En este artículo intentaremos responder a la pregunta del título sobre si actualmente tenemos suficientes herramientas y cómo utilizarlas para poder llevar a cabo un control de la enfermedad que nos permita producir fruta de hueso con la mínima pérdida económica posible.
Carla Casals1 y Josep Usall2.
1Departament de Tecnologia d’ Aliments, Universitat de Lleida, Postcollita-XaRTA, Centre Agrotecnio. Lleida.
2IRTA, Postcollita-XaRTA. Parc Científic i Tecnològic Agroalimentari de Lleida. Lleida.
La podredumbre marrón está causada por el género Monilinia y es la principal enfermedad que afecta a la fruta de hueso. Están descritas tres especies que pueden causar esta enfermedad, Monilinia laxa (Aderh et Rulh), Monilinia fructigena (Honey en Whetzel) y Monilinia fructicola (Wint) (Byrde y Willetts, 1977). Las especies mayoritarias en Europa son M. laxa que afecta principalmente a la fruta de hueso y M. fructigena en fruta de pepita (De Cal y Melgarejo, 1999).
M. fructicola, a diferencia de las otras dos, no se detectó en el Valle del Ebro hasta el año 2009 (De Cal y col., 2009) y estuvo incluida en la lista de organismos de cuarentena de la UE hasta finales de 2014. Esta especie presenta la fase sexual mediante la formación de apotecios donde tiene lugar la producción de las ascosporas (Biggs y Northover, 1985), siendo una potencial fuente de inóculo primario importante, mientras que la producción de apotecios por parte de las otras dos especies ha sido raramente encontrada (Willetts y Hadara, 1984).
Previo a la identificación de M. fructicola como causante de la podredumbre marrón en fruta de hueso en la UE, los estudios publicados indicaban a M. laxa como la principal especie causante de enfermedad en postcosecha de melocotones y nectarinas, identificada en el 85-90% de los aislamientos realizados en fruta podrida y seguida por M. fructigena, identificada en un 15-10% de los aislados (Larena y col., 2005).
No obstante, con la reciente incorporación de M. fructicola cabe pensar en la posibilidad de que esta desplace a las otras dos y se convierta en la especie mayoritaria, dada su mayor capacidad de producción de esporas y su mejor adaptación de desarrollo a elevadas temperaturas. Por último, indicar que en 2009 también apareció una nueva especie en Europa, M. polystroma y que se ha ido dispersando en distintos países. No se conoce el impacto que podría tener la aparición de esta especie en países con una producción de fruta de hueso importante como España (Martini y col., 2014).
Las pérdidas económicas que esta enfermedad causa al sector de la fruta de hueso pueden ser muy elevadas aunque no se conocen exactamente. Lo que sí se constata es su dependencia con las condiciones climatológicas de la campaña, especialmente con los períodos de lluvia abundantes junto a temperaturas óptimas para la infección del patógeno (23- 25 ºC).
El riesgo de la enfermedad en condiciones climatológicas óptimas dependerá a su vez del estado fenológico del fruto, siendo mayor en los períodos cercanos a la cosecha. Aunque mayoritariamente la infección de la fruta tiene lugar en el campo, las principales pérdidas ocasionadas por este patógeno aparecen durante el período de postcosecha pudiendo llegar a niveles superiores del 80% en campañas con condiciones climatológicas favorables para el desarrollo de la enfermedad.
¿Conocemos el ciclo de la enfermedad?
Existen muchos estudios sobre la epidemiología de la enfermedad en campo, y muy pocos en postcosecha. Actualmente, el grupo de Patología de Postcosecha del IRTA, conjuntamente con el Departamento de Producción Vegetal y Ciencia Forestal de la Universitat de Lleida y el Departamento de Protección Vegetal del INIA, están llevando a cabo un proyecto de investigación para determinar la influencia de los distintos procesos a los que está sometida la fruta durante el período de postcosecha en la incidencia final de la enfermedad.
En cuanto a la epidemiología en campo, se conoce que Monilinia spp. permanece en el campo después de la cosecha e inverna principalmente en los frutos momificados que se pueden encontrar tanto en el árbol como en el suelo, en brotes y chancros (Gell y Col., 2009).
Cuando las condiciones climáticas son óptimas para la producción de las conidias, estos órganos podrán actuar como fuente de inóculo primario, ya que las conidias se pueden dispersar por el aire, agua o mediante los insectos, pudiendo llegar así a flores, yemas, brotes o frutos sanos. Cuando se dan las condiciones óptimas para la infección, las conidias penetran a través de heridas o aperturas naturales y colonizan los tejidos con rapidez.
El factor más importante para que se de la infección es la presencia de agua libre sobre el fruto o elevada humedad relativa. Si ésta es elevada, a una temperatura de 25ºC solo son necesarias 5 horas para que se produzca la infección en flor, mientras que en frutos maduros, a 23ºC con poco más de 3 horas ya se podría dar la infección (Biggs y Northover, 1988; Luo y col. 2001). En el caso de que se desarrolle la enfermedad en los tejidos infectados, se producirán las conidias que constituirán el inóculo secundario para infectar nuevos tejidos sanos. Si estos tejidos son frutos de un mes antes de la cosecha, la cantidad de enfermedad puede llegar a aumentar exponencialmente de semana en semana.
La figura 1 muestra el porcentaje de momias del árbol y del suelo con presencia de conidias y conidias viables estudiadas en campos en 2006.
El desarrollo de la enfermedad en un fruto infectado se puede dar en pocos días, y una vez podrido, se puede arrugar, secar y convertir en las momias características de la enfermedad. No obstante, si el fruto podrido se cae al suelo antes de momificarse, con frecuencia será descompuesto, sin posibilidad de momificarse (Byrde y Willetts, 1977).
Pero también cabe la posibilidad de que el fruto sea infectado por Monilinia spp. y que durante una de las fases del ciclo de vida del patógeno, su crecimiento se pare hasta que se den los cambios tanto fisiológicos como bioquímicos dentro del fruto que permitan de nuevo el desarrollo del patógeno.
El período comprendido entre la infección y la activación del patógeno con la correspondiente colonización y aparición de síntomas, es lo que se denomina el período o infección latente. En estos casos, las condiciones climatológicas han sido las óptimas para la infección pero el fruto no es susceptible para que se desarrolle la enfermedad. Las infecciones latentes se pueden dar a lo largo de todo el ciclo del cultivo, no obstante se conoce que esta susceptibilidad varía en función del estado fenológico del fruto.
En este sentido Gell y col. (2008) demostraron que los períodos de máxima susceptibilidad a las infecciones latentes son los períodos de endurecimiento del hueso y 7 días antes de la cosecha. A su vez, la incidencia de infecciones latentes también dependerá de las condiciones climatológicas, así como también de la concentración de inóculo.
Actualmente, en las estrategias diseñadas para el control de Monilinia spp. en fruta de hueso, las infecciones latentes no se tienen en cuenta de manera específica para su control, ya que no se conoce la implicación de estas infecciones en la incidencia de enfermedad final, ni tampoco si los tratamientos habituales son capaces de controlarlas. Para ello, se necesitaran futuros estudios de investigación.
Control de Monilinia spp. en campo
Actualmente, la principal estrategia para el control de Monilinia spp. en campo se basa en la aplicación de fungicidas de síntesis por calendario, empezando en floración para el caso de primaveras lluviosas y intensificándose su uso a partir de 30-45 días antes de la cosecha hasta la cosecha, por tratase, este último, de un periodo de máxima susceptibilidad del fruto para el desarrollo de la enfermedad.
No obstante, se ha demostrado que en campañas con condiciones climatológicas favorables para la infección y desarrollo de Monilinia spp., dicha estrategia por sí sola no es efectiva y en ocasiones las pérdidas económicas pueden ser muy elevadas.
Existen varios productos comerciales que han demostrado su efectividad, si bien, las materias activas autorizadas para su aplicación cada vez están más limitadas, no sólo por parte de la legislación sino también por parte de las propias cadenas de distribución que imponen su propia normativa al respecto.
Todo ello dificulta el control de la enfermedad, especialmente si se piensa en una estrategia que implique un buen manejo en relación a minimizar el riesgo de la aparición de resistencias en un futuro, ya que se tiene de controlar la enfermedad con menos materias activas, lo que con frecuencia implica repetir tratamientos con la misma materia activa.
Todo ello, unido al endurecimiento de las normativas de aplicación de los productos fitosanitarios, a la implantación de la nueva Directiva 2009/128/CE que crea un marco europeo para el uso sostenible de los productos fitosanitarios, así como la concienciación social en relación con el medio ambiente y la salud humana, hace pensar en una estrategia de control integrada con acciones más sostenibles y que tengan en cuenta la epidemiología de la enfermedad para mejorar así su control.
Una estrategia para el control de Monilinia spp. que tenga en cuenta lo anterior, no solo se basaría en la aplicación de productos fitosanitarios, sino que cabría incorporar otras herramientas como el uso de las prácticas culturales, modelos epidemiológicos que indiquen el riesgo de la enfermedad para optimizar la aplicación de los productos fitosanitarios, así como el uso de agentes de control biológico que junto con lo anterior, ayudarían a minimizar la presencia de residuos en la fruta.
Entre las principales estrategias de control de la enfermedad en campo que pueden integrarse con la estrategia de control química, están las prácticas culturales, el uso de los modelos de predicción de la enfermedad, que a continuación se explicaran en detalle, y la utilización de agentes de control biológico que no se van a discutir en este artículo.
Métodos culturales
La aplicación de los métodos culturales en la estrategia de producción de fruta de hueso ayuda y mejora el control de la enfermedad causada por Monilinia spp. Estos métodos abarcan un amplio rango de acciones, donde unas actúan directamente sobre la reducción de inóculo presente en la finca, mientras que otras lo hacen sobre las condiciones que aumentan el riesgo de infección y por lo tanto de incidencia de enfermedad.
Eliminación del inóculo
Monilinia spp. inverna en el campo y persiste en los tejidos infectados de los arboles (frutos momificados, pedúnculos de los frutos, chancros y ramas) o en el suelo de la finca (frutos momificados, chancros y ramas) (Gell y col., 2009). Cuando las condiciones de temperatura y humedad relativa son favorables para el hongo, estos tejidos infectados producen las conidias, que constituirán la fuente de inóculo primario.
Gell y col. (2009) observaron que en el 66% de las momias muestreadas del árbol se detectaron conidias de Monilinia spp., mientras que en los otros tejidos evaluados era del 10%. Además se conoce que las conidias que han invernado y permanecen en el campo durante la siguiente campaña son viables hasta bien entrada la misma, siendo esta viabilidad más larga en el tiempo para las conidias de las momias del árbol que para las del suelo (Casals y col., 2014). Ello implica que cuando los frutos del árbol están infectados, es importante eliminarlos del campo y en caso de que no sea posible, tirarlos al suelo para evitar su momificación y por tanto la diseminación de las conidias a otros frutos sanos (Byrde y Willetts, 1977).
Para evitar que este inóculo primario, tanto de las momias del árbol como de otros tejidos, constituya un riesgo de infección a lo largo de la siguiente campaña, podría ser interesante eliminarlo del campo (Byrde y Willetts, 1977), así como el inoculo secundario que se vaya produciendo durante la floración y cuajado de los frutos, eliminando flores, chancros y sobre todo frutos infectados con presencia de enfermedad que se observen durante los 10-15 días antes de la cosecha.
Manejo correcto del microclima
Mediante una buena estrategia de poda se puede conseguir una mayor insolación y ventilación, evitando las condiciones de alta humedad que favorecen el desarrollo del patógeno (Michailides y Morgan, 1997). Otra práctica sería mantener el suelo con una humedad adecuada que reduzca el estrés de la planta y aumente la tolerancia a la infección floral (Ogawa y col., 1995).
Un buen manejo de la fruta
Es importante usar cajas y embalajes limpios, evitar golpes durante la cosecha y realizar el transporte de la fruta de manera cuidadosa. La fruta cosechada que llega a la central puede estar en distintas situaciones, ya que en el mejor de los casos no tendrá inóculo de Monilinia spp. pero también podría ser que sí.
En caso afirmativo, éste podría estar a la superficie de la fruta sin infectar o por el contrario que hubiese infectado el fruto pero sin desarrollarse ni mostrar síntomas. Por lo tanto, una vez la fruta está recolectada, será muy importante disponerla a la cadena de frío lo más rápido posible para retardar el desarrollo de la enfermedad en las frutas que estén infectadas y evitar la infección en aquéllas que no lo estén.
Cabe indicar que las prácticas culturales no son una estrategia de protección por sí mismas, pero sí son herramientas de prevención de la enfermedad, a tener en cuenta en el manejo de las fincas de fruta de hueso.
Modelos epidemiológicos
Un buen control de Monilinia spp. tiene que mantener la indecencia de la enfermedad por debajo de un nivel aceptable y para ello es necesario estudiar y por lo tanto conocer la epidemiología de la enfermedad. Transformando este conocimiento en un modelo matemático nos permitirá detectar el riesgo de enfermedad.
En este sentido, ya existen algunos trabajos que estudian la enfermedad causada por Monilinia spp. en fincas de melocotones y nectarinas del Valle del Ebro. Al igual que para otras zonas productoras del mundo, se ha demostrado que los factores climáticos son críticos para la infección, siendo la temperatura y el período de humectación los más influyentes (Gell y col. 2008). A parte de los factores climáticos, existen otros factores de especial interés en el desarrollo de la enfermedad como la fenología de la fruta, la concentración de inóculo así como variables relativas al fruto.
Villarino y col. (2012) también tuvieron en cuenta todos estos factores para construir un modelo teórico predictivo de la enfermedad. A partir de los modelos teóricos se pueden llegar a los modelos de aplicación práctica para predecir el riesgo de enfermedad en campo y por lo tanto la necesidad o no de aplicar tratamientos fitosanitarios para su control. Ello permite optimizar la aplicación de los productos fitosanitarios, centrándolos en los momentos donde existe riesgo real de infección.
Fruto de la investigación realizada en los últimos años dirigida a conocer la epidemiología de Monilinia spp. en fincas de melocotones y nectarinas ubicadas a la zona productora del Valle del Ebro, desde el IRTA, dentro del Programa de Postcosecha y el INIA, dentro del Departamento de Protección Vegetal, con la colaboración de la Universitat de Lleida, se ha desarrollado un modelo de predicción de la enfermedad que indica el riesgo en función de factores básicos como el estado fenológico de la fruta, la presencia de inóculo en el campo, la temperatura, la pluviometría y las horas de humectación.
Una vez desarrollado el modelo, se ha validado a nivel comercial durante tres campañas consecutivas y ha mostrado resultados muy satisfactorios, dado que se ha reducido el número de tratamientos fungicidas aplicados alrededor de un 50% sin afectar a la incidencia de la enfermedad.
Una vez llega la fruta a la central, aún hay la posibilidad de controlar la enfermedad con los tratamientos postcosecha. En este artículo no se abordará este tema, pero sí que cabe indicar que en España, el fludioxonil ha sido autorizado de manera excepcional para su aplicación. Además se dispone de un amplio rango de estrategias de control alternativas a los productos químicos de síntesis para su aplicación en postcosecha, en las que se incluyen tratamientos físicos, químicos de baja toxicidad y biológicos. Algunas de ellas aún se encuentran en fase de desarrollo, pero otras ya están a la espera de poder ser validadas a nivel comercial, sobre todo las que se basan en tratamientos de calor como el curado de la fruta o la aplicación de microondas.
Conclusiones
Actualmente, conocemos la epidemiología de la enfermedad causada por Monilinia spp. en campo, lo que permite determinar las prácticas culturales a realizar y cuándo, contribuyendo así a mantener una buena sanidad vegetal de las fincas de fruta de hueso.
Además, el conocimiento de la epidemiología ha permitido construir un modelo práctico para predecir el riesgo de la enfermedad en campo y así actuar en el momento clave para el desarrollo de la misma.
Como ya se ha indicado, actualmente, aún existen varios productos fungicidas efectivos para el control de Monilinia spp. en fruta de hueso, que se podrán ir variando en función de su modo de acción, conforme se vayan necesitando y así evitar la aparición de cepas resistentes a los mismos.
Todo ello lleva a pensar que integrando, en campo, todo el conocimiento que se tiene de la enfermedad, si las condiciones meteorológicas no son muy favorables para el desarrollo de la misma, se podría controlar de manera satisfactoria la podredumbre marrón en la fruta de hueso.
Para aquellos casos en que se prevé que la incidencia de la enfermedad en postcosecha pueda causar pérdidas económicas importantes (fincas que presentan ya en el momento de la cosecha elevada incidencia de inóculo o fruta que va destinada a mercados lejanos), quedaría la posibilidad de llevar a cabo un tratamiento postcosecha como la aplicación de algún fungicida que esté autorizado así como la aplicación de tratamientos de calor, que como ya se ha indicado no se han abordado en este artículo, pero que cabe señalar que algunas de ellas ya están desarrolladas para su aplicación comercial.
En este último caso, con las herramientas actuales, continúa siendo muy difícil su control, ya que si no se ha podido evitar la infección en campo, la probabilidad de que se desarrolle la enfermedad durante el período de postcosecha es muy elevada. Por un lado, porque la fruta ya ha alcanzado el grado de madurez que le hace altamente susceptible al desarrollo de la enfermedad, y por otro, durante el periodo de postcosecha, a menudo las temperaturas a las que se dispone la fruta son las óptimas para el desarrollo de la enfermedad, especialmente cuando la fruta llega a su etapa final, en la distribución o en casa del consumidor.
Para finalizar, y ya respondiendo a la pregunta del título, se puede decir que sí disponemos de herramientas suficientes para controlar satisfactoriamente la enfermedad causada por Monilinia spp. en campos de melocotones y nectarinas, cuando las condiciones climatológicas no son excesivamente favorables para el desarrollo de la enfermedad. Además, en un futuro muy cercano se dispondrá a nivel comercial de un amplio rango de sistemas alternativos a los fungicidas y de aplicación en postcosecha, que ayudarán a controlar la enfermedad en aquellos casos en los que no ha sido posible hacerlo en campo.