Abadía Retuerta es una de las bodegas punteras de nuestro país tanto en la elaboración de vinos de calidad como en la implementación de métodos innovadores; dos cosas que, a su juicio, están íntimamente relacionadas. Una de las áreas en que desarrollan mayor actividad es en su política medioambiental, en la que aplican varios programas realmente innovadores, con una estrategia en la que todos los elementos de su finca se suman al proyecto empresarial: Naturaleza, historia, tecnología, gastronomía, turismo… que son partes inseparables del complejo Abadía Retuerta Le Domaine.
I. G. Mazarío / J. E. Chao.
Según Álvaro Pérez, director del Departamento de Marketing de Abadía Retuerta, “el respeto por el medio ambiente es un principio básico de la política de nuestra gestión empresarial, y una de las dimensiones importantes para garantizar el desarrollo sostenible y la personalidad de cada terroir”.
No solo son conscientes de que un entorno natural perfectamente conservado y con sus hábitats equilibrados influye inevitablemente en el comportamiento de sus viñedos, sino que, con determinadas medidas, son capaces de realizar un efectivo control biológico de plagas. En este sentido, trabajan en dos líneas principales. Y lo hacen con el asesoramiento de la Federación Internacional de Recuperación de Ecosistemas (FIRE).
Control biológico de plagas mediante aves insectívoras y rapaces
La primera de estas líneas es el control biológico de plagas mediante aves insectívoras, programa concedido por la Fundación Biodiversidad, dependiente del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Para ello han introducido unas 150 cajas-nido para aves de pequeño tamaño, principalmente carboneros y herrerillos, ávidos predadores de insectos y larvas, que constituyen una alternativa eficaz para el control de plagas de la vid. Además, han complementado la medida con un plan de revegetación de lindes y setos, con un total de 13 especies forestales autóctonas propias del monte mediterráneo, cuya finalidad principal es la creación de zonas de refugio, defensa y alimentación para estas aves, que actúan como filtro ante la llegada de insectos desde el exterior.
La segunda iniciativa ha sido introducción de varias especies de rapaces de pequeño tamaño, fundamentalmente lechuzas y cernícalos, instalando 50 atalayas de 5 metros de altura distribuidas por los viñedos para que las rapaces aniden y puedan controlar desde ahí las aves que entren en la finca. Estas rapaces son muy efectivas frente a los estorninos, especie que muestra especial predilección por alimentarse de uvas.
Estas son solo algunas de las medidas concretas que tienen aplicación directa sobre la producción, pero su estrategia medioambiental pasa por un amplio catálogo de programas y actividades para la conservación y recuperación de su entorno natural. Una ambiciosa apuesta mediante la que buscan “recuperar el esplendor que tuvo este valle en el pasado”, señala Álvaro Pérez. O, como definió en los orígenes de Abadía Retuerta Pascal Delbeck, enólogo que ha dirigido el proyecto desde el principio, lo que han buscado es “el renacimiento de un viñedo histórico y la creación de un vino único”,
De hecho, esta actitud respetuosa con el entorno se aprecia también en la construcción de la bodega. Primero restaurando la antigua abadía del siglo XII dejándola tal como era en sus orígenes y, segundo, construyendo las instalaciones de la bodega escondidas en el monte de forma que solo es visible parte de la cubierta de la sala de cubas, mientras que la sala de barricas se encuentra bajo tierra, “imitando la forma de trabajar de los monjes cuando elaboraban sus vinos y cervezas en la abadía”.
Y es que su objetivo, afirma Álvaro Pérez, no es otro que elaborar vinos de calidad, “con las técnicas de hoy, pero que expresen el mismo terroir que siglos atrás; porque ese es el gran valor de nuestros viñedos, el suelo que se ha originado durante millones de años por erosión del río Duero, sedimentación, aluviones… Todo esto unido al clima de este valle estrecho junto al río es lo que convierte en únicos a nuestros vinos”.
Uso controlado del agua
Dada la baja pluviosidad de la zona, utilizan, sobre todo en las parcelas más arenosas, un sistema de riego por goteo. Pérez explica que monitorizan la humedad de la viña en diferentes niveles y utilizan el riego solo cuando es necesario, “porque el objetivo no es incrementar la producción, sino mantener la superficie vegetal, mientras que para la uva nos interesa controlar su calibre porque si se dispara se diluyen los aromas, justo lo contrario de lo que buscamos”.
También cuentan con gran diversidad de tipos de suelo con características muy diferentes. Álvaro las divide en tres tipos principales: “En la zona del fondo del valle hay canto rodado y arena; en las proximidades del río tenemos suelos más fuertes, donde predominan limos y arcillas; y, a medida que subimos la ladera, el suelo es cada vez menos profundo, debido a la erosión, con una roca madre caliza”.
La finca, con 700 hectáreas, 180 de ellas de viñedo, se ha dividido en 54 pagos diferentes en función de sus características de suelo, altitud y variedad cultivada. Álvaro Pérez nos cuenta que estos 54 micro pagos se gestionan de forma individualizada, ajustando específicamente a cada uno el régimen hídrico, el sistema de poda, el control del rendimiento… Y esta filosofía se mantiene a lo largo de todo el proceso, pues “cada parcela se vendimia por separado y, en bodega, se vinifica también por separado. Esto nos permite ir observando el comportamiento de cada parcela todos los años y ver en qué podemos mejorar en cuanto a viticultura. De hecho, gracias este trabajo concienzudo, es ahora cuando estamos consiguiendo los vinos que buscábamos desde hace 20 años”.
Todas estas peculiaridades hacen que ya se hayan planteado dejar el sello de calidad diferenciada Vino de la Tierra de Castilla y León y hayan solicitado su propia denominación de origen como Vino de Pago, una figura solo prevista para fincas con suelos y climas muy particulares, que tengan la bodega dentro del propio pago y cuenten con una trayectoria de alta calidad en sus vinos.
Nos trasladamos a la bodega, donde nos acompaña también el enólogo Ángel Anocíbar, que lleva en Abadía Retuerta desde su primera cosecha, en 1996. Comprobamos el funcionamiento de su sistema basado en la gravedad; un método muy utilizado en muchas bodegas en la actualidad pero bastante novedoso cuando se implementó en Abadía Retuerta. Con este sistema se evita la necesidad de bombeo, se gana en eficiencia energética y se perturba menos el vino. En la sala de barricas, han optado por aprovechar la ladera del monte para ubicarla bajo tierra y, de esa forma, facilitar el control natural de temperatura.
El enoturismo llevado a otra dimensión
Ya la antigua abadía restaurada del siglo XII es un atractivo singular, pero si además alberga entre sus casi milenarios muros un lujoso hotel de 5 estrellas y un restaurante de alta cocina distinguido con una estrella Michelin, la oferta se convierte en una de las más exclusivas del panorama nacional. A ello se suman las muy diversas actividades de catas, la tienda atendida por sumilleres…
Pero, si cabe, el elemento diferenciador de su programa es la parte en que el visitante conoce la finca, sus diferentes pagos y puede comprender con mayor claridad los factores que determinan los vinos que tienen la oportunidad de probar en la bodega. Tal es así que Álvaro Pérez rehúye el término enoturismo y prefiere decir que Abadía Retuerta ofrece “experiencias únicas”.