La bodega de Lanzarote, El Grifo, la más antigua de Canarias y la quinta más antigua de España, trabaja en la reconversión a ecológico de 32 hectáreas de viñedo. Además, se han planteado ayudar a sus 200 viticultores burocráticamente para que ellos también lo hagan y, así, poder concertar un precio superior por su uva ecológica. Para 2025, Juan José Otamendi, su hermano Fermín, propietarios de la bodega, y todo el equipo de El Grifo esperan alcanzar un total de 75 hectáreas de cultivo ecológico.
Elena Martín Seseña. Redacción.
Fundada en 1775, la bodega El Grifo ha pertenecido a tres familias. Primero a los Ribera, después a los De Castro y, desde 1880, es propiedad de la familia Otamendi. Con los hermanos Fermín y Juan José Otamendi, cuarta generación al frente, El Grifo inició hace un año y medio la reconversión del viñedo a cultivo ecológico, pero no será hasta 2025 cuando logren alcanzarlo en su totalidad, una fecha que coincidirá con el 250 aniversario de la construcción de la bodega.
El Grifo ha empezado por reconvertir su finca de 32 hectáreas de viñedo, seguirá con otras dos parcelas familiares que suman 20 hectáreas y continuará con 25 más de viticultores ajenos a los que compra la uva todos los años.
“Los tiempos se orientan hacia un viñedo ecológico y, aunque en Lanzarote se cumplan en muchos aspectos la mayor parte de las prácticas de cultivo ecológico o los requisitos de un viñedo ecológico, a los agricultores (minifundistas) de la zona les cuesta normalizar la certificación por todos los tramites burocráticos que tienen que llevar a cabo. Por eso, nosotros queremos ayudarles en esta labor y facilitarles el camino”, ha afirmado Juan José.
“Nos estamos enfrentando a un cambio climático y nuestro objetivo es desarrollar una viticultura cada vez más respetuosa con el medio ambiente. A partir del año que viene parte de nuestro viñedo ya estará en ecológico”, ha destacado Jorge Rodríguez, enólogo de la bodega.
En Lanzarote hay 20 bodegas y solo cuatro de ellas suponen el 80% de la producción. Una de ellas es El Grifo, una bodega pequeña comparada con otras de la Península. En total produce 400.000 kg de uva y 300.000 botellas de vino al año.
Además, destaca por tener un sistema de cultivo peculiar. Y es que, en Lanzarote no se podría haber desarrollado la viña de no haber acontecido la erupción volcánica de 1730-1736, que cubrió la zona central de la isla de lava y arena volcánica. Esta última es como un grano gordo que cubre la tierra vegetal o fértil y minimiza la evaporación de la misma, algo muy beneficioso para el cultivo de la vid.
El viñedo de El Grifo es conocido como ‘el viñedo de lo imposible’ porque los vientos alisios soplan continuamente, las lluvias son escasas y la mecanización no es posible. Es decir, que todas las labores son manuales.
El marco de plantación es irregular con un promedio de entre 400 plantas por hectárea mínimo y 900 máximo (esta cantidad se da sobre todo en los sitios de menos arena volcánica que permiten una plantación en calles). El viento constante obliga a que la planta sea rastrera y a emplear muros de abrigo de piedra volcánica para cada una.
Por otro lado, su viticultura es de secano. En Lanzarote se registra una precipitación media anual de 150 l/m2.“No regamos porque no hay agua, pero, aunque regásemos, tampoco conseguiríamos aumentar la producción porque no podemos ampliar la plantación”, ha destacado Juan José añadiendo que el riego solo ayudaría a estabilizar las cosechas de los distintos años.
El agua que tienen en la isla es de muy mala calidad para regar el cultivo porque tiene una elevada concentración de sales y, además, es muy cara. La viña vive con lo que le aporta la escasa lluvia. “Para nosotros es crucial la arena volcánica, si no la hubiera sería imposible desarrollar la viticultura en la isla”, ha afirmado Jorge explicando que como norma general el 70% de la lluvia caída vuelve a la atmosfera por evaporación, pero en Lanzarote esta agua se evapora en menor medida, gracias a la arena volcánica.
Prácticas para la reconversión a ecológico
En el proceso de reconversión a ecológico hay dos puntos importantes que tienen en cuenta en El Grifo. Estos son: la gestión de las malas hierbas y la aplicación de productos fitosanitarios que emplean para combatir las enfermedades de la viña.
En cuanto al primero, en Lanzarote no hay un problema serio de malas hierbas precisamente por estar cubierto de arena volcánica. “Contenemos el problema simplemente arrancando los pocos tallos que crecen. De esta forma, cada año tienes menos”, ha apuntado Juan José.
En Lanzarote, los problemas sanitarios de las plantas son también menores que en otros lugares que hay más producción y una mayor concentración de plantas por hectárea. Además, la mayor parte de los productos fitosanitarios que utilizan a día de hoy están autorizados para cultivo ecológico.
En El Grifo están centrados en mejorar las técnicas de campo por lo que aplican tratamientos preventivos para que no se desarrollen enfermedades, sobre todo fúngicas, como el oídio y el mildiu. Y es que, Lanzarote, aunque sea una zona catalogada como semi desértica, tiene una humedad muy alta, sobre todo por las noches, y, también, temperaturas altas por el día, lo que la convierte en el caldo de cultivo para este tipo de enfermedades. En cuanto a plagas, hay poca incidencia, pero algunas veces han tenido problemas con la cochinilla.
“La reconversión a ecológico no nos está pareciendo difícil porque no supone un gran cambio en nuestra forma de hacer agricultura. En Lanzarote no hay una incidencia alta de enfermedades, tampoco hay abundancia de malas hierbas, por lo que no tenemos problemas para convertir nuestro cultivo a ecológico”, ha destacado Juan José.
Variedades únicas
Las variedades mayoritarias de El Grifo son la Malvasía Volcánica, autóctona de la isla, que es con la que hacen todos sus vinos blancos. Mientras, los tintos los elaboran con Listán Negro, una variedad más complicada, pero de la que se obtienen unos caldos con una capa de color media, muy frutales, frescos y fáciles de beber, según ha destacado Jorge.
“Lo normal en variedades tintas es que la uva sea pequeña, y cuanto más pequeña más superficie de piel y menos mosto dentro de la uva. Nuestro Listán Negro es al revés, es una uva grande que suele tener altos niveles de taninos, un factor condicionante que ya se controla muy bien en el laboratorio. Es una variedad difícil de domar, pero una vez aprendes a trabajar con ella da vinos tintos espectaculares”, ha afirmado el enólogo añadiendo que como variedades minoritarias tienen la Listán Blanco, Vijariego y Moscatel de Alejandría.
Una bodega con vista de futuro
La mayor innovación en El Grifo se encuentra en la elaboración del vino. Disponen de una herramienta que les muestra cómo va evolucionando la uva, ya que existe el inconveniente de que, aunque unas zonas estén a solo 15 km de otras, ninguna es igual. “Con la ayuda del sistema Dyosten lo que pretendemos es vendimiar en el momento óptimo. Y es que, no solo tratamos de conocer la uva, si no que también nos interesa el proceso de vinificación para, de esta forma, solo hacer intervenciones físicas”, ha apuntado Juan José.
“En la actualidad muchas bodegas vendimian por grado probable, nosotros vendimiamos por carga de azúcar”, ha explicado Jorge añadiendo que con el sistema Dyosten podemos ver la evolución de esa uva durante los dos meses de maduración.
En este punto, El Grifo decide vendimiar una vez que ven que la planta deja de suministrar azúcar a la uva. De esta manera, van agrupando parcelas en función de la carga de azúcar de la uva, un factor que es determinante para saber la calidad del fruto.
También, en bodega están desarrollando técnicas para el ahorro energético. Han instalado una planta fotovoltaica para producir la energía eléctrica que se precisa a lo largo del año, excepto en tiempos de vendimia. También es nuevo el sistema de aerotermia que aprovecha la temperatura ambiental para convertirla en potencia térmica. Así, se puede calentar el agua hasta los 80ºC que se precisan para la desinfección de las instalaciones de embotellado.
Por otro lado, desde hace cinco años, una estación depuradora de las aguas utilizadas en la bodega permite devolverlas a la naturaleza y facilitar la actividad biológica de ciertas bacterias y microorganismos que eliminan todos los elementos biodegradables del agua utilizada.
“Estos solo son pequeños pasos para tener una huella cada vez menor y ser lo más responsables posible con el medio”, ha afirmado el enólogo añadiendo que toda empresa o toda persona que hoy se plantee ser más respetuoso con el medio va a triunfar.