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Prueban un tratamiento biológico capaz de controlar la polilla del olivo

Prueban un tratamiento biológico capaz de controlar la polilla del olivo

Un nuevo estudio científico, publicado en la Revista Ecosistemas de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET), ha comprobado la viabilidad y efectividad de estrategias para el control biológico de la plaga por Prays oleae, más conocida como polilla del olivo.

El estudio, realizado por un equipo de investigación del Grupo de Protección Vegetal de la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas de la Estación Experimental del Zaidín (Granada), demuestra que la proporción de hábitat natural que rodea la finca de olivos es determinante en el éxito de control natural de la plaga por Prays oleae.

Una de las amenazas que más preocupa a los olivareros de la Península Ibérica y que, según ha advertido la Red de Alerta e Información Fitosanitaria de Andalucía (RAIF), este año empezará a producir daños más pronto de lo habitual, tras haberse detectado en el mes de marzo una actividad especialmente elevada en comparación a campañas anteriores.

En este trabajo proponen una estrategia de control de plagas que consiste en aumentar esa cantidad de hábitat natural en el paisaje que rodea el olivar para, de esta manera, proporcionar recursos a los enemigos naturales de esta plaga y facilitar que los depredadores y parásitoides de este insecto, que se encuentran de manera natural en los paisajes agrícolas, ejerzan un mejor control sobre la población de Prays oleae en los momentos en los que produce un mayor daño a los cultivos.

Lo que, a su vez, genera en las cosechas un beneficio a nivel económico valorado en 180 euros de media por hectárea, según se recoge en otro estudio de estos mismos autores sobre las implicaciones económicas del hábitat natural en el aumento del control natural de plagas en los olivares.

 

Viabilidad del estudio

Este ensayo se ha llevado a cabo en la nueve fincas de olivares en la provincia de Granada donde se encontraban presentes dos plagas de insectos, unamás dañina (Prays oleae) que la otra (Euphyllura olivina), y un depredador que hiberna en el hábitat natural que rodea el cultivo (Anthocoris nemoralis).

Los investigadores han comprobado que al aumentar el hábitat natural que rodea los olivares se produce un efecto natural en cadena que favorece la presencia del depredador Anthocoris nemoralis en la copa del olivo cuando la aceituna se está desarrollando, reduciendo notablemente la plaga de Prays oleae en el momento en que es más daniña para el olivo.

Lo novedoso del estudio es que este depredador se desplaza desde el hábitat natural hasta el olivo atraído por la presencia de una plaga secundaria, Euphyllura olivina o algodoncillo del olivo. Una vez que el depredador se encuentra en el olivo acabará actuando como un agente biológico y efectivo de control sobre la población de la polilla del olivo, evitando pérdidas de producción.

Prays oleae es una plaga que se adapta bastante bien al ciclo biológico del olivo, y que tiene tres generaciones anuales que se alimentan de las hojas, las flores y las aceitunas. Esta alcanza sus valores máximos en la última de estas tres generaciones que suele producirse a finales de junio cuando la aceituna comienza a desarrollarse. Se trata de un momento crítico en el que la larva se introduce en el interior del fruto donde se alimenta del hueso todavía inmaduro y sin mostrar signos evidentes del daño.

A finales de septiembre, las aceitunas caen al suelo todavía inmaduras quedando desaprovechadas para cualquier propósito y generando unos daños económicos destacados. Según estudios realizados en la provincia de Granada entre 1970 y 1997, las pérdidas por Prays oleae en las cosechas alcanzaron de media las 67 mil toneladas por año, un daño valorado económicamente en 20 millones de euros.

 

Biodiversidad para mejorar la producción

Este descubrimiento desvela el potencial del control biológico por conservación en olivares y revela la importancia de que mantener un agrosistema equilibrado y diverso, en el que cada uno de los miembros que lo componen hace su función, desemboca en un mayor control biológico, en este caso de la plaga Prays oleae.

Según explica el equipo de investigación, “se trata de aprovechar la biodiversidad para el beneficio económico del agricultor, lo que se materializa en un menor uso de productos químicos y en una producción con valor añadido”.

El control biológico por conservación al contrario que el control biológico clásico, basado en la suelta de enemigos naturales de la plaga una vez criados en instalaciones artificiales, se basa en la creación de un entorno adecuado para el óptimo desarrollo de depredadores y parásitoides de plagas que se encuentran de manera natural en los paisajes agrícolas.

Según explica Daniel Paredes, uno de los autores de este estudio, este tratamiento de control de plagas “evita la pérdida de biodiversidad por el uso de pesticidas”.

Y es que, se trata de un método de control que aprovecha los servicios ecosistémicos que nos aporta la naturaleza para controlar las plagas de cultivo.

La implantación de este tipo de estrategias hace que el umbral de tratamiento, momento en el que la pérdida de cosecha provocada por la plaga supera el coste del tratamiento químico, se sobrepase un menor número de veces y que por lo tanto sean necesarios un menor número de tratamientos químicos.