre una fijación flexible que permite una recolección delicada.
“Nosotros solemos cosechar con una o dos máquinas”, explica Javier. A parte de recolectar su propia cosecha, el resto de las máquinas de las que disponen las utilizan para hacer recolección a terceros, así como para labores de emparrado a través de la empresa Talleres Ortigosa.
Tras la recolección, la aceituna se transporta a la almazara, donde se elabora el aceite en un periodo que no sobrepasa las doce horas desde que el fruto se coge del árbol, evitando así que la aceituna se oxide y facilitando la conservación de las propiedades de la misma.
Control de los procesos
La extracción del aceite se realiza en frío, a una temperatura máxima de 270C para extraer únicamente aceite de oliva virgen extra. Para ello trabajan con dos máquinas Pieralisi, una SPI 77 y una 333 S, donde molturan entre 7.000 y 8.000 kilos de aceituna a la hora.
Posteriormente, el aceite pasa a la bodega que se sitúa en la propia almazara, y que cuenta con 25 depósitos de acero inertizados con capacidad de almacenaje para 1,2 millones de litros de aceite, puesto que además del aceite propio molturan también para terceros de las variedades Arroniz (propia de la zona), Picual y Hojiblanca.
Para asegurar la calidad del producto final, realizan controles de calidad en todas las fases de producción. Así, efectúan distintos análisis en su propio laboratorio para verificar las condiciones óptimas de producto, desde la recolección hasta que está listo para su consumo, midiendo parámetros como la acidez de la aceituna, el rendimiento graso de la misma o el grado de humedad. El resultado es un aceite “suave, que suele gustar bastante porque pica y amarga poco y es muy afrutado”.
El envasado y comercialización también se realizan en el Trujal Hacienda Ortigosa y se ofrece en varios formatos, según la necesidad de cada cliente. El producto final se comercializa a través de la distribución convencional y tiendas pequeñas, así como a través de su página web y plataformas como Amazon, canales que ayudan a que aproximadamente el 10% de la producción sea exportada al extranjero.
Proyectos de futuro muy presentes
En cuanto a sus proyectos de futuro, Hacienda Ortigosa tiene previsto ampliar en unas 35 hectáreas su plantación de olivar, que también realizarán en superintensivo de cara a continuar expandiendo su negocio.
También en este sentido de expansión de negocio, este mismo mes arrancaron el proyecto de un secadero de orujo a donde van a parar los 25 millones de kilos de pasta de aceituna que recogen al año y que acabará convertida en biomasa, que se utiliza, por ejemplo, en la caldera de la almazara y de la cual obtienen la energía necesaria para llevar a cabo la producción de sus aceites.
Dedicación, control y autosuficiencia en todos los procesos productivos son las bases, en definitiva, sobre las que Hacienda Ortigosa consigue hacer un buen producto para sus clientes y que la empresa continúe su crecimiento en el sector del olivar en superintensivo.