La Asociación Española de Agricultura de Conservación de Suelos Vivos (AEAC.SV) ha presentado los resultados del proyecto ‘Life+Agricarbon, Agricultura sostenible en la aritmética del carbono’, iniciado hace cuatro años, y que sitúan la agricultura de conservación como una herramienta fundamental en la lucha contra el cambio climático, puesto que compensa las emisiones anuales de CO2 de 244.000 habitantes, un total de 1,2 millones de europeos en los cuatro años que ha durado el proyecto
María José Alonso, consejera técnica de la Oficina Española de Cambio Climático (OECC), recalcó en la inauguración de la jornada que España ha cumplido satisfactoriamente el Protocolo de Kioto, así como la necesidad fundamental de una «estrecha coordinación entre los agentes implicados, especialmente los agricultores». A su vez, Íñigo Ortiz de Urbina, coordinador del equipo externo de seguimiento de Life+ para España y Portugal, destacó que el programa «ha sido un proyecto ejemplar para la obtención de los objetivos de España y Europa respecto al cambio climático», además de los «resultados evidentes que demuestran que estas prácticas aportan beneficios a la agricultura».
El resumen de los resultados corrió a cargo de Jesús Gil Ribes, catedrático de la Universidad de Córdoba y presidente de la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos, quien expuso que tanto sistemas de agricultura de conservación basados en la reducción de labranza del suelo, que lo mantienen protegido gracias a una cubierta vegetal permanente y la rotación de cultivos, como la agricultura de precisión, en la que se realiza un uso más eficiente de insumos gracias al uso de las nuevas tecnologías basadas en los sistemas de posicionamiento global y la aplicación sitio-específica de insumos, aportan soluciones reales a la investigación y al cambio climático.
«En las parcelas demostrativas en las que se han implementado ambas técnicas, se han dejado de emitir en torno a 20 toneladas de CO2 gracias a la reducción del consumo energético. Además, gracias a la agricultura de conservación, donde se prescinde del laboreo del suelo, se ha llegado a reducir las emisiones de CO2 hasta en un 88% y se ha conseguido almacenar hasta un 56% más de carbono respecto a las parcelas manejadas de manera convencional”, explicó Gil.
Entre los beneficios que presenta el proyecto Life+ Agricarbon encontramos el incremento de la rentabilidad para el agricultor, la reducción de los costes de producción y el mantenimiento de las cosechas, una mayor eficiencia en el uso del agua, el incremento de efecto sumidero de carbono en el suelo, sumado a menores emisiones de CO2, un uso más eficiente de la energía, la reducción drástica del consumo de combustible y del tiempo de trabajo en el campo.
Life+ Climagri, la apuesta por las buenas prácticas agrarias
Además de los resultados de Life+Agrocarbono, en la jornada se presentó el proyecto Life+ Climagri «Buenas prácticas agrícolas frente al cambio climático», que se centra en la integración de estrategias para la mitigación de los efectos de esta problemática y la adaptación de los cultivos.
Rafaela Ordóñez, directora de IFAPA Alameda del Obispo y secretaria general de la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos, hizo hincapié en la importancia de las consecuencias del cambio climático: económicas, sociales y medioambientales, así como la importancia del sector agrario como proveedor de alimentos y de bienes y servicios ambientales.
Por ello, ponen en marcha este programa de buenas prácticas agrícolas con medidas para la mitigación y la adaptación y al cambio climático. En las medidas de mitigación se encuentra la de reducir las emisiones de contaminación a través de la mejora del uso del agua para el riego, la utilización de nuevos abonos para una mayor permanencia del nitrógeno en el suelo y reducción de la nitrificación, incrementar el sumidero de CO2 a través de una cubierta permanente de biomasa que reduzca la erosión del suelo, y un cambio de las fuentes de emisión con cultivos que aprovechen la energía.
En cuanto a las medidas de adaptación, Climagri ofrecen un aumento de la eficiencia de los recursos hídricos, estrategias de escape de estrés hídrigo y altas temperaturas y el aumento de la resilencia de los cultivos y el suelo. Estas medidas se implementarán inicialmente en 12 fincas de España, Portugal e Italia.
El proyecto tiene prevista una duración de cuatro años y siete meses (junio 2014-diciembre 2018) y cuenta con la colaboración de la Asociación de Jóvenes Agricultores de Sevilla, la Federación Europea de Agricultura de Conservación, el Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera y Alimentaria y la Universidad de Córdoba. Además, la Comisión Europea ha aportado parte de la financiación: 1,12 millones de euros del total de 2,24 millones de presupuesto concedido.
La teoría aplicada a la realidad
Como broche de la jornada, cinco agricultores que llevan a cabo este tipo de prácticas de conservación dieron su visión de la experiencia de la agricultura sostenible.
Juan José Pérez, técnico y agricultor de la zona de Sevilla, puso de manifiesto la importante reducción de pérdida del suelo, que es «el único bien no recuperable», así como el aumento de los niveles de fertilidad «sin cambios significativos en la producción y con una reducción de las costas».
Rafael Calleja incidió en los buenos resultados de la agricultura de conservación que lleva a cabo en cultivos leñosos en la zona de Palma del Río (Córdoba), mientras que Miguel Barnuevo puso de manifiesto la siembra directa como un factor que aumenta el récord de producción y los beneficios de la gestión del agua en los cultivos irrigados.
Ángel Luis López, presidente de la Agrupación de Siembra Directa de Guadalajara, manifestó la necesidad de organizar jornadas de campo para la difusión de estas prácticas, así como la de apoyo por parte de las instituciones políticas. Esta necesidad también la remarcó José Fernando Robles, de ASAJA Sevilla, quien además matizó que todavía «tenemos mucho camino que recorrer».