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Prada a Tope realza los productos de El Bierzo y destaca por su vino ecológico

Prada a Tope realza los productos de El Bierzo y destaca por su vino ecológico

De las conservas artesanales al vino de El Bierzo, pasando por la restauración y el enoturismo, así es como José Luis Prada lleva su sello de identidad al máximo nivel. En su marca se mezclan la tradición y lo ecológico, con la intención de generar riqueza en el entorno leonés y contribuir a la conservación del medio ambiente. Sus 30 hectáreas de viñedo, ubicadas entre Canedo y Campelo, en León, son un ejemplo de esta filosofía.

Elena Martín. Redacción.

Prada a Tope es la ‘historia de un sueño’, según explica el propietario de esta empresa agroalimentaria, José Luis Prada, agricultor y emprendedor, pero con arraigo hacia lo tradicional. Nació en 1945 en Cacabelos, un municipio de la comarca de El Bierzo, León. Allí, ya con ocho años, ayudaba a su padre a vendimiar un viñedo familiar y a su madre a vender las uvas en mercados locales en Lugo.

Aparte de viñas, en la familia también tenían otros cultivos: de cerezas, manzanas, pimientos, castañas… que, posteriormente, y para que se pudieran consumir a lo largo del año, la practica habitual en esta zona era transformar en conservas, y ellos así lo hacían. A sus 15 años se hizo cargo de un comercio familiar donde vendía todo tipo de productos desde ropa hasta alimentos, zapatos o adornos, y fue aquí donde le llegó la inspiración.

Elaboración de las conservas de cerezas en aguardiente por empleadas del pueblo

En 1972, ante el interés de tener su propia marca y defender sus propios productos en su tienda, decidió apostar por la elaboración de las conservas, al principio solo de cerezas en aguardiente, y con el tiempo, amplió su producción a pimientos asados, castañas en almíbar y mermeladas, siempre con la materia prima de El Bierzo (producción propia y que adquiría de otros agricultores). Fue así como se introdujo más de lleno en el sector agroalimentario.

“Mi intención era contribuir a la riqueza del entorno, que hubiera agricultores que recibieran el precio justo por su trabajo y su producto, que esta labor crease paisaje, revalorizase los productos del campo y que, sobre todo, crease empleo en el pueblo”, destaca Prada.

El siguiente paso fue comprar vino para envejecerlo él mismo y, también, poder comercializarlo en su tienda. En este contexto, se dio cuenta de que para elaborar un vino de calidad tenía que tener sus propios viñedos y establecer unos objetivos con un enólogo experto. Y así lo hizo. En los años 90, clavó sus ojos en el Palacio de Canedo, un monumento de carácter barroco, catalogado como Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León, y lo reformó con el objetivo de seguir aquí su negocio.

El Palacio de Canedo fue construido en el siglo XVIII con la intención propiamente de elaborar vino, convirtiéndose poco después en un Señorío de los más importantes en la elaboración de vino de la zona, según explica Prada.

 

Viñedo y técnicas de cultivo

Hoy en día, su industria artesana de conservas y su bodega se encuentran en el Palacio de Canedo, rodeado por 30 hectáreas de viñedo en ecológico y repartidas en diferentes parcelas y un gran ecosistema, en el que las vides conviven con otras especies de árboles y arbustos, formando refugios para los animales.

Entrada al Palacio de Canedo

“Entre el Palacio de Canedo y las viñas, hay plantadas encinas, laureles, castaños, madroños y membrillos con los que producimos nuestros productos en ecológico. También tenemos una ladera que no era buena para la viña por ser más sombría y hemos plantado un robledal”, destaca Prada.

Sus viñas están situadas en laderas de 600 a 800 metros de altitud, orientadas al sur y protegidas por las montañas, con lo que tienen una completa exposición solar. Entre ellas hay sendas y caminos para que se pueda visitar a pie, y están en espaldera, lo que facilita también el trabajo con la maquinaria. Su marco de plantación es de 3×1,20 metros.

La edad de las viñas varía según la parcela, desde los 10 años las más jóvenes a los 30 años las más viejas. Además, en cada campaña se amplía el cultivo. “El año pasado plantamos una hectárea más y para el siguiente quedan libres otros 8.000 metros”, afirma Prada.

Cada parcela aporta su particularidad por las características del suelo (aunque predominan los arcillosos con pizarra en el subsuelo), también por el desnivel, la altitud y la orientación. Como fertilizante, aparte de utilizar abono orgánico, producen su propio compost procedente de los subproductos de la industria artesana de conservas.

Laderas con las viñas

El Bierzo es una subzona de montañas que se encuentra entre la Meseta y los montes de Galicia. El clima no tiene la humedad de esta última ni la de Asturias, pero tampoco tiene el clima continental de la Meseta, por lo que no tienen tantas lluvias como Galicia, pero tampoco el frío seco de la Meseta. Esto les permite que la vendimia se adelante unos 10 días a la de la Ribera del Duero o de otras zonas.

Hasta ahora nunca había hecho falta regar el cultivo, ya que con la lluvia era suficiente, pero, según afirma Prada, están empezando a notar que hay veranos que merma la producción por la falta de agua en el cultivo.

“La última vendimia ha sido buena, hemos tenido un 30% más de producción con respecto a la anterior. La producción media por hectárea ronda los 6500 kg de uva. Afortunadamente tenemos unos viñedos que resisten muy bien a las heladas por su situación, y también a las enfermedades clásicas de las vides, y eso facilita el cultivo en ecológico que es muy exigente”, señala Prada.

Con el cambio climático notan que la uva madura antes. Anteriormente, había unas fechas marcadas para vendimiar porque el destino final del vino era distinto y la climatología más estable, según destaca Prada, “pero ahora es nuestro enólogo, José Manuel Ferreira, quien marca los objetivos, dependiendo de lo que queremos conseguir, y decide cuándo se vendimia o cuándo hay que esperar”, explica Prada.

Para Prada a Tope lo más importante del vino es que cada año es diferente. “Cada año, en cada variedad, se obtiene un vino distinto y eso es lo que nos gusta”, destaca Prada.

 

Innovación en Prada a Tope

Para mantener la tradición se apoyan en la innovación que es de ayuda. El año pasado Prada a Tope introdujo en el viñedo unos sensores experimentales que les permiten controlar tanto la tensión hídrica, como las temperaturas y la pluviometría que hay en las distintas zonas del viñedo, con la intención de prever con más exactitud qué tipo de plagas pueden llegar a tener (o enfermedades) y anticiparse, sobre todo, en los tratamientos. También se apoyan mucho en el control biológico para evitar plagas y enfermedades como el oídio que este año su cultivo ha tenido una mayor incidencia.

Bodega Palacio de Canedo

Además, también han hecho un estudio de aislamiento de levaduras con la Universidad de León, que les permite ayudar con sus propias levaduras aisladas (que son características de su zona) a los vinos que lo necesitan. Prada a Tope utiliza maquinaria para labrar o aplicar cualquier fertilizante ecológico. Este año, por ejemplo, han adquirido una nueva sulfatadora con la última tecnología. También cuentan con un laboratorio propio en el que trabaja José Manuel, su enólogo, donde realizan la mayor parte de los análisis.

En esta empresa se combina la tradición con las tecnologías necesarias que facilitan el trabajo a los empleados, pero no desvirtúan la elaboración tradicional de sus productos (ni el sabor ni la calidad).

“Creo en las practicas agrícolas tradicionales y en que, si no cuidamos nuestra tierra, ésta llegará un momento que no de más de sí. No podemos estropear el medio en el que vivimos”, destaca Prada, añadiendo que ese avance tan exacerbado de la cultura actual por ‘crecer-ganar a costa de lo que sea’ está degradando nuestro presente y nuestro futuro.

El Bosque didáctico

¿Progreso?… Sí, ¿Tecnología?… Sí, ¿Máquinas?… Sí, pero ¡Ojo! Que ese progreso mal entendido, esa tecnología incontrolada o esa introducción de maquinas en la que estamos inmersos no nos lleve al abandono de nuestras señas de identidad, ni de nuestras costumbres ancestrales, ni de nuestro pasado”, recuerda Prada, basándose en antiguas reflexiones.

Más como un objetivo personal, Prada hace más de ocho años creó una Fundación con la idea de transmitir la filosofía por la que él apostó. A través de ella organizan concursos y otras actividades que contribuyen a la conservación y rehabilitación de los pueblos del El Bierzo. También agradecen o premian a personajes de allí por su labor en pro de que se conozca o que se mejore su tierra, como escritores, pintores, etc.

En este marco se ha recuperado una zona abandonada y degradada de más de ocho hectáreas, ligada profundamente a su infancia: era donde iba con su madre a vendimiar, lo llaman El Bosque. En ella se han hecho nuevos caminos y se han plantado más de 50 variedades de árboles autóctonos y foráneos con la idea de contribuir al tan necesario cuidado del medio ambiente.