Según un estudio elaborado por el Instituto Cerdà “las mejoras de la obtención vegetal han dado lugar a un incremento de la productividad del trigo de entorno al 220% en los últimos 50 años y de un 37% en los últimos 30”. Esto, a su vez, “ha hecho posible, entre 1990 y 2018, una producción adicional de 14,7 millones de toneladas de trigo blando en España, es decir, el 11,5% de la producción en este periodo”. Esto supone una producción anual promedio de 523.776toneladas adicionales gracias a la mejora vegetal.
Estas son algunas de las conclusiones más destacadas del informe que, por primera vez, cuantifica las aportaciones económicas, sociales y medioambientales que tiene la mejora vegetal en España, el cual incluye un exhaustivo análisis centrado en el cultivo del trigo blando.
La Asociación Nacional de Obtentores Vegetal (Anove) eligió la provincia de Toledo para presentar los detalles de este estudio. El acto tuvo lugar en la Escuela de Administración Regional y contó con la presencia del Consejero de Agricultura de Castilla-La Mancha, Francisco Martínez Arroyo.
Según declaró Martínez Arroyo “sin la mejora vegetal no tendríamos una agricultura productiva y por tanto más competitiva, más rentable y, en definitiva, mejor para todos; para los que la hacen posible, los agricultores, y para los que disfrutamos de ella a través de la alimentación que somos el conjunto de los consumidores”. El consejero añadió que “gracias al esfuerzo de todas las entidades del sector y al compromiso de los agricultores es posible mejorar la rentabilidad de la agricultura y la alimentación de toda la humanidad”.
Por último, el consejero señaló que la mejora de la rentabilidad es la clave sobre la que hay que centrar todos los esfuerzos para hacer mejor al sector y, en Castilla-La Mancha, resulta fundamental puesto que la agricultura representa una parte muy importante en la región. “Es importante conocer en detalle el estudio realizado por el Institut Cerdà para reiterar el compromiso de Castilla-La Mancha con la mejora vegetal y con el uso de semilla certificada, que ha alcanzado la cifra del 34% en la región, lo que supone una garantía tanto para los agricultores y para la rentabilidad de la cosecha”, ha declarado.
Aportaciones de la mejora vegetal en la producción del trigo blando
Desde los años 90 se han registrado más de 1.000 nuevas variedades de trigo blando en la Unión Europea, como resultado de los avances científicos y la inversión en I+D del sector obtentor. Desde 2011, las compañías obtentoras han registrado 128 nuevas variedades de trigo blando en España, de las cuales 41 fueron registradas en los últimos dos años. Cada una de estas variedades, con características específicas, ha contribuido al aumento del rendimiento de este cultivo. Se trata, según señala el Informe del Instituto Cerdá, “de un sector en constante evolución, que se adapta a las necesidades de los agricultores y la industria en cada momento”.
El trigo fue el cereal de mayor superficie cultivada en el mundo (215 millones de hectáreas), y el segundo por detrás del maíz en cuanto a producción mundial, con 765 millones de toneladas producidas. De media, un español consume al año 65 kg de trigo y, según estimaciones de la FAO la producción mundial de trigo ha de aumentar un 60% para poder alimentar una población mundial que alcanzará 9.600 millones de personas en 2050.
Según señala el Informe del Institut Cerdà, “en 2018, el 12% de las tierras cultivables españolas fueron sembradas con trigo (más de 2 millones de hectáreas), de las que el 80% (1,7 millones de hectáreas) correspondieron a trigo blando”. En ese mismo año, se alcanzó una producción de 6,7 millones de toneladas. Castilla León concentró el 52% de la superficie cultivada y el 54% de la producción de trigo blando, seguida de Castilla La Mancha (con 14% de superficie y 11% de la producción estatal) y Aragón (9% de superficie y 8% de la producción). Andalucía, Navarra y Cataluña producen cada una alrededor del 5% del total nacional.
De acuerdo con Antonio Villarroel, director general de Anove, “España muestra una tendencia al alza en el cultivo y producción de trigo blando en los últimos 30 años, aunque con una fuerte variabilidad”. Sin embargo, como ha señalado Villarroel, “a pesar del incremento de superficie y productividad de los últimos años, España es un país importador de cereales y en particular, de trigo blando, con unos 7 millones de toneladas de promedio anual”.
Los cálculos realizados por el Instituto Cerdá estiman que “las mejoras de la obtención vegetal han supuesto entre 1990 y 2018 una producción adicional de 14,7 millones de toneladas, es decir, un 11,5% de la producción en este periodo. En este sentido, la aportación anual de la mejora vegetal sería de algo más de 523.000 de toneladas anuales de trigo”.
Según señala dicho estudio, “el incremento de la producción asociado a la actividad del sector obtentor permitió aumentar los ingresos de los agricultores entre 1990 y 2018 en más de 2.600 millones de euros, el 11,3% de sus ingresos de este periodo. Esto supuso una aportación a los ingresos anuales en promedio de 94 millones de euros/año”.
A su vez, la generación de ingresos asociada a la actividad del sector obtentor ha hecho posible la generación de puestos de trabajo adicionales de forma directa, indirecta e inducida. En este sentido, se han generado entre 3.400 y 5.200 puestos de trabajo anuales equivalentes durante el periodo 1990-2018, habiendo una mayor concentración en las zonas rurales de España productoras de maíz.
Aportaciones de la mejora del trigo blando en la transformación y el consumo
El trigo es, junto al maíz y el arroz, uno de los cereales más consumidos en el mundo, alimento básico en la dieta de más de un tercio de la población mundial. Su cultivo se considera fundamental para la seguridad alimentaria, al ser una de las principales fuentes de calorías y proteínas de la dieta humana, representando el 19% y 20% del total consumidas respectivamente.
Según señala el Informe Cerdà, “la mejora vegetal en trigo blando, y en particular la introducción de nuevas variedades, han contribuido al aumento de la calidad harinera y al desarrollo de nuevas variedades con mejor aptitud para la panificación y más ajustadas a las demandas de la cadena”.
Anove explica que «gracias al sector obtentor, se ha podido reducir el uso de aditivos para conseguir las calidades óptimas para la panificación. Asimismo, el uso de semilla certificada en el trigo blando permite al agricultor conseguir lotes de trigo homogéneos, demandados por la industria harinera».
El Informe Cerdá estima que, en caso de no haberse producido la actividad obtentora, entre 1990 y 2018 hubiera sido necesario importar 14,7 millones de toneladas de trigo adicionales, con un coste de 267 millones de euros. Además, la falta de innovaciones del sector obtentor hubiera supuesto para el sector harinero un sobrecoste mínimo anual asociado al transporte de trigo de 9,4 millones de euros
Por otro lado, el sector obtentor ha venido desarrollando desde hace años diferentes iniciativas para dar respuesta a las demandas de los consumidores. “Las investigaciones en nuevas variedades de trigo blando adaptadas a las necesidades del segmento de la población celíaca o la investigación y desarrollo de trigo blando ecológico son ejemplos de cómo el sector obtentor contribuye a dar respuesta a la demanda de los consumidores en el sector de la panadería”, explica Villarroel.