José Hernández es un agricultor palentino dedicado principalmente al cultivo de la patata, la remolacha y los cereales de invierno. Mantiene una estrecha relación con Aimcra (Asociación de Investigación para la Mejora del Cultivo de la Remolacha Azucarera) desde hace más de una década, realizando diferentes ensayos de variedades y abonados, entre otros. Junto a la predisposición que tiene a la hora de colaborar con la investigación, este agricultor destaca por su forma de trabajar, muy detallista y minuciosa.
Desde los diecisiete años, José Hernández trabajaba con su padre en el campo. Ya en su juventud, Hernández empezó a innovar a pesar de las reticencias de su progenitor, que veía cómo su hijo experimentaba con multitud de técnicas y variedades siempre que tenía la oportunidad. A pesar de haber tenido un punto de inflexión en su vida, Florentino Pocero, un funcionario de Extensión Agraria en Venta de Baños, le motivo a seguir adelante en su empeño por impulsar el sector agrícola de la zona. Desde entonces, se encuentra implicado en diversas actividades. Este dinámico agricultor ha llegado a pertenecer un año a cinco cooperativas y dos sociedades. En el sector agrario, Hernández destaca por el minucioso cuidado con el que trabaja en las fincas, parte propiedad suya y parte arrendadas, con tan sólo un operario que le ayuda en las labores agronómicas.
La explotación se ubica en el término municipal de Magaz de Pisuerga (Palencia). En total, se trata de una superficie que cuenta con unas 80 ha, fraccionada en varias fincas. Como comenta, en ciertos años escoge una parcela extras para una mejor rotación en su explotación. Aproximadamente, la mitad de esta superficie está destinada a secano y la otra mitad a regadío.
Dentro del perímetro que abarca, al cultivo de la patata destina sobre 13 ha y para remolacha unas 5 ha. Siempre intenta realizar una rotación con la patata de aproximadamente cinco años, ya que para este cultivo es esencial. En la remolacha son cuatro años, aunque estas rotaciones dependen del tipo de suelo donde se desarrolle. El resto de superficie lo destina a cereal de invierno para multiplicación de semillas, tanto de secano, como de regadío. En secano, realiza dos rotaciones, la mitad en un año veza (para siembra, de certificación G4) y al año siguiente multiplica semilla para cereal (trigo o cebada de forma alterna). La rotación con cereal de regadío se realiza tras los cultivos de patata y remolacha. Las semillas se suministran a las cooperativas de la zona.
«Aunque la explotación sea pequeña, yo siempre intento sacar el máximo rendimiento»
Como comenta Hernández, el tipo de suelo es bastante dispar por el fraccionamiento que existe entre las fincas, siendo el de tipo neutro el mejor para cultivar la patata. Uno de los problemas con los que tiene que lidiar es que tanto el terreno, como el agua de riego con el que cuentan, poseen pH muy básicos. Por este motivo, Hernández ha colaborado con Fertiberia, el Itacyl (Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León) y con Itagra (Centro Tecnológico Agrario y Agroalimentario). Perteneciente a este centro, el técnico Manuel Calvo ha sido el encargado de gestionar ciertos ensayos de fertirrigación y abonados de última generación a diferentes dosis en la propiedad de Hernández.
En cuanto a la climatología de la zona, se trata de las condiciones propias de la meseta, con temperaturas muy oscilantes. La pluviometría media de la zona se fija entre los 400 a 500 mm/año y a 773-760 m de altitud aproximadamente.
Motivación para el agricultor
Debido a la gran influencia que existe por parte de la industria agroalimentaria sobre el cultivo de la patata, Hernández ha tenido que reinventarse. El cambio en su forma de producir viene dado por un contrato de colaboración con la empresa que provee la patata a Mercadona (IberSnacks, Medina del Campo), el cual considera beneficioso, en los más de 38 años que lleva como productor.
Es un contrato en el que la industria financia los costes de cultivo, dando además al agricultor un beneficio que dependerá de la cantidad de patata producida. Por ejemplo, si los gastos de producir patata (abonado, riego, fitosanitarios, etc.) ascienden a 3.500 €/ha en la media de la zona y la producción del contrato está fijada entre 41.000-43000 kg, el agricultor, además de cubrir dichos gastos, recibe 1.500 € de beneficio al suministrar dicha producción. Si el agricultor es capaz de reducir estos gastos, se lleva la diferencia de beneficio, además de los 1.500 € por la producción.
También este contrato tiene otras ventajas como un plus de 100 €/ha por cada 1.000 kg de más que se produzcan por encima de la cantidad fijada. En los gastos no está incluida la semilla, ya que es proporcionada por la misma industria en base a variedades con sus preferencias (con una buena aptitud para almacenaje, acción de frito, materia seca idónea, etc.). De esta forma, como opina Hernández, no sólo se motiva al agricultor a realizar mejoras para reducir gastos sin disminuir la calidad y aumentar la producción, sino que da una serie de garantías a la hora de producir.
«La agricultura tiene que tener algo que te motive»
En remolacha, Hernández colabora con Aimcra en diversos ensayos desde hace más de doce años, en ensayos de variedades, de fertilización y de enfermedades foliares. Uno de los que está llevando a cabo en la actualidad, consiste en sembrar distintas variedades con cuatro repeticiones de cada una, dispuestas al azar cada tres surcos. Estos ensayos los utiliza Aimcra para sacar la lista de variedades recomendadas, junto a otros ensayos que se hacen en distintas zonas remolacheras. Hernández asegura que estos ensayos suponen otro aliciente más para el agricultor, ya que él mismo puede constatar los avances y las ventajas de una variedad respecto a otra en sus propios campos, con el consiguiente ahorro de costes que esta elección puede llegar a suponer.
Una fertilización inteligente
Hernández reconoce que gracias a estos ensayos, junto con su experiencia personal, ha reconducido la forma que tiene de realizar la fertilización. El abonado del cultivo de la remolacha está supeditado tanto al análisis de suelo que realiza, como a la calidad en su interpretación de los informes. Por ejemplo, gracias a los datos fiables de estos estudios, en la actualidad no realiza abonados con potasio.
Este agricultor palentino opina que el grueso de la fertilización reside en el manejo del nitrógeno ya que, tras realizar varios ensayos con fósforo y potasio a diferentes dosis, no aprecia diferencias altamente significativas de estos dos elementos. Además, aplica unas cantidades que hace quince años podían resultar insuficientes, suponiendo un ahorro importante en insumos. En remolacha, suele hacer el abonado de fondo (18-46-0) y luego dos coberteras. Reconoce que es más tedioso entrar al campo con el cultivo desarrollado, pero Hernández está teniendo buenos resultados con el fraccionamiento.
En patata, también solía realizar un abonado de fondo, junto con dos coberteras. Lleva dos años incluyendo la primera cobertera nitrogenada en forma amoniacal en el abonado de fondo, porque con el tiempo se ha dado cuenta de que se perdían unidades de nitrógeno. Este hecho se debe a que, por un lado, la planta de la patata cuenta con un corto sistema de enraizamiento y, por el otro, se producía la escorrentía al tener una labor de caballón definitivo en la superficie. Los resultados han sido, como comenta Hernández, muy notables, sobre todo en el caso del nitrógeno. El resto del abonado lo realiza en una segunda cobertera, antes de cerrar el surco de la patata (lomo).
Para el próximo año, quiere realizar un abonado en verde con veza para este tubérculo. Por ello, en la actualidad tiene una serie de parcelas con el cultivo de la veza, la cual va fijando el nitrógeno tanto por los nódulos radiculares, como por su propia biomasa vegetal. El enterrado de la veza se realizará en diciembre, momento en el que el terreno se encuentra es estado idóneo para asimilar su descomposición durante el invierno.
Siembra y recolección
En el caso de la remolacha, la preparación del lecho de siembra se realiza con una labor de cultivador o alguna grada rotativa para darle homogeneidad. La calidad de la semilla es otro detalle que cuida mucho. En cuanto a la elección de las variedades, Hernández utiliza siempre una de las variedades recomendadas por Aimcra para el cultivo de la remolacha. La siembra la realiza a una distancia de 14 y 15 cm y una profundidad aproximada de 1,4 cm. La fecha de siembra se fija en la primera quincena de marzo y la recolección en el mes de noviembre, obteniendo una producción media entre 115 a 125 t/ha de raíz a 16º polarimétricos.
La patata se siembra en la primera quincena de abril y se recolecta entre septiembre y octubre. Se trata de semillas de calibres mayores (de 35 a 45 cm) a los que ellos suelen cultivar (la llamada patata “golpera”, de calibres entre 28 a 35 cm), pero con mejores resultados para la industria que las variedades tradicionales de la zona.
En cuanto a los cereales de invierno, Hernández comenta que en ciertas ocasiones ha llegado a conseguir unas producciones de 7.500kg cebada/ha y 9.000-10.000 kg trigo/ha con una variedad de ciclo largo.
Además de los diferentes cultivos a los que se dedica, Hernández no cierra campos a ningún tipo de plantación. Por ello, hace 5 años se acogió a un plan de reforestación en un páramo de su propiedad. Supeditado a las normas de dicho plan, tanto al número de plantas por hectárea, como al tipo de coníferas que se reforesten, Hernández decidió utilizar una planta micorrizada con trufa negra (Tuber melanosporum). Actualmente, la plantación la forman pinos y encinas micorrizadas alternos.
El agricultor cuidadoso
En cuanto a las plagas y enfermedades que se dan, Hernández comenta que son las propias de la zona y del cultivo de la remolacha. Tiene la ventaja de que a su cultivo no le afectan los nematodos que suelen afectar a este cultivo, gracias al uso de variedades resistentes. Este año se ha producido un problema con el pulgón verde (Myzus persicae), visualizándose un amarilleo de las hojas que se da en ciertas fincas. Por el momento se desconoce el origen de este brote, pero Hernández ha comprobado cómo existen variedades en los campos de ensayos que toleran mejor este ataque.
En patata, dependiendo de las condiciones climáticas del año, suele afectarles el mildiu, cuya proliferación depende en gran medida de la temperatura y humedad. Suele realizar chequeos y prefiere invertir en prevenir, sin importarle el esfuerzo y el dinero que ello conlleve. Por este motivo, realiza tratamientos preventivos si considera que la climatología puede propiciar alguna enfermedad de tipo fúngico.
En cuanto a la vegetación adventicia, Hernández suele aplicar herbicidas, para mantener sus cultivos libres de malas hierbas. Hace tres años, Bromus diandrus proliferó en la zona de Magaz de Pisuerga y aledaños. Hoy en día, la expansión sigue su curso por la prohibición de la quema controlada de rastrojo, junto al aumento de resistencias a los métodos de control químico de esta gramínea. Hernández expone que con las rotaciones se consiguió combatir en cierta medida su proliferación, junto a ciertos herbicidas específicos en trigo.
La proliferación de vegetación adventicia lleva inherente el problema de los topillos a modo de plaga. Si se suma que la climatología es menos severa que hace unos años, con inviernos menos extremos, esta plaga se multiplica en las madrigueras a un ritmo exponencial. Lo mismo ocurre con el caso de los conejos, tanto en Magaz, como en las zonas limítrofes.