En Lleida, Sisco Palau y su hijo Sergi (en la foto), han basado la rentabilidad de su explotación tanto en la calidad del producto como en la especialización y, sobre todo, en una gestión rigurosa de costes. En las condiciones actuales del mercado, en las que la pasada campaña los precios se situaron por debajo de los costes de producción, una gestión profesional puede marcar la diferencia entre la inviabilidad y el éxito económico.
J. E. Chao. Periodista.
Así, Sisco Palau apuesta por trabajar con grandes volúmenes de producción y solo melocotón. Para ello, ha elegido arrendar antes que comprar terreno. De esa forma puede crecer sin necesidad de realizar inversiones demasiado grandes, porque el elevado coste del suelo no le permitiría alcanzar la dimensión con la que opera actualmente.
En total Sisco Palau controla 180 hectáreas; todas de regadío y todas de fruta de hueso. Eso supone una producción de más 4 millones de kilos, a pesar de que unas 70 hectáreas están recién plantadas; de ahí que espere alcanzar los 6 ó 7 millones de kilos en poco tiempo. De hecho, cuando visitamos su finca asistimos a la plantación de una nueva parcela de 30 hectáreas.
Palau justifica su apuesta por el volumen en que, de esa forma, la gestión de costes tiene una repercusión que no se alcanza con pequeñas producciones: “Si modificando alguno de los procesos conseguimos una reducción de costes de 1 céntimo por kilo, a nosotros, que producimos muchas toneladas, nos supone un ahorro muy importante. Cuando los márgenes son tan reducidos, cualquier mejora de costes es fundamental. De ahí que la gestión sea clave y que hayamos preferido especializarnos en un solo producto”.
Hacia una agricultura sencilla
Señala que su filosofía está orientada hacia una agricultura fácil: “establecemos métodos de trabajo en que podar, regar, el aclareo, etc., todo tiene que ser sencillo para que podamos transmitir fácilmente la forma de hacer a nuestra abundante mano de obra”. Por ejemplo, ahora emplea marcos de plantación en vaso en los que los árboles no superan los 2 metros de altura; así, eliminan la necesidad de maquinaria en la recolección, de forma que se simplifica el trabajo y, además, se reducen gastos. En la actualidad, su explotación da trabajo a unas 80 personas.
Sus nuevas plantaciones son todas en intensivo y no le preocupa si la vida de los frutales es más o menos corta con este sistema, porque “vivimos una revolución varietal tan grande que no tiene sentido plantar como se hacía hace 30 años; en aquella época, ponías una variedad para tenerla en producción 25 años; eso hoy ya no es posible. Es más lógico explotar rápido y cambiar la variedad por otra nueva que, seguramente, será resistente a dos o tres plagas o tendrá más grados brix de azúcar”, sostiene Sisco Palau.
Con este sistema ha llegado a alcanzar hasta 80.000 kilos por hectárea, aunque la media está entre 60.000 y 70.000. Una cifra que, reconoce, “es posible obtener por los métodos de cultivo tradicionales, pero a partir del cuarto año. Con este sistema se consiguen desde el segundo año”.
Cantidad sin penalizar la calidad
Su inspiración le viene, sobre todo, de viajar y ver en cómo se trabaja en muy distintos lugares del planeta. Tomar ideas de un sitio y de otro le ha ayudado a optimizar su modelo. De hecho, después de visitar otros países y regiones, asegura que su zona es, climatológicamente, la mejor de Europa y una de las mejores del mundo para la producción de melocotón. De ahí que no haya intentado diversificar con frutas de pepita muy tradicionales en Lleida. La razón: “Hay sitios donde lo hacen mejor y no merece la pena intentar competir con ellos”.
En campo diversifican mucho las variedades que cultivan para ampliar la temporada de producción y para ofrecer al mercado las variedades que demanda y que cada año pueden ser diferentes. Por ejemplo, ahora están replantando la variedad Pavía; un melocotón amarillo tradicional que, curiosamente, hace años tuvieron que arrancar porque dejó de venderse. Pero hacia donde han dirigido más sus nuevas plantaciones ha sido a las variedades extratempranas.
Dado que estamos ante un sistema de explotación basado en alcanzar la máxima productividad por hectárea, el capítulo de abonos y fitosanitarios es primordial. Palau señala que su sistema de trabajo es como “el Fórmula 1 de la agricultura. Y un Fórmula1 necesita, buenas ruedas, buena gasolina… de todo, lo mejor. Desde febrero que empezamos a regar hasta primeros de octubre vamos regulando los aportes en función de las necesidades de cada momento”. Para ello, cada parcela cuenta con un sistema automatizado que regula y programa los riegos y los fertilizantes que incorporan en cada ocasión.
Y todo ello, con un método que Palau califica de “casi ecológico”. Por ejemplo, “la mayoría de las plagas de insectos se combaten con dispositivos de confusión sexual y con respecto a los hongos, no repetimos nunca el mismo tratamiento para evitar que se acumulen residuos. Aplicamos la Gestión Integrada de Plagas, orientada a hacer sostenible el uso de productos fitosanitarios, y nos funciona bien, aunque hemos notado que empiezan a ser un problema plagas que antes no lo eran, como los caracoles o las tijeretas”.
El vivero, vía de diversificación
Su vía de diversificación, aunque ahora están realizando pruebas con granados, no se dirige hacia nuevas producciones, sino a emprender actividades complementarias. Los Palau son también viveristas, donde surten sobre todo de frutales; especialmente de almendros, de los que se ha disparado la demanda en los últimos años. En su caso, así como en melocotón la pasada campaña fue deficitaria, en el vivero tuvieron un buen ejercicio.
Entiende la creciente demanda de almendros, dado lo que han crecido los precios del producto en los últimos años. De hecho ha llegado a pensar en plantar almendros en superintensivo. No obstante, considera que, aun siendo un negocio con posibilidades, solo se puede hacer con una clara mentalidad de regadío.
Palau nos cuenta que su sistema para la creación de patrones está resultando muy eficiente en cuanto a resultados y, fundamentalmente, en cuanto a costes: “En vez de hacer los desarrollos habituales in vitro, nosotros trabajamos autoenraizando pequeños tallos o ramas, lo cual reduce los plazos. Pero vamos más allá y hacemos no solo el patrón, sino el producto terminado ya injertado». Para ello trabajan con algunos obtentores, aunque también elaboran variedades libres. Esta actividad, como ocurrió el pasado año, le sirve para diversificar sus fuentes de ingresos y compensar riesgos.